Martes, 14 de Mayo del 2024
Indicador Político

Aunque las pasiones mediáticas de dos contendientes atizan un pleito arreglado y una árbitra-florero de futbol femenino quiere referear una pelea de kick boxing, en el fondo la crisis Salgado Macedonio-Córdova Vianello esconde cuando menos tres escenarios clave:

En una copia carpiciana que siempre en segundas versiones es peor, el Instituto Nacional Electoral del consejero presidente Lorenzo Córdova Vianello es, en pocas palabras, un obstáculo para la democracia. El organismo fue creado como IFE por el presidente Carlos Salinas de Gortari en 1990 para organizar elecciones creíbles luego del colapso provocado por las votaciones presidenciales de 1988.

El debate sobre la candidatura de Félix Salgado Macedonio como disputa entre Morena y la oposición es importante, pero el escenario nacional está exigiendo posicionamientos y avances en cuando menos tres temas vitales:

En un escenario analítico, las acciones del consejero electoral presidente Lorenzo Córdova Vianello para usar al INE como ariete contra el populismo se mueven entre dos límites: el organismo fue creado por el presidente Carlos Salinas de Gortari y su alianza con Nexos vía José Woldenberg para contener al populismo del entonces PRD cardenista y el error estratégico del organismo de permitir la victoria electoral de López Obrador y Morena en 2018.

Las siete columnas anteriores mostraron la forma y fondo de la contrarrevolución neoliberal de Carlos Salinas de Gortari 1979-2018 y reforzaron la certeza en que esa estructura productiva –con su correlativo bloque político de poder– será el principal obstáculo para la propuesta posneoliberal de la Cuarta Transformación.

La revisión del conflicto neoliberalismo-posneoliberalismo en las figuras de Salinas de Gortari y López Obrador ha tenido el propósito de presentar el trasfondo real de la disputa actual por el congreso, los municipios y 15 gubernaturas. A diferencia del proceso integral de relevo de clase política con Salinas, hoy el lopezobradorismo carece de cuando menos tres variables fundamentales: pensamiento-ideología antineoliberal, clase política y representación social.

En el escenario de tiempo de descanso de semana santa, el presidente López Obrador envió una ley para reformar el sector petrolero en la misma lógica de la reforma del sector eléctrico: recuperar, reconstruir y centralizar la acción del Estado por encima de los intereses empresariales.

Aunque exista buena voluntad y retórica consistente, el desafío de la 4ª T no está en la elaboración de una narrativa machacona contra el neoliberalismo, sino en la capacidad de decisión y sobre todo programación para desmantelar primero la estructura neoliberal y enseguida construir las instituciones, reglas y protocolos del nuevo modelo de desarrollo.

Lunes, 29 Marzo 2021 01:35

El racismo en el alma estadounidense

HOUSTON, Texas.- Con ecos lejanos de las protestas violentas del Black Live Matter (las vidas negras importan) y recordadas apenas hacia el final de semana por los chinos a la delegación del gobierno de Biden y a treinta años de distancia de los disturbios durante seis días de 1992 en Los Angeles por el juicio exculpatorio de los policías que golpearon con salvajismo al taxista afroamericano Rodney King, de pronto apareció –aunque siempre ha estado visible– el expediente del racismo hacia la comunidad asiática.

Aunque dieron la impresión de haber aterrizado en México a bordo de una nave extraterrestre, las élites económicas, políticas y burocráticas del neoliberalismo estuvieron dentro del aparato público y de sus formaciones sociales y políticas, y sólo dieron el salto final en el momento adecuado.

La historia posrevolucionaria de México ha sido la lucha entre el populismo y el neoliberalismo. La fase de la 4ª-T entre el proyecto posneoliberal del presidente López Obrador contra el proyecto neoliberal de Carlos Salinas de Gortari cumple la oscilación pendular que comenzó en 1940, luego del fracaso populista del presidente Cárdenas y su capitalismo monopolista de Estado.

La amenaza de cambiar la Constitución que lanzó el presidente López Obrador ante el bloqueo judicial a la ley de la industria eléctrica debiera ser el paso natural para consolidar sus reformas enfocadas hacia el objetivo de un proyecto posneoliberal.

A la memoria de Luis Martínez Fernández del Campo, en cuya casa se tejió el primer acuerdo Colosio-Camacho

Los partidos políticos en México nunca han sido canales de movilización o de concientización de la sociedad. Los diferentes modelos de sistemas de partidos obedecieron al funcionamiento de un presidencialismo predominante. Y la sociedad ha encontrado en el partido del presidente de la república en turno sólo un camino para la toma de decisiones legislativas.

A pesar de las tensiones, desencuentros y estridencias, lo que ocurre en el caso concreto de la actual reforma eléctrica responde a un proceso natural de cambio de élite gobernante y de nuevo modelo de Estado. Para consolidar el neoliberalismo como reconstrucción del proyecto nacional, los presidentes Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto reformaron la Constitución con la mayoría del PRI y la alianza con el PAN.

En 1995 y referido a la sociedad del siglo XIX, el politólogo Fernando Escalante Gonzalbo acuñó la categoría politológica de “ciudadanos imaginarios” que exhibía cuando menos tres defectos de las sociedades en proceso de cambio y en particular la de México en el largo periodo de transformaciones: ausencia de ciudadanía, escasa cultura cívica y subordinación a la ideología oficial en turno.