Lunes, 29 de Abril del 2024
Indicador Político

Como el presidente López Obrador adelantó en Morena la jugada sucesoria del 2024 para reconstruir y fortalecer su bloque político, esa decisión también tuvo el sentido provocador de obligar a la oposición a abrir sus cartas de candidatos a la presidencia de la República. Entre todas las figuras, hay que anotar de manera sobresaliente la posibilidad de que el candidato opositor sea José Woldenberg, quien ha estado construyendo ya su espacio político de poder.

En dos latitudes y frente a dos circunstancias, la nueva política exterior de la Casa Blanca sufrió dos tropiezos importantes: en México y Centroamérica la vicepresidenta Kamala Harris no pudo imponer su criterio de dominación de la agenda migratoria sobre las diplomacias de México y Centroamérica; y en Europa el presidente Joseph Biden tampoco logró obtener triunfos en la OTAN y se vio muy disminuido frente al poder de imagen de Vladimir Putin.

La reforma del Instituto Nacional Electoral debe ser la más inmediata, pero al mismo tiempo la más natural. En el segundo trimestre del 2023 termina el reinado de los consejeros Lorenzo Córdova Vianello y Ciro Murayama Rendón, dos de las figuras que pervirtieron el sentido democrático y regulador de la autoridad organizadora de elecciones, además de que trataron de convertirse en la guardia pretoriana de la democracia.

En un escenario político abierto, la reforma judicial morenista ha asumido un papel fundamental en la estrategia de cambio de régimen. Modificar el sentido de la justicia es de muchas maneras darle nuevas bases sociales al sistema político en vigor. Allí es donde se localiza la tarea fundamental del ministro presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea: pasar de la justicia ciega a la justicia politizada.

La crisis política en las élites del presidente López Obrador por el reporte periodístico del The New York Times, es producto de la ausencia de una política estratégica de comunicación social ante la prensa extranjera y, sobre todo, de la falta de una respuesta también estratégica del gobierno de Ciudad de México al derrumbamiento de un tramo de la Línea 12 del Metro.

Si la vicepresidenta Kamala Harris llegó a México sin entender al país y sólo a lucirse y a estrenarse como jefa alterna de Estado, regresó a Washington sin comprender cuántas ‘bolas rápidas’ le pasaron. Su declaración de que le había cantado sus verdades al presidente y luego su aclaración de que había sido al de Guatemala fue celebrada con malicia por republicanos.

Lo que nunca ha podido entender la comunidad de los servicios políticos, diplomáticos, inteligencia y seguridad nacional de EE UU respecto a México es el papel que juegan los recovecos del sistema político. La visita de la vicepresidenta de EE UU se fijó en la coyuntura electoral para impulsar al frente PRI-PAN-PRD-Coparmex-embajada de EE UU: un conflicto poselectoral de protesta contra el régimen con la presencia de la Casa Blanca habría sido un pretexto intervencionista.

Por desdén diplomático o por razones médicas del presidente Joseph Biden debido a su edad, los desplazamientos y la concentración mental, el caso fue que la Casa Blanca rebajó el nivel de relaciones con México, su principal socio comercial y su vecino estratégico geopolítico vital, al grado de la vicepresidenta, que de manera oficial carece de funciones operativas.

El gran avance del cardenismo perredista arrancó con la toma política del DF como capital de la república en 1997 y ha comenzado a declinar con la derrota de Morena en Ciudad de México. Pero no por la reconstrucción del PRI o del PAN, sino por rupturas internas en la coalición morenista.

Planteadas por la oposición y Morena como las elecciones del fin del mundo, el saldo electoral del domingo 6 se puede resumir en una idea: nada para nadie y la disputa Morena-oposición se pospone para las presidenciales de 2024.

Lo que no logró el presidente Ronald Reagan en 1984-1986 contra México porque se encontró con un muro plural nacionalista, ahora lo va a conseguir de manera muy fácil el poder binario Joseph Biden-Kamala Harris con los grupos mexicanos que abrieron la puerta a la penetración estadunidense en México.

A la mitad del camino entre un viejo sistema/régimen que parece que no va a liquidarse nunca y un nuevo sistema/régimen que nadie tiene claridad sobre su instauración, las elecciones del domingo 6 de junio tienen escenarios estratégicos que deben de atenderse y nuevos desafíos que todos creen muy fáciles se superar:

Un poco en el tono de la maldición Gorbachov de una crisis porque el viejo sistema/régimen no ha muerto de manera definitiva y el nuevo tampoco alcanza a nacer, las elecciones del domingo tendrán un escenario táctico de fondos y trasfondos a veces no comprendidos.

1.- La polarización política ha dañado las elecciones. La alianza PRI-PAN-PRD-Coparmex-Embajada de EE UU ha revivido el voto útil a su favor, que sería algo así como “el voto tapándose las narices” para no percibir olores nauseabundos. Morena ha revelado el voto conspirativo en su contra.

La disputa por el proyecto de nación no se dará en el debate ideológico, en la batalla de las ideas o en los medios, sino en la Cámara de Diputados por la reforma de leyes. La confrontación ideológica de la derecha empresarial contra el Estado populista ocurrió en el Congreso. Ahí ganó el neoliberalismo salinista en 1994 con el TCL y la presidencia de Zedillo.

El análisis político se ha olvidado de la memoria. Y en política nunca hay nada nuevo. La alianza nacional e internacional –con The Economist subido al barco– contra el “populismo” del presidente López Obrador parece calcada de la operación estratégica que encabezó EE UU vía su embajador John Gavin para construir una coalición opositora conservadora, para quitarle la mayoría al PRI en la elección de entonces y para empujar al PAN como la alternancia partidista en Los Pinos en 1988.