La postura del entrevistado es la misma; sus excusas y deslindes son idénticos, su ánimo de preservarse como un funcionario “intachable” queda evidenciado en ambas conversaciones.
Se trata de dos historias distintas pero con un mismo hilo conductor que se llama Manuel Bartlett Díaz.
A raíz de las revelaciones hechas por ex funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a la cadena de televisión Fox se detonó uno de los mayores escándalos en los últimos años.
Salió a la luz la autoría intelectual de la inteligencia estadunidense en la tortura y asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena Salazar.
Veintiocho años después nos enteramos de que Rafael Caro Quintero sólo fue un “chivo expiatorio” en la ejecución de Camarena.
La nota de la cadena Fox la dio la vuelta al orbe y cumplió su cometido de añadirse como un ingrediente más al ambiente caótico creado por las filtraciones del ex analista estadounidense Edward Snowden.
En México las revelaciones fueron de cita forzosa. Ante el alud de implicaciones Carmen Aristegui entrevistó a Manuel Bartlett Díaz.
La entrevista que el Senador de la República ofreció al noticiero de MVS abunda sobre el entretejido que forman gobierno, narcos mexicanos, Agencia Central de Inteligencia, guerrilla centroamericana, en una amalgama de intereses que se dieron hace 28 años.
Hoy sin duda el tramado debe ser mucho más complejo.
Pero para el enfoque de “Cúpula” es vital subrayar que la postura de Bartlett frente a Aristegui es exactamente la misma que la mostrada al portal e-consulta.
A la periodista, Bartlett le dijo que Zorrilla si participó en esos actos pero que él era ajeno; aseguró que tampoco estaba enterado de la presencia de agentes de la CIA infiltrados en la Dirección Federal de Seguridad (DFS) de la cual él era responsable como secretario de Gobernación.
Sobre el tema del asesinato de Manuel Buendía Tellezgirón, el senador Bartlett argumenta que nunca supo de las intenciones de su subordinado José Antonio Zorrilla Pérez de ultimar al periodista y que aun después del homicidio siempre ignoró la naturaleza y los entretelones de los hechos.
Es decir, Bartlett nada sabe.
Según él a todo es ajeno. Ignoraba completamente los hechos, hasta que estos reventaron en la cadena Fox.
Lo mismo sucede en la entrevista concedida al periodista Álvaro Ramírez Velasco del portal e-consulta.
Mientras Mario Marín trabajó al lado de Bartlett fue un “indígena, humilde, serio y trabajador”. Pero el día en que el oriundo de Nativitas dejó de ser su subordinado entonces “…se descompuso todo. Se convirtió en un corrupto, se dedicó a los negocios, perdió la brújula. Ese Marín yo no lo reconozco como una gente que tuviera una relación conmigo…”.
Lo mismo sucede con Charbel Jorge Estefan Chidiac. Mientras fue un bartlista consumado una aureola de integridad, un manto intachable lo cubría. Pero el día que dejó de servir al tabasqueño-poblano, entonces Estefan se degradó, “se hizo inmensamente rico a la sombra de otras gentes”.
Es decir todos aquellos que trabajaron con Bartlett bajo su palabra, sometidos a sus indicaciones y reglas fueron funcionarios probos y ejemplares. Pero al día siguiente de que dejaron de serlo, se convirtieron en parias inmorales que robaron “como locos”.
Según él es un político de trayectoria inmaculada. Solo los que están a su alrededor y se alejan son los que se corrompen.
Las declaraciones de Manuel Bartlett al portal e-consulta deben verse como el último grito de un gran solitario.
Hace unos días Guillermo Jiménez Morales convocó a un nutrido equipo de hombres que participaron en su gobierno. Por su parte Melquiades Morales Flores aún sigue manteniendo la costumbre de reunir a su “grupo 24 de mayo”. Los marinistas pese a las implacables embestidas del morenovallismo se mantienen como un grupo compacto, como quedó demostrado en la reciente boda del vástago del ex mandatario.
Pero la entrevista de Álvaro Ramírez nos obliga a preguntarnos: ¿qué queda del bartlismo? ¿Qué queda de aquel grupo que llenaba las plazas en toda la entidad y que condujo Puebla durante seis años?
Es evidente que ya nada queda.
Esas declaraciones debemos verlas como el último exabrupto de un gran solitario que a nadie convoca.
Es un escenario lastimoso.
Con esas declaraciones Bartlett alejó las pocas coronas florales que llegarían a su funeral.
Tal vez si hubiera sido más prudente, tanto el marinismo, como el melquiadismo e incluso el mismo Estefan le hubieran guardado el respeto, la deferencia, la atención, la urbanidad política que merece un ex gobernador.
Pero en un arrebato senil Bartlett arremete contra todo y contra todos, perdiendo el último reducto de respetabilidad que aún conservaba.
Aquel hombre que desde el “Salón de Gobernadores” jamás perdió la vertical, hoy esta convertido en un chivo en cristalería, arremetiendo contra sus propios amigos a los que desconoce y condena.
En realidad se trata de un espectáculo lastimoso, deplorable.
Aquel gobernador elocuente hoy es una parodia barata de Fernández Noroña.
El tiempo implacable e inflexible avanza. Y la voz de don Manuel ya está apagada, ya no tiene la fuerza, ni el vigor de antaño.
Está en el ocaso de la vida.
Por eso volvemos a preguntar ¿quién enviará coronas florales a los funerales de Bartlett?
Está claro que el priismo no. De toda esa generación bartlista solo uno o dos personajes lo recordarán. Su memoria no será considerada por el melquiadismo, ni por el marinismo.
Por eso para retratar al Bartlett que se despide de la historia, hoy solo queda una frase: polvo de aquellos lodos.