Thursday, 25 de April de 2024


Las élites del PRI no saben qué hacer con el lastre de Mario Marín




Written by 

El PRI poblano no va a encontrar paz hasta que sea capaz de procesar su ruptura originaria provocada por Mario Marín. El “Góber precioso” jugueteó a lo largo de 2012 y 2013 con su regreso a la escena política, así como a la influencia en su partido. Una orden desde Bucareli lo tranquilizó, aunque Ivonne Ortega le dio manga ancha para operar

Luego de las elecciones locales de este año, los priistas poblanos tendrían que tener claro que en el tablero geopolítico del presidente Enrique Peña Nieto son meras piezas sacrificables, cuyo valor es variable dependiendo de las coyunturas, pero sin peso específico. Ésa lógica es la que provocó el estado de abandono en el que se encuentra el partidazo en Puebla, que en la agenda de prioridades de Los Pinos se encuentra en último lugar. El proceso de recomposición de las élites locales, tras la derrota del 2010, ha sido tortuoso, pero el camino es largo, todavía para acabar de pagar la cruda del marinismo. Un análisis polítológico realizado en el CIDE indica que tras perder el poder, el PRI tarda por lo menos 12 años en recuperarlos y todavía puede ser más como en Baja California que llevan cuatro sexenios consecutivos. El retorno al poder ocurre una vez que los liderazgos responsables de la caída han abandonado completamente sus responsabilidades e intenciones de candidatearse.

 

 

Así que la travesía al desierto del PRI poblano podría en realidad abarcar más tiempo todavía dada la discordia de sus élites. Es decir, además de perder la gubernatura en 2010, la alcaldía y el Congreso en 2013, todavía tendría que enfrentar tragos amargos en 2016 y 2018, y quizá entonces, empezar su redención.

 

 

El problema, por supuesto, es la discordia de las élites que arrancó Marín con la imposición de su proyecto transexenal encarnado en Javier López Zavala en 2010. Fue la ruptura originaria, especialmente con los grupos de Enrique Doger y de Blanca Alcalá, quienes se encontraban mejor posicionados para disputar la gubernatura a Moreno Valle pero fueron desplazados por el marinismo.

 

 

El PRI poblano no va a encontrar paz hasta que sea capaz de procesar su ruptura originaria provocada por Mario Marín. El “Góber precioso” jugueteó a lo largo de 2012 y 2013 con su regreso a la escena política, así como a la influencia en su partido. Una orden desde Bucareli lo tranquilizó, aunque Ivonne Ortega le dio manga ancha para operar por abajo del agua en varios distritos y municipios. Su plan para recuperar el poder se cristalizó en la conjura del Luna Canela, desde donde arrancó un avance de la periferia al centro. Mario Marín creyó que su imagen ya había sido rehabilitada. Pero se equivocó porque sigue siendo un impresentable, imagen perenne de la corrupción.

 

 

Las encuestas de la batalla por la alcaldía indican con claridad que la disputa entre Enrique Agüera y Antonio Gali se mantuvo cerrada en el margen de empate hasta la primera semana de junio. Pero el viraje arrancó cuando arrancó la difusión del spot de “Abre los ojos 2.0”, la consigna de evitar dar la vuelta en Ü. La apuesta por el retorno del marinismo encarnado en Agüera, o la continuación del cambio morenovallista, decidió el voto de los poblanos a favor de Gali y los candidatos de “Puebla Unida”.

 

 

Pero a lo largo de la campaña, una y otra vez, los liderazgos del PRI, el delegado Moreno Peña y todos sus candidatos eludieron las definiciones sobre Mario Marín. En un juego de palabras, afirmaron que el “Góber precioso” no tenía las manos metidas en el tricolor, pero que tenía el derecho de operar para su partido. Enrique Agüera, en la única ocasión que fue cuestionado al respecto —en su visita a #NosotrosLosTroles— dijo que su relación con el ex gobernador fue solamente institucional, cuando en realidad hasta llegaron al compadrazgo en los XV años de su hija Brenda.

 

 

El dirigente Fernández del Campo, el delegado Moreno Peña y todos los candidatos sabían que la figura de Mario Marín era una carga, un saldo que todavía no acaban de pagar. Pero nadie se atrevió a romper con él, ni de palabra, ni de obra. Ninguno se atrevió a criticar su pasado de corrupción y excesos. Por eso todos se volvieron vulnerables, y por tanto, volvieron a pagar sus pecados del 2010.

 

 

El “Góber precioso” es un impresentable, una carga, pero las élites locales del PRI todavía no se atreven a romper con él. El único que ha empezado a hacerlo, irónicamente, fue su hijo político Javier López Zavala. ¿Podrán hacerlo los demás? No es fácil, ya que muchos crecieron bajo su cobijo. Blanca Alcalá fue candidata a la alcaldía por su dedazo, y Juan Carlos Lastiri fue su empleado como titular de Sedesol. Casi todos, excepto Enrique Doger, le deben mucho a Mario Marín.

 

 

¿Qué hará el PRI poblano con Mario Marín? Esa es la pregunta central que deben plantearse las elites tricolores. ¿Cómo dejar de pagar sus pecados? El próximo candidato a la gubernatura o alcaldía será igual de vulnerable que lo fue a Enrique Agüera por cualquier nexo o prebenda que haya recibido del “Góber precioso”.

 

 

Por eso es que ni al presidente Peña Nieto, ni a sus operadores estelares Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray les interesa poner orden en el PRI poblano. Primero que sean ellos mismo los que sean capaces de resolver el lastre que significa la imagen del “Góber precioso”. Y después, quizá, veremos si se deciden a reorganizarlo.

 

 

 

Rate this item
(0 votes)
comments powered by Disqus