Thursday, 02 de May de 2024


El lincolnazo




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La película Lincoln del año pasado refleja los quehaceres del Presidente de los Estados Unidos con respecto a la reforma constitucional llamada la decimotercera Enmienda y el fin de la guerra de Secesión.

Muchas consideraciones se han hecho respecto a este momento histórico, una las principales y que deja entrever la cinta, es que la insistencia de Lincoln por este cambio legal obedecía a impedir que un congreso reunificado revirtiera la libertad concedida por decreto presidencial a la población negra. Una más que podríamos agregar, la llamaré la dualidad histórica de la grandeza. Sin un cambio legal, la guerra de secesión se hubiera convertido en un episodio más del interés y ambición personal del ejecutivo federal, comprometiendo el desarrollo institucional nacional por carecer de un objetivo de largo alcance y profundas raíces sociales. Algo similar ocurrió con el fin de la Segunda Guerra Mundial y la creación de la ONU. Se corría  el riesgo de que sin un pilar legal sustentado en todas las cartas de derechos que esta organización ha emitido, la reconstrucción y la reconciliación nunca llegarán.

 

 

Para no ir más lejos, en nuestra Revolución mexicana y la Constitución del 17 podemos encontrar el mismo patrón histórico. Cualquier lucha que no va a acompañada de una reforma legal peligra; puede perder fondo y convertirse en una vendetta personal con reacciones asimétricas, ¿Qué hubiera pasado si Madero al asumir el poder, inmediatamente convoca a construir una nueva Constitución?, tal vez el fin del apóstol de la revolución habría sido distinto. Esta dualidad de lucha y reforma aparecen en el inicio de una transformación. Parecen ser el rasgo distintivo de mujeres y hombres de estado y no solamente de individuos en el poder. La lucha y el sacrificio en la búsqueda de un fin elevado.

 


Guardando las debidas proporciones, México experimenta hoy una serie de cambios que traen a nuestra mente la idea anterior. La detención de Elba Esther Gordillo, la reforma educativa, la reforma de las telecomunicaciones y ¿la guerra con las televisoras?, en fin, todo indica que el modelo de transformación está en marcha y que la dualidad histórica de los cambios de fondo ha comenzado. Editorialista de todo el mundo comienzan a ver a México con asombro y un cierto grado de escepticismo, y los gurús del futuro se preguntan si las respuestas a la sincronización económica de las naciones emergentes en el nuevo milenio vendrán de nuestro país. Parecer ser que sí. La cuestión como siempre es identificar cuáles son los peligros que debemos evitar para lograrlo. Yo los resumo en tres:

 

 

El primero, la polarización. En todo cambio siempre existe una tendencia casi natural a radicalizarse en pro y en contra. Más allá del derecho a la razón está la obligación de evitar la cerrazón. Es importante analizar con ojos críticos cada elemento ydistinguir lo mejor de lo mejorable. Los apóstoles de la calamidad son peligrosos y pueden constituirse en verdaderos verdugos emocionales de una nación, desviando su atención y sus energías. El decir que todo está mal es un síntoma a seguir y considerar.

 

 

El segundo, la idealización. Ningún cambio es perfecto y está libre de escrutinio y análisis. De hecho, el permitir que este análisis permeé en la población puede convertirse en el antídoto eficaz frente al escepticismo. La participación plena de la sociedad es una forma de lucha que cambia los fusiles por las ideas. Todos tenemos un pequeño Che Guevara en nuestros corazones deseando salir.

 

 

Y finalmente la congruencia. Toda acción legal y de guerra debe ser equitativa y proporcional. Es aquí en donde las grandes reformas fracasan. Cuando una ley es aplicada de manera diferenciada frustra los fines de la lucha y cancela el entusiasmo y la cohesión que se necesitan. Si la regla aplicada a Elba Esther Gordillo y a las televisoras (como suponemos que se hará) no se lleva a otros terrenos, entonces la idea que llegara a nuestra mente es que todo fue un engaño, nada más y nada menos.

 

 

Los quinazos, gordillazos, televisazos, etc. Deben dar paso a un verdadero lincolnazo.Ese momento histórico en el que las voluntades se unen y de manera consciente o inconsciente todos nos encontramos en el mismo camino y andado al mismo paso.Ese momento en el que una nación puede alcanzar la verdadera grandeza.

 

 

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