Thursday, 25 de April de 2024


La catástrofe mediática de Peña Nieto




Escrito por  Javier Arellano Ramírez
foto autor
Los frentes son distintos.

La mitad del país vive en un estado de terror colectivo.

 

 

Entidades como Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Coahuila, Michoacán, Guerrero, Morelos, Veracruz y la tierra presidencial, el Estado de México viven bajo una zozobra constante, permanente.

 

 

Lo que los medios nacionales reportan de esos estados sólo son las notas más relevantes, pero de plano omiten las balaceras diarias, los levantones, el incremento en los secuestros, la extorsión desbordada que es el pan de cada día, en fin el señoreo total y absoluto del crimen organizado.

 

 

En esas regiones los ciudadanos han aprendido a cuidarse solos y saben que la mejor manera de hacerlo es guardando silencio. Aquel que ose levantar la voz, el dedo contra alguna célula de la delincuencia lo puede pagar con su vida y las narco-corporaciones policiacas nada harán para impedirlo.

 

 

Esa es la realidad en la mitad del país. Pero en todo el territorio se vive bajo una severa, implacable crisis económica provocada por la llamada “reforma fiscal” de Peña Nieto.

 

 

Las reformas estructurales de este gobierno neo—salinista abren espacios para los grandes consorcios globales, las potencias empresariales, pero dejan de lado, omiten y aplastan al mediano y pequeño empresario. Y más aún las grandes cargas y sanciones tributarias van precisamente contra el mediano generador de empleos.

 

 

Esta es la causa de la grave crisis económica que asfixia al país entero.

 

 

El terreno de la seguridad nacional es un frente que claramente ya perdió el gobierno de Peña Nieto; al igual que el sexenio de Felipe Calderón, el del mexiquense no pudo detener el baño de sangre que estremece a regiones enteras.

 

 

El otro frente perdido es el de la economía nacional. No importan las decenas de reconocimientos y honores que Luis Videgaray Caso reciba de gobiernos e instituciones extranjeras. Ante esos foros el secretario de Hacienda es un formidable operador de las medidas neoliberales. Pero en México su nombre es sinónimo de fracaso, crisis y un feroz empobrecimiento social.

 

 

Hay que decirlo puntualmente. No sabemos qué fue primero si el huevo o la gallina, es decir si primero vino la catástrofe o el descrédito. Y es que si hubo un candidato presidencial que desde el principio fuera reprobado y descalificado ese fue precisamente Enrique Peña Nieto.

 

 

La credibilidad del mexiquense es inexistente. No importa el tema que se trate, ni el énfasis que imprima a sus palabras, si habla de la gendarmería nacional, de la aplicación del Estado de Derecho o de los bienes de su esposa, Peña se encontrará con el muro implacable de la incredulidad social.

 

 

Esa es la tercera batalla que Peña ha perdido: la credibilidad.

 

 

Y la gota que derramó el vaso fue precisamente el video de su esposa Angélica Rivera dando una explicación que fue rechazada de manera descomunal y abrumadora por la opinión pública nacional.

 

 

Si el emporio de Televisa es el arquitecto de la imagen de Peña, esto representa el “despeñadero” de credibilidad y eficiencia mediática de la empresa. Es inobjetable que se agotaron sus recursos mercadológicos. En este momento la televisora ha dejado de ser un formador de opinión y su lugar ha sido ocupado por las redes sociales.

 

 

Esta es la otra gran debacle de Peña Nieto, su política mediática fracasó estrepitosamente.

 

 

Hoy una considerable mayoría de mexicanos rechaza cualquier argumento vertido por el presidente de la República. Es probablemente el mandatario más descalificado por la sociedad de su tiempo.

 

 

No importan los cientos de miles de spots contratados en medios electrónicos, la credibilidad presidencial hoy está hecha pedazos y si sigue por la misma ruta de pretender conducir a la nación con discursos banales esta crisis se ira agudizando al grado de que en 2018 la principal rémora para el tricolor será su propio ejecutivo.

 

 

El PRI de Salinas en una alianza con el Grupo Atlacomulco logró que el llamado “partidazo” regresara a Los Pinos, pero en estos momentos parece imposible que logren sostenerse.

 

 

La caída de la credibilidad presidencial es pasmosa, en una gráfica se vería como una línea en descenso libre y cada día que pasa parece estar más alejado del pueblo al que dice gobernar.

 

 

Este es un México distinto, pero los mercadólogos y propagandistas de Peña no se han dado cuenta.

 

 

cupula99@yahoo.com

 

 

 

 

 

  

 

 

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