El acceso que tienen los defeños a salud, empleo y servicios urbanos se dispara en relación a la media que la población —ya no digamos de Puebla— sino del resto del país tiene. En pocas palabras, la ciudad de México puede ser considerada como un país aparte, alejado en gran medida de la realidad media nacional.
Lo anterior contrasta con los resultados presentados por el IDEI en educación (Índice de Desempeño Educativo Incluyente de Mexicanos Primero), un ranking educativo nacional que se está convirtiendo en una importante referencia utilizada para mejorar las políticas públicas, de hecho el gobernador Moreno Valle lo mencionó durante el informe legislativo del grupo parlamentario del PAN el pasado martes. El amplio presupuesto federal del que ha gozado la ciudad de México por varios años, parece no haber impactado en su educación, ya que coloca a la ciudad de la esperanza en el lugar 17 en primaria y octavo en secundaria, cuando en los mismos niveles Puebla alcanza el segundo y el quinto.
Considerando que las personas del DF pueden acceder más fácilmente a la educación en una situación menos heterogénea de geografía social y territorial parece ser una total incongruencia, ¿Cuál puede ser la razón de esto? En ese sentido, el IDEI brinda una respuesta, señalando que en la permanencia (que los alumnos terminen el ciclo escolar), el aprendizaje (resultados de la prueba ENLACE), la profesionalización docente (maestros acreditados en exámenes nacionales) y la Supervisión (la eficacia con que la autoridad educativa acompaña a las escuelas), el DF no está logrando los resultados esperados. De hecho Puebla se ha desempeñado mucho mejor en los rubros antes mencionados como se establece en el informe.
En mi opinión, hay tres factores que han contribuido de manera particular en los últimos años a fortalecer la gestión educativa estatal. El primero de ellos, la inversión histórica de más de 120 millones de pesos que hizo el año pasado la SEP encabezada por Luis Maldonado, para capacitar y actualizar a los docentes en alianza con instituciones educativas de prestigio como la BUAP (dejando atrás el paradigma de que solo maestros enseñan a maestros). Segundo, el diseño de campañas dentro de las mismas escuelas para combatir el llamado bullying, y que junto con el fortalecimiento de los llamados consejos de participación social dentro del mismo espacio educativo buscan disminuir la exclusión y por lo tanto fortalecer la permanencia de los alumnos en las escuelas. Y tercero, la búsqueda casi obsesiva de la SEP de las codiciadas “certificaciones” en los procesos administrativos, que tienen un efecto multiplicador en su implementación moviendo a todo el aparato burocrático con el fin de hacerlo más eficiente.
Como se menciona en el IDEI, no es con programas públicos que tienen más bien un fin electorero como lo son el regalar útiles escolares, con los que se logrará impactar verdaderamente en la educación, sino en el diseño e implementación de políticas públicas que fortalezcan las áreas claves. Los resultados de las mismas no siempre son visibles en el corto plazo, y muy probablemente no les serán reconocidas a quienes las inician y las ejecutan. Al enfocar los recursos en la formación y profesionalización de los docentes junto con la integración y la participación de la sociedad (ciudadanos trabajando por ciudadanos), los resultados tenderán a una curva de desempeño más larga pero sostenida a lo largo del tiempo.
La respuesta que ha dado Mexicanos Primero es clara y contundente. El desempeño de la educación no puede estar ligado completa ni permanentemente a las condiciones precarias prevalecientes, ya que hay ejemplos claros de estados, familias y personas, que han podido sobreponerse a estas y abrirse paso en el camino de una verdadera calidad educativa.
Son como siempre, dos lados de la misma moneda.
