Un informe sin salutación


Crónica


Edmundo Velázquez


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La salutación que antes tardaba horas en un informe de Mario Marín, ahora fue improvisada. En su toma de protesta el gobernador tardó más de cuatro horas. Las felicitaciones de amigos y cercanos en el cuarto informe apenas llegó a la media hora.


Los aún fans de hueso colorado del mandatario lo alcanzaron hasta bambalinas para pedirle la foto, para darle el abrazo y tronar las palmas. El acto obligado de cualquier mandamás de peso fue opacado. La fila fue pequeña. Casi inexistente.


Incluso los gritos de las damas que acudieron al Complejo Cultural Universitario y que se jaloneaban con los reporteros por ver a Peña Nieto, causaron más expectación.


Los burócratas se quedaron esperando, buscaban la fila para saludar al góber afuera del recinto universitario. Pero no la hubo.

 

***


El cuarto de Marín empezó temprano, en una gris mañana de enero.


Los funcionarios se secaban el abrigo y hacían antesala. Corrían los que no llevaron paraguas y se empujaban en la única entrada abierta de todo el auditorio.


Cinco minutos después de las diez comenzó el informe, que, a las tres palabras fue identificado por los reporteros. Resultó ser el mismo, idéntico, copia calca, versión sin mejorías ni síntesis.

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La sorpresa, el atractivo, lo distinto, fue la presencia de Beatriz Paredes, la líder nacional del PRI. También los gritos no se dejaron esperar cada que la cámara mostraba la imagen de Peña Nieto en las pantallas. Las señoras de la Red, red, red, de Mujeres Priistas no podían contenerse. “¡Papacito!”, le gritaron al final y hasta se acercaron a tocarlo como si fuera el nuevo Luis Miguel de la polaca.


Pero en el contexto nada cambiaba.


La papaya maradol, el huevo para plato, la mosca exótica, el búfalo de agua seguían siendo cifras de orgullo para el Gobierno del estado.


Y sobre todo, “Puebla es el estado con menor número de delitos federales”, según mencionó Marín.


Una hora y media después llegó Fidel Herrera Beltrán.


Javier López Zavala le hizo de acomodador y mandó al general Ayón una fila atrás para que Fidel Herrera se quedara codo a codo con Peña Nieto. Mientras que Bety Paredes saludaba y platicaba con los dos saltándose a Alejandro Armenta Mier que, seguro, hablaba del clima con la lideresa que portaba su típica cotorina.


El que sí se vio plácido, halagado y encantado con Bety Walls fue el rector Agüera. Seguro presumió su recinto, su obra faraónica. La tlaxcalteca solamente sonreía modosa y respondía, al fin el platicador era él, que por cierto, le robó el lugar a Margarita García de Marín, la primera dama.


Por sentarse con Paredes, Agüera no reparó en tener de compañero a don Crescencio Marín.


Y más allá estaba Margarita, en el lugar que alcanzó, acompañada de sus cuatro hijos.


Con ella Blanca Alcalá, relegada esta vez.


A casi un año de su gobierno, quizá ya pasó de moda.

 

***


El fin fue pura ternura. Rosa, si hubiera que ponerle un color.


Después del informe en calca del gobernador, la voz oficial anunció el canto del Himno Nacional Mexicano y aparecieron dos docenas de niños ataviados casi de acólitos y se colocaron en torno a Marín.


Era el coro.


Eso sí, los altos lo más lejos del mandatario. Los chiquitos, cerca de él. Solamente para no importunar ni provocar perspicacias.


El funcionario cantaba con una sonrisa casi atornillada.


Los niños parecían salidos de aquella atracción de Disneylandia donde se cantaba “Qué pequeño el mundo es”. Los chamacos hacían lo propio, mientras una preocupada profesora les daba indicaciones tras bambalinas.


Cuando el himno a Puebla, que seguro solamente Melquiades Morales disfruta, entonó sus últimas notas la tan esperada “ampliación” del informe acabó.


Así nomás, tan tan.


Los reporteros corrían mejor a buscar nota con Peña Nieto, con Bety o con Fidel.


Las señoras priistas iban también tras el ídolo de las revistas del corazón.


Los señores, tras la Bety. Querían la foto. Hasta Doger se formó.


El gobernador se iba y no.


Se quedaba en el escenario para el abrazo, para la foto, para la broma.


Su staff solamente hacía corajes porque no se había programado salutación y él seguía con las fotos en el escenario.


Cuando pudieron, lo llevaron al salón VIP del complejo.


Nada más se despidió y corrió al helicóptero.


El que no le recomendaron por el clima y que de todos modos insistió en tomar.


Mario Montero lo despidió.

 

Y aunque la mañana era gris, como el informe, había que hacer el otro punto de la agenda, en Chiautzingo, igual de insufrible quizá.

 

 

 

 

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