Friday, 26 de April de 2024


Prefiero pagarle a un maestro que a un general




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Cuando la frase del título de esta columna fue pronunciada hace más de 100 años, en México el 90 por ciento de la población era analfabeta.

Menos del 1 por ciento, —tal vez mucho menos—, tenía una equivalencia de las licenciaturas actuales y los posgrados eran algo de otro planeta. México era un país bronco y agreste lleno de revolucionarios, poetas y bandidos. Fue el mundo que le tocó vivir al autor de esta frase, el revolucionario Francisco Villa.

 

 

Para un hombre como el venerable Pancho Villa, que había pasado su vida en la pobreza y en momentos en la ilegalidad, la educación representaba el motor fundamental para un cambio profundo de vida y de expectativas. En su mundo personal, Villa soñaba con un mundo de escuelas y guerreros, como bien lo han documentado historiadores como Enrique Krauze, en donde todos los mexicanos gozaran de igualdad de oportunidades, oportunidades que le habían sido negadas a generaciones enteras. Hoy el panorama, aunque diferente, sigue siendo en muchos sentidos el mismo. Ayer en el Foro de Educación organizado con gran éxito por Coparmex Puebla y su presidente Carlos Montiel, se derramaron algunas cifras que siguen lastimándonos y de las que, el llamado Centauro del Norte, tal vez no se sentiría muy orgulloso. En México sigue existiendo muchísimas personas que no saben leer ni escribir, y también muchos niños  que obligados por la situación precaria de sus familias, tienen que dejar atrás los sueños escolares y cambiarlos por las pesadillas de la realidad laboral. La División del Norte debería volver a la carga para rescatarnos.

 

 

Sin embargo hay cosas muy positivas, por ejemplo, el día de ayer de manera histórica estuvieron sentados en un mismo lugar maestros, empresarios, amas de casa, estudiantes, funcionarios estatales y líderes sociales, todos con el fin de aportar ideas en un marco de respeto y comprensión. Los sombrerazos, carreterazos y agresiones a los comercios quedaron lejos de los que sucede en otros estados, en donde la sola mención de la Reforma Educativa hace comezón y empiezan a lanzar a las calles a seudo salvadores de la patria. Es por esto que comparto algunas ideas generadas del día el ayer.

 

 

Los amigos de las secciones 23 y 51 del SNTE propusieron una evaluación que sea integral y que se complemente con otros mecanismos que ayuden a la correcta valoración y apreciación individual de cada docente y su trabajo. No podríamos estar más de acuerdo. Todos coincidimos en lo importante que son los maestros en el sistema educativo y que no podemos avanzar sin ellos. Su labor es primordial y no debe ser menospreciada, y la mejor manera de reconocerla es precisamente evaluándola e incentivándola de manera transparente y pública. Un buen maestro debe de ganar no sólo lo suficiente para vivir, sino lo suficiente para continuar siendo un pilar de su comunidad y brindar protección y seguridad a su familia. La práctica de la venta de plazas como prebendas sindicales y negocios personales, lastima a un magisterio que ha sido heroico al llevar sobre sus hombros, por momentos, el peso completo de la educación. Todos estamos de acuerdo.

 

 

Otros panelistas mencionaron que los padres de familia deben conocer y hacer valer su responsabilidad en la educación de sus hijos así como de la participación social en la comunidad escolar. Se dijo que el gobierno federal debe ser claro en explicar lo que significa legal y presupuestariamente la autonomía de gestión que se pretende dar a las escuelas. Las escuelas deben ser públicas y esto nunca debe de perderse, ya que es un derecho fundamental de los mexicanos y una obligación del estado por los impuestos que recibe (hoy por hoy, las cuotas “voluntarias” de los padres de familia en todo el país ascienden a más de 30 mil millones de pesos, como lo mencionó Alejandro Águila —aunque sinceramente creo que puede ser mucho más—), es francamente ridículo que los pagos de agua potable y luz de las escuelas sigan sin aparecer en el presupuesto federal. Sin embargo, la capacidad legal y moral de las escuelas para allegarse de otros proyectos y recursos adicionales a los mínimos ya mencionados, puede convertirse en un detonante del trabajo comunitario y de un verdadero empoderamiento social. Toda reforma debe ir acompañada de los mecanismos financieros y fiscales que la sustenten, o de lo contrario se convertirá en letra muerta. Bien lo dijo Norberto Valdés de la Unión de Padres, todos somos padres de tiempo completo y no solamente de trienios y sexenios. Aplausos y más aplausos.

 

 

Finalmente, el mantener los poderes fácticos por encima de las prioridades nacionales debe ser una práctica que finalice a la voz de ya. Pancho Villa lo entendió muy bien hace más de 100 años; los fusiles que amedrentan y los uniformes que constriñen no son la solución ni la palanca de desarrollo que un país bronco como el nuestro necesita.

 

 

La educación sí lo es.   

 

                 

www.primerolosninos.org  

 

 

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