Wednesday, 08 de May de 2024


La vida es una #RuedaDeLaFortuna




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Otra semana más de polémica. Ahora fue el turno de la famosa Rueda de la Fortuna que pretende adquirir el gobierno del estado, para los festejos del 5 de Mayo. Al igual que con el tema del teleférico (que abordamos en este mismo espacio la semana pasada), es necesario partir de ciertas preguntas para entender la polémica y normarnos un criterio objetivo.

 

¿Tiene algo de malo instalar una Rueda de la Fortuna? No.

 

 

¿Hay algo de malo en promover a Puebla como un atractivo turístico, a través de este tipo de “obras”? No.

 

 

¿Sería provechoso tener una Rueda de la Fortuna en Puebla? Probablemente.

 

 

Luego entonces, a simple vista pareciera que no existen elementos para oponerse a la instalación de la dichosa Rueda de la Fortuna. El problema viene cuando analizamos el costo, y lo comparamos con las grandes necesidades que tiene Puebla (antes que una Rueda de la Fortuna).

 

 

Puebla cuenta con grandes rezagos en materia de desarrollo social. Somos uno de los municipios con mayor número de pobres en todo el país (según datos oficiales del Coneval). Puebla tiene más de 700 mil pobres, y el 25% de la población no tiene cobertura de servicios básicos (agua potable, drenaje, alcantarillado, etc.)

 

 

Mientras esto sucede, el discurso oficial sigue sosteniendo que “los recursos son insuficientes para atender como se debiera las demandas de la población…” Es decir, que si se contara con más recursos, se podría “atender mejor”.

 

 

Ese es justamente el problema de obras como el teleférico y la Rueda de la Fortuna: que no son obras prioritarias para la Ciudad, es decir, antes que ellas, hay mil obras y servicios que necesita Puebla. El pensamiento común (y además atinado) es: en lugar de que el gobierno destine 200 millones de pesos en una Rueda de la Fortuna, lo debería aplicar en las Colonias y comunidades que en verdad lo necesitan. Nada más cierto lo anterior.

 

 

No se puede pensar en lo superfluo, si antes no se tiene cubierto lo básico. Así de simple. Es como si en un hogar común y corriente, un padre de familia pensara en construir una piscina, antes de alimentar y vestir a su familia, ¿lo aceptarían los miembros de la casa? Lo dudo.

 

 

En una entrevista que me realizó el día de ayer Ciro Gómez Leyva para el noticiero “Fórmula de la tarde”, el periodista mencionaba que ”es bueno que los gobiernos ofrezcan algo más que pavimentos y medicinas a la población, que también hay otros gastos importantes como (promocionar) la imagen de las Ciudades…” En efecto, no todo en una Ciudad son obras y servicios, también se debe pensar en recreación, inversión y promoción. Sí, siempre y cuando no sea a costa de las necesidades de la gente, es decir, si el gobierno puede traer estos “beneficios” sin que nos cueste a los poblanos (a través de la inversión privada por ejemplo), adelante, bienvenidas, pero si se tiene que priorizar entre recreación y desarrollo, no hay lugar a dudas, es más importante el desarrollo social.

 

 

No se trata de oponerse a las propuestas del gobernador, se trata de ponerse en el lugar de los ciudadanos. No se puede despedir gente del gobierno, bajo el argumento de generar ahorro en el gasto público, y hacer un despilfarro de esta naturaleza (200 millones de pesos), sería un acto de incongruencia flagrante. Sólo para poner un parámetro: el histórico de inversión en obra pública en Puebla Capital, es de $350 millones de pesos, es decir, lo más que ha invertido un gobierno municipal en obra pública a lo largo de un año, han sido $350 mdp, ¿se imagina entonces todo lo que se podría hacer con esos $200 mdp que cuesta este “atractivo turísitco”? ¡Es casi un año de presupuesto en obra pública!

 

Queda claro entonces que, ni es una obra prioritaria, ni es un gasto racional, luego entonces, si el gobernador decide comprarla, aún con el rechazo que ha generado, puede resultarle contraproducente a largo plazo, ya que, como es bien sabido, la vida (y la política no es la excepción) es una Rueda de la Fortuna, donde, un día se está arriba, y al otro día se está abajo. Veremos qué pasa…

 

 

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