Wednesday, 24 de April de 2024


La tarea del PRI es recuperar el tiempo y la moral perdida




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Aunque Ivonne Ortega instruyó a los diputados a elevar el tono de las críticas contra la administración, salvo el caso de Gerardo Mejía, todos siguen calladitos. En el caso de los aspirantes a la alcaldía el nivel se intensifica con las críticas de Doger y Giorgana a la imposición de Gali. Pero de Pepe Chedraui, ni pío  

 

El PRI pisa el acelerador a fondo para llegar a tiempo a las elecciones intermedias. Tiene razón Pablo Fernández del Campo cuando dice que el Pacto por Puebla no es un tema prioritario, sino la recuperación de las estructuras internas del partido. Sabe de lo que habla: el tricolor poblano, tras la derrota de 2010, es un páramo. La herencia marinista es una losa pesada, tanto como la política colaboracionista implementada por Fernando Morales y Javier López Zavala para sobrevivir al morenovallismo. Marinismo y colaboracionismo fueron una mezcla fatal porque minaron el valor de las tropas priistas y encumbraron a Moreno Valle como el invencible. Claro: el gobernador poblano vivió dos años sin partido de oposición.

 

 

Si el PRI llega tarde a los comicios intermedios es porque sus dos años de connivencia prácticamente provocaron que los barrieran de los organismos electorales. Solamente la presión que Pedro Joaquín Coldwell y Jorge Estefan Chidiac ejercieron sobre Edgar Salomón Escorza provocó que rescataran tres espacios en el Instituto Estatal Electoral y un lugar en el Tribunal Electoral. Un poco antes el morenovallismo se había apropiado de la estratégica Secretaría Ejecutiva del organismo a través de Miguel David Jiménez, pariente de Antonio Gali Fayad. El morenovallismo también se sirvió con la cuchara grande en las designaciones en los consejos distritales, conformado en la oscuridad de los últimos días de diciembre.

 

 

Así, el PRI luce derrotado en los organismos electorales encargados de organizar los comicios y arbitrar los excesos de los partidos. Y si ello es bastante grave, lo es más el daño moral a sus tropas, incapaces de articular un discurso crítico. Unos por conveniencia, como en el caso de los diputados locales, quienes vieron incrementada su dieta con el famoso bono de “gestión” de 100 mil pesos mensuales. Otros por miedo, tras la encarcelación de Alfredo Arango y la orden de aprehensión contra Javier García Ramírez, así como la persecución de la Contraloría con procedimientos administrativos, o vía OFS como le ocurrió a Blanca Alcalá. El apanicamiento de los tricolores se fortalecía con el hecho de las excelentes relaciones con la PGR y la influencia en el Poder Judicial federal.

 

 

A recuperar el ánimo de la tropa y sacudirse a los convenencieros se ha dedicado en estos días Pablo Fernández del Campo, quien llegó con dudas pero poco a poco ganó credibilidad en su postura frente al morenovallismo. Visto con distancia, pese a su marinismo, el perfil elegido fue el correcto porque Pablo fue uno de los priistas que resintió la “operación milagro” del morenovallismo la noche del 1 de julio cuando era candidato a diputado por el distrito XII de la capital. Así que si no es por convicción, quizá sea por resentimiento.

 

 

Tampoco nadie debe engañarse: la inyección de ánimo que reciben los priistas poblanos es un medicamento que suministró Ivonne Ortega cuando ordenó la postura crítica en el segundo informe del gobernador, primero a través de un tímido David Huerta, y después con más severidad por Pablo Fernández del Campo en la presentación de un auténtico Contrainforme, en el que lanzó todas las críticas que no se habían vertido en dos años.

 

 

Pero algo ocurre: aunque Ivonne Ortega instruyó a los diputados locales a elevar el tono de las críticas contra la administración, salvo el caso de Gerardo Mejía, todos siguen calladitos. En el caso de los aspirantes a la alcaldía el nivel se intensifica con las críticas de Enrique Doger y Víctor Giorgana a la imposición de Gali como candidato panista. Pero de Pepe Chedraui, ni pío. Enrique Agüera continúa en su papel institucional de rector, pero al debutar oficialmente como precandidato priista a lo mejor sería necesario que buscara la forma de endurecer su discurso.

 

 

Si Pablo Fernández del Campo quiere inflamar de valor a sus tropas debería recordarles algunas cosas. Una, que su carrera política depende de su actuación a los ojos del CEN y no a los del gobernador. Dos, que el regreso del PRI a la Presidencia trajo consigo el control de la PGR y el Poder Judicial federal, por lo que ya es improbable alguna ofensiva de ahí. Tres, la probada ineficiencia de Patricia Leal, puesto que la Contraloría no ha podido tener en firme ninguna sanción. Y cuatro, que la PGJ de Víctor Carrancá muestra la misma nulidad porque no pudo localizar a Javier García Ramírez pese a que todos los señalamientos indican que se encuentra muy cerca de Puebla, específicamente haciendo obra pública en Veracruz.

 

 

Con el objetivo de asustar con el petate del muerto ahora surge el caso de las preliberaciones vendidas a reos de alta peligrosidad, firmadas por Valentín Meneses según documentó Arturo Luna en “Garganta profunda”, pero que también alcanza a Filiberto López Zavala y a Indalecio Cuesta Torres, primo del “Góber precioso”. ¿Servirá este escandalito para detener el nuevo ímpetu tricolor?

 

 

Pablo Fernández del Campo necesita refuerzos en el discurso porque no puede entrar a todas las batallas dialécticas. Sin duda la llegada del rudo rudísimo Fernando Moreno Peña, que será presentado el jueves por la plana mayor del CEN, encabezada por César Camacho Quiroz e Ivonne Ortega, será otra inyección de ánimo. Un compañero de armas urgentes ante el miedo que vive aún en casi todos los priistas.

 

 

Como sea, el PRI trae prisa para recuperar el tiempo perdido y por ello pisan el acelerador a fondo. ¿No será demasiado tarde?

 

 

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