Friday, 26 de April de 2024


El fraude de las redes sociales en las elecciones




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En el caso poblano las redes sociales fueron eficientes para diseminar la gran cantidad de guerra sucia contra uno y otro candidato a la alcaldía. Pero sirvió de poco más en parte al burdo manejo del “tuitstar” Enrique Aquino, muchacho tehuacanero que se vende como el cerebro que movió las redes de EPN

Nuevamente, por segunda elección consecutiva, el comportamiento de las redes sociales y su influencia en las elecciones resultó un mito genial. Si fuera por el Twitter, Andrés Manuel López Obrador sería presidente de México y Enrique Agüera Ibáñez hubiera ganado la alcaldía. Pero no: Enrique Peña Nieto obtuvo una diferencia superior al 6 por ciento y Antonio Gali Fayad triunfó por 10 puntos. ¿De qué sirvieron entonces los miles de mensajes lanzados desde el ciberespacio, el esfuerzo por posicionar hashtags propagandísticos y los muchos pesos dedicados a pagar operadores, troles y cuentas de apoyo? Pues de nada: el Twitter funciona como un gran chismógrafo, genera ruido y eleva vanidades por la cantidad de seguidores. Pero su influencia política es verdaderamente nula, tal como lo descubrió el periodista Malcolm Gladwell desde hace algunos años.

 

 

Hace tiempo se sospecha de la ineficacia de las redes sociales en materia de acción política. El mito surgió en 2008 con la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, pues los analistas de ese país encontraron los comités de apoyo que actuaban en Facebook y otras redes consiguieron varios millones de dólares en donaciones. Desde entonces, todos los políticos del mundo se pusieron como meta tener una presencia constante en el ciberespacio, interactuar, responder alusiones, enviar mensajes de apoyo, subir su agenda y actividades. Si no estás en Twitter estás muerto, dicen quienes han hecho un negocio de las redes. Y poco a poco todos nos hemos dejado arrastrar por ese mantra, perdiendo valiosísimo tiempo del mundo real.

 

 

Pero el periodista Malcolm Gladwell aguó la fiesta hace unos años con un reportaje publicado en The New Yorker, que demuestra que la eficacia de las redes sociales en materia de activismo político es inexistente. En pocas palabras, su argumento radica en la falta de compromiso real de los seres que se encuentran detrás de una cuenta de Twitter, muchos de ellos anónimos a los que se les hace fácil lanzar toda clase de denuestos y opiniones. Pero el riesgo de enfrentar un statu quo es real y requiere lazos fuertes entre las personas, mientras que el activismo de Twitter y Facebook genera lazos débiles. ¿Por qué? Por la simple y sencilla razón de que nadie conoce a sus 10 mil followers, ni nadie en la vida real tiene mil amigos como en Facebook. Ahí todo es difuso.

 

 

Sigue Gladwell: por su propia naturaleza, las redes no ayudan en la jerarquización y división del trabajo ya que todos tienen el mismo poder para opinar, pero ¿quién decide? ¿Quién es el jefe? Y yo añadiría que un gran componente de las redes sociales es el anonimato y la distancia física. Sin dar tu nombre, y sin la posibilidad de ganarte una trompada, todo mundo es valiente para insultar y agredir. Pocos son los valientes dispuestos a hacer todo eso cara a cara.

 

 

Total, hace tiempo que Gladwell irritó al concluir que Twitter es un buen instrumento para difundir información, estimular la conversación pública, y sobre todo, es un canal que amplia nuestra libertad de expresión al costo de tener que escuchar mucho ruido, pero en materia de activismo, ninguna revolución surgirá desde las redes. Y parece, hasta el momento, tampoco será decisivo para elegir a nuestras principales autoridades.

 

 

Específicamente en el caso poblano las redes sociales fueron eficientes para diseminar la gran cantidad de guerra sucia contra uno y otro candidato a la alcaldía. Pero sirvió de poco más en parte al burdo manejo del “tuitstar” Enrique Aquino, muchacho tehuacanero que se vende como el cerebro que movió las redes de Enrique Peña Nieto, pero que es repelido por el auténtico Movimiento de Cibernautas del CEN tricolor. Lejos de operar con estrategia, sus aspiraciones a convertirse en una celebridad lo hicieron exponer los manejos para posicionar los hashtags favorables a Agüera y de ataque contra Gali. Nunca hubo espontaneidad, y desde ese momento, los usuarios reales evitaron seguir una corriente informativa pagada.

 

 

Auténticos profesionales de las redes sociales afirman que el manejo de las PRI causó risa, precisamente, por la falta de profesionalidad. Por ejemplo, la cuenta @MoverAPuebla que, al principio tuvo carácter de oficial de la alianza PRI-PVEM, a media campaña se convirtió en una plataforma de ataques personales a medios y comunicadores, y después directamente de ofensiva a los candidatos de “Puebla Unida”. Por si fuera poco, la cuenta del propio @EnriqueAguera tuvo un manejo más que irregular, que, según varios community managers, violaba las normas más elementales del uso de redes para un candidato.

 

 

Conclusión: los bots no votan, y los hashtags no generan intención de voto. Los supuestos expertos en redes le vieron la cara a Enrique Agüera y al PRI. Que les devuelvan el dinero porque mientras el Twitter sea un subsector de la opinión pública, poco incidirán en las elecciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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