Friday, 29 de March de 2024


En la antesala del México bronco.




Escrito por  Javier Arellano Ramírez
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Solo faltaba un elemento, un factor fundamental.

Durante los últimos años se fueron gestando las condiciones para llegar a este punto, a este grado de ebullición, de indignación social.

 

 

Ayotzinapa fue la gota que derramó el vaso, en una nación que soportó el mayor baño de sangre que se haya visto. Pero solo faltaba un elemento: que el pueblo perdiera el miedo a enfrentarse con el aparato policiaco-militar en las calles.

 

 

Y ese punto claramente ya fue rebasado.

 

 

No importa cuál sea la respuesta que ofrezca la Universidad de Innsbruck, Austria. Si los científicos aseguran que esos minúsculos restos pertenecen a los estudiantes normalistas la respuesta social será devastadora. Y si por el contrario se afirma que no son, la reacción será catastrófica.

 

 

Existen claras evidencias de que el recorrido de información que los padres de los normalistas realizan por distintas partes de la república está cohesionando, uniformando a los grupos más radicales del país.

 

 

Cientos de miles de universitarios, organizaciones civiles, grupos beligerantes, sindicatos y agrupaciones regionales en este momento están dispuestos a salir a las calles con la intención de llevar al colapso total a lo que queda del gobierno fallido de Enrique Peña Nieto.

 

 

El México bronco aparecerá en el momento en que el pueblo salga a las calles dispuesto a lo que sea; a avanzar sin miedo, sin temores, resuelto a cualquier cosa que pueda suceder.

 

 

En distintos puntos del país se colocan bidones de combustible inflamable y solo falta una mecha colectiva que prenda el fuego que incendie la nación. Y esa mecha puede ser el resultado que den a conocer en Innsbruck, Austria.

 

 

Las condiciones están dadas como nunca antes en los últimos cien años.

 

 

Fueron los seis años del genocidio bestial e infame que ocurrió bajo el desgobierno de Felipe Calderón el que gestó las condiciones.

 

 

Se esperaba que el retorno del PRI a Los Pinos representara volver a la estabilidad social de las instituciones que condujeron un país en calma durante 70 años. Pero nada de eso ocurrió. Al contrario, lo que volvió fue un neo-salinismo remasterizado. El neoliberalismo salvaje aplicando las recetas del entreguismo absoluto en un país con millones de habitantes en la pobreza extrema.

 

 

Volvió el autoritarismo salinista, burdo, torpe e insensible, aunado al afán obsesivo de entregar, de desmantelar la nación.

 

 

Durante estos 23 meses de gestión peñista se festinó la eficiencia con que se orquestaron y realizaron las grandes reformas. Fue la gran fiesta del entreguismo, pero fiel a su naturaleza neo-salinista, el peñismo olvidó los profundos y hondos reclamos de la base social.

 

 

Con banalidad y frivolidad asombrosas, el gobierno federal respondió a la mayor crisis de seguridad con una “gendarmería”, una policía maquillada con todos los recursos cosméticos de la mercadotecnia.

 

 

Pero nada de eso fue suficiente para detener el baño de sangre, el dolor y el sufrimiento que ahogan a regiones enteras del país.

 

 

Y en ese contexto Ayotizanapa fue la gota que derramó el vaso.

 

 

Si el día de mañana los padres de los jóvenes desaparecidos convocan a la sublevación nacional, el llamado ya no tendrá marcha atrás. Si en algún acto de protesta uno, uno solo de los padres cae abatido, la solidaridad será demoledora y las calles se llenarán de sangre.

 

 

La gran pregunta es si a estas alturas aún es posible hacer algo para contener lo que parece incontenible: la indignación de una nación, que está dispuesta a salir a las calles sin miedo, porque ya no tiene que perder.

 

 

Esta es nuestra perspectiva: estamos en la antesala del México bronco.

 

 

 

 

 

 

 

 

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