El PRI en Puebla ha sufrido un cambio para bien, es un hecho, y es evidente. Ya no es el PRI sumiso, agachón, que callaba y ejecutaba todas las indicaciones del gobernador. Los tiempos del “sí señor”, y del “no se preocupe”, quedaron en el olvido. Hoy hay un PRI que cuestiona, que critica y que también propone.
En este espacio lo dijimos hace tiempo: en el momento en que Enrique Peña Nieto tomara posesión como Presidente de la República, muchas cosas iban a cambiar, entre ellas, que los gobernadores iban a encontrar un “tope” a su poder desmedido, y que muchos priistas –que se sentían desamparados- iban a adquirir respaldo en la figura de Peña.
Fueron tiempos difíciles para el PRI y en general para la oposición. Pocos fuimos los que nos atrevíamos a decir cosas que afectaran los intereses del gobernador, e incluso, una autocrítica partidaria, para señalar el entreguismo que mostraban algunos compañeros del Partido, era considerada como “traición”, o “fuego amigo…”
Sobra decir que esto le daba mucha comodidad al gobernador: tenía el control del PRI estatal, y del Congreso del Estado. Bastaba una llamada desde Casa Puebla, para que el (anterior) dirigente estatal guardara silencio de algún tema incómodo, o para que el “líder” del Congreso ejecutara las indicaciones del Ejecutivo (valga la redundancia).
Hoy las cosas son diferentes, y eso no le gusta nada al gobernador. Con la llegada del nuevo dirigente, Pablo Fernández del Campo, el PRI comenzó a comportarse como un verdadero contrapeso al poder. Cierto, coincido con el periodista Xavier Gutiérrez, existe una riqueza de elementos como para hacer más sólida la crítica, pero estoy seguro que ésta irá aumentando paulatinamente. El logro –insisto- es haber recuperado la Dirigencia Estatal del PRI para los priistas.
Ante este escenario, el gobernador tuvo que adaptarse a las nuevas circunstancias y actuar en consecuencia. Ya no tiene línea directa con el Presidente del PRI, y a pesar de que sigue manteniendo comunicación con el aún coordinador de la fracción priista en el Congreso, la credibilidad de éste se encuentra simplemente por los suelos. Su entreguismo le restó legitimidad, por lo tanto interlocución y poder.
¿Cuál fue la reacción del gobernador? Hacerle un guiño al Presidente Enrique Peña Nieto, copiando su modelo de “Pacto por México” versión Puebla. El problema fue que, nadie creyó en el “Pacto del gobernador”. A diferencia de EPN, quien contó con el voto de confianza de los líderes de oposición para entrarle al “Pacto”, Moreno Valle hace mucho que perdió ese voto de confianza. ¿Cómo quiere consensar, después de dos años en que ha impuesto su ley sin contrapesos (literalmente)…? Ese fue el cuestionamiento de la sociedad en general hacia el “pacto morenovallista”.
El planteamiento que le hicimos al gobernador fue claro: si quiere que firmemos “su pacto”, debe comenzar por dar muestras de buena voluntad, una de ellas, solicitar la renuncia de sus funcionarios que promueven su imagen a costa del gobierno, lo cual se contrapone al discurso oficial de “ser imparcial en la elección”. La respuesta del gobernador no se hizo esperar: “Si quieren que participe, en mis tiempos libres lo haré Si me hacen la invitación los del PRI, si su estrategia será retar a mi gobierno (sic) y estar confrontando a mi gobierno (sic) y quieren que participe en la campaña, lo haré…”
Es una pena la actitud asumida por el mandatario. La crítica es sana para todo gobierno, lo mismo que los contrapesos, y éstos nunca deben asumirse como un reto o una confrontación. En la agenda del PRI, al igual que en la del gobernador, está el desarrollo de Puebla, sólo que no compartimos algunas de las acciones y actitudes de su gobierno. No se trata de ver quién puede más; tampoco de oponerse a todo; se trata de trabajar coordinadamente, sin simulaciones, con dignidad, y en un marco de respeto.
Ahora sí, lo mejor está por venir…