Wednesday, 08 de May de 2024


Breves ideas sobre la reforma fiscal




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Es una buena noticia que los diputados hicieran “circo, maroma y teatro” para tratar de compensar los 55 mil millones de pesos que dejarían de recaudarse por concepto de IVA al sector inmobiliario y a las colegiaturas.

Quedó de manifiesto que más valía ajustar al alza el precio del petróleo o incrementar la devaluación estimada del peso para suponer un mayor ingreso, que intentar gravar con nuevos impuestos a las clases medias o bajas de la población. Es una buena noticia porque pocos recuerdan que el origen del problema está en la reducción de 5 por ciento a los ingresos petroleros que equivalen a poco más de 65 mil millones de pesos, junto con otros recortes como los generados por la eliminación del IDE y del IETU.

 

 

Si así se complican las cosas con una ínfima reducción a los ingresos petroleros, no quiero imaginar lo que ocurrirá cuando los “Contratos de Utilidad Compartida” con empresas privadas comiencen a impactar de manera más severa al presupuesto federal. Recordemos que la reducción del 5% a los ingresos petroleros tiene como propósito formal el brindar mayor autonomía financiera a PEMEX, aunque en el fondo constituye la base de lo que será el régimen fiscal de las compañías que participen en el sector de los hidrocarburos si se aprueba la reforma energética.

 

 

De continuar por este camino es probable que los costos económicos y políticos sean tan importantes que el PRI se quede sin crédito suficiente para ganar una diputación local en el Estado de México, ya no se diga para competir por la presidencia de la República en el 2018. Tengo la impresión de que el presidente Peña Nieto está apostando demasiado capital a una reforma energética que no le traerá el retorno que espera, y el costo será demasiado alto para su administración y para el país.

 

 

Las lecciones de esta intentona de reforma fiscal son sumamente interesantes para dejarse pasar. La reacción de las industrias refresquera y de comida chatarra ante los nuevos impuestos que los diputados pretenden cargarles, con el pretexto de los efectos perniciosos que tienen en la salud de los mexicanos, es un ejemplo de lo que puede ocurrir a gran escala y con muchas industrias en un futuro cercano. De entrada los refresqueros amenazan con poner en la calle a 10 mil trabajadores y otros 20 mil estarán en capilla dependiendo de cómo reaccione el mercado ante el alza de precios. Pero esto no queda ahí, ya que habrán de informarle a la gente que el gobierno se queda con 30 centavos de cada peso que paga por las bebidas azucaradas. En otras palabras, los empresarios están en pie de guerra en contra del Estado y llaman a acciones de resistencia civil pacífica, las mismas reacciones de los electricistas, los maestros y otros grupos sociales afectados por el desmantelamiento del régimen anterior.

 

 

Total que nadie queda contento con la reforma que aprobaron los diputados y que ahora se discute en el Senado. Habrá que esperar a las reacciones de otros sectores quienes verán afectados sus intereses pero por lo pronto tenemos esperanza de que algunas medidas se conserven y otras se eliminen.

 

 

Me parece un acierto la eliminación del régimen de consolidación fiscal, porque ya no será posible que los empresarios, sobre todo los grandes, consoliden las pérdidas de un negocio y las utilidades de otro como estrategia para reducir el pago de impuestos. Desde ahora cada negocio tiene su propia carga tributaria y si en un año tiene pérdidas, éstas se acumulan para reducir el pago de impuestos al siguiente año en que quizá tenga utilidades. Ya no existirá este instrumento legal para evadir el pago del impuesto sobre la renta.

 

 

La desaparición del IDE y el IETU es otro acierto. El primero grava los depósitos en efectivo pero inhibe la entrada de recursos al sector financiero y no creo que sea muy eficaz para traer a los informales a la base de contribuyentes. El resultado del Impuesto sobre Depósitos en Efectivo ha sido perjudicial para los bancos porque muchos de los empresarios que realizan sus operaciones en efectivo, prefieren mantener su dinero fuera sus cuentas bancarias antes que pagar el 3% y ser sujetos de fiscalización para el pago de IVA e ISR. Ya no hace falta el IDE porque el secreto bancario no aplica para el fisco y ahora cualquier cuenta es fácilmente controlada por el SAT.

 

 

El otro impuesto derogado, el IETU, es un impuesto que grava el flujo de los contribuyentes, es complicado de calcular, impacta la disponibilidad de recursos de las empresas, aporta poco al fisco y resultó un instrumento ineficaz para el cobro de otros impuestos como el ISR. Así que más valía prescindir de él y hasta ahora nadie se ha quejado de su eliminación.

 

 

La otra medida que me parece un acierto es el cobro de 10 por ciento a las utilidades generadas en la bolsa de valores. Ya era tiempo de que la especulación le deje al país algo más que presiones al tipo de cambio, a pesar de ser un instrumento para financiar proyectos de inversión a largo plazo. Lo del ISR progresivo también es una medida acertada aunque será muy difícil de cobrar, sobre todo al centil que concentra gran parte del ingreso nacional, pero eso será tema para otra columna.

 

 

Las medidas desafortunadas son el IVA en las fronteras, la posibilidad de deducción de ISR menor al 10% de los ingresos para personas físicas y la falta de carácter para cobrar IVA a alimentos, que no a medicinas y me explico: Si el gobierno decidiera cargar con el IVA a los alimentos quienes saldrían perjudicados serían las tiendas de autoservicio y los beneficiados, sin duda, el sector social, porque no imagino al SAT cobrándole el IVA a las marchantas de los mercados, mientras que Sam Walton (Walmart) y compañía estarían obligados a enterarlo a la hacienda pública. El IVA en alimentos es, paradójicamente, un impulso a los productores del campo y un freno al abuso de los intermediarios que acaparan la producción y concentran prácticamente todas las utilidades. Quizá esa sea la razón por la que los alimentos permanezcan exentos del impuesto.

 

 

A esta hora todavía ignoramos los términos finales del paquete económico 2014 porque falta que el Senado se pronuncie, sin embargo, son varias e importantes las lecciones aprendidas sobre lo que le espera a Peña Nieto si persevera en su intento de imponer la reforma energética. El país corre el riesgo de perder gobernabilidad y el gobierno de quedarse sin aliados ni base social que lo sustente. Ya lo veremos.

 

 

 

 

 

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