Friday, 26 de April de 2024


¿Cuántos políticos conocen, verdaderamente, las obras de García Márquez?




Escrito por  Jesús Ramos
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A los políticos les endilgan famas indecentes y perniciosas, la mayoría ganadas a pulso. De ellos se dice que son corruptos, sinvergüenzas, deshonestos, arbitrarios, prepotentes, soberbios, en fin, y si a toda esa gama de adjetivos horrorosos ellos mismos se encargan de demostrar que también son incultos e iletrados, francamente no hay quién los entienda, quién los defienda ni quién ponga las manos al fuego por su maltrecha reputación.

Cuando un escritor fallece a los lectores se les muere un pariente lejano. Lo sienten. En su soledad guardan minutos de silencio. Sin embargo la muerte de Gabriel García Márquez fue mucho más allá. Su partida dolió. Caló hondo. Cierto que seguirá vivo en sus letras, como dicen los intelectuales, pero no es lo mismo. Se sentía bonito saberlo vivo y se siente feo saberlo muerto.

 

 

¿Por qué digo esto? La mañana del martes el Senado de la República tuvo la oportunidad de homenajear al escritor colombiano (de corazón mexicano) autor de La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, Cien Años de Soledad, El amor en los tiempos del cólera y de otro tanto de lindas novelas, incluyendo su autobiografía Vivir para contarla, pero de los 128 integrantes de la cámara alta que debieron estar presentes apenas asistieron 8 senadores, entre ellos Layda Sansores y Blanca Alcalá.

 

 

¿Y don Manuel Bartlett?, me pregunté. ¿Y Javier Lozano Alarcón? ¿Y Lucero Saldaña? Ninguno de los tres asistió. ¡Qué vergüenza! Es una lástima. Cuando me enteré de la ausencia de los senadores poblanos me dio pena ajena. Comparé a los miles de seguidores de García Márquez que hicieron filas hasta seis horas en Bellas Artes, soportando la lluvia y las inclemencias del tiempo para despedirlo, con los senadores de la república que perdieron la oportunidad de hacer algo bueno en sus apedreadas vidas. Después lo lamentarán si no es que ya lo están lamentando.

 

 

Pero este menester de la incultura y nula afición a las letras no es nuevo en nuestros políticos y gobernantes. Se dice que salvo el perruno de José López Portillo todos los presidentes de la república de él para acá y de él para atrás se han negado a la cultura general, a la lectura, a la historia universal y a las expresiones artísticas en cualquiera de sus presentaciones. Ahí está Enrique Peña Nieto que en su vida no ha leído ni tres libros.

 

 

Y como Pena Nieto también Vicente Fox y Felipe Calderón. Y de nuestros políticos poblanos ni se diga, sin generalizar y salvo sus contadas excepciones, la mayoría ignora la lectura y sus autores. Nomás póngase a pensar, si los senadores de la república dan lástima, ¿cómo andarán los políticos de aquí cerquita, los que nos representan y nos gobiernan?

 

 

 

 

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