Saturday, 20 de April de 2024


Priistas, por favor, paren de sufrir




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La ruptura de los cinco diputados locales deja a la fracción con nueve, pero en realidad es solamente un preludio para el drama que vivirán el propio Pablito, Leobardo Soto, Silvia Tanús, Víctor Giorgana y otros tres de mayoría en la próxima LIX Legislatura. Una minibancada que sufrirá todas las humillaciones posibles

Con la “P” de… Pablito grabada en la frente, Fernández del Campo es el payaso de las cachetadas más grande que haya conocido jamás el PRI poblano. En su larga historia, en la comandancia local del partidazo se recuerdan compadres del gobernador en turno, inventos sexenales, oportunistas, caeparados, sinvergüenzas y tantos más. Pero nadie más loser que el actual dirigente tricolor, que entre sus múltiples “logros” todavía va a llevar sobre sus hombros el honroso mérito de fracturar a la bancada tricolor en el Congreso local. Es decir, Pablito no ha sido solamente el hazmerreír del morenovallismo, de los periodistas poblanos, de los electores, de Enrique Agüera, del capo Fernando Moreno Peña y de los “peces gordos” que lo ningunean a diario como Enrique Doger y Javier López Zavala.

 

 

Ahora, Pablito ha tocado fondo porque es el hazmerreír de Zenorina González Ortega, Elvia Suárez Ramírez, Juan Manuel Jiménez García, Iván Camacho Conrado y Ramón Felipe López Campos. Y si alguien puede ser objeto de la burla de diputados que son ilustres desconocidos, personajes sin peso político, hambreados dispuestos a venderse al mejor postor, en verdad hay problemas. A Pablito ya solamente le hacen falta sus zapatotes, su nariz roja y ponerse culiempinado para que todos pasemos a darle una nalgada.

 

 

Pero Fernández del Campo no tiene moral ni vergüenza. Ha sufrido ya tantas ridiculizaciones que, una más, pues qué más da. Sus desfiguros son uno tras otro. Pero no es el culpable: todo Puebla sabía de sus muchas limitaciones, exhibidas sin pudor a su paso como regidor en Puebla capital, y luego como diputado en el Congreso local. Los responsables del desastre son sus padrinos, aquellos que lo pusieron ahí. El deslinde de culpas arranca por César Camacho, pasa por el oficial mayor de Gobernación Jorge Márquez, y culmina con Juan Carlos Lastiri por poner su nombre en la mesa. ¿Qué le vieron?

 

 

El PRI vive una situación extrema, tanto que incluso otro personaje limitadito como Carlos Sánchez Romero, coordinador de los diputados federales, es capaz de hacer un diagnóstico preciso en las páginas de CAMBIO: “el partido se va resquebrajando. Hoy tenemos un partido débil. Se demostró en las pasadas elecciones. Y siguen las rupturas”.

 

 

¿En verdad nadie puede poner orden en el PRI? ¿Puede detenerse el proceso de degradación?

 

 

Tampoco es que la deserción de Zenorina González Ortega, Elvia Suárez Ramírez, Juan Manuel Jiménez García, Iván Camacho Conrado y Ramón Felipe López Campos vaya a modificar el equilibrio de fuerzas en el Congreso local en la recta final de la legislatura. Sus lealtades, mejor dicho su amor al dinero, ya los había hecho distanciarse de la línea dictada desde el CEN tricolor en la votación de los PPS para 17 ayuntamientos y la privatización del SOAPAP. Expresamente Ivonne Ortega les había dicho “no”, pero esos cinco hicieron lo que quisieron.

 

 

¿Puede un partido político sobrevivir, ganar elecciones, sin disciplina entre sus miembros? No lo parece: la ruptura de los cinco diputados locales deja a la fracción con nueve, pero en realidad es solamente un preludio para el drama que vivirán el propio Pablito, Leobardo Soto, Silvia Tanús, Víctor Giorgana y otros tres de mayoría en la próxima LIX Legislatura. Una minibancada que sufrirá todas las humillaciones posibles, así como el mayoriteo del morenovallismo. Mejor que se vayan acostumbrando a sobrevivir con siete miserables diputados.

 

 

Los cinco traidores aducen el maltrato de Pablito como la causa eficiente de su renuncia porque no pueden aceptar que el canto de las sirenas vino del morenovallismo. Pero con ese discurso lo único que hacen es darle otra nalgada al culiempinado dirigente estatal del PRI que pasará como el Gran Perdedor en su historia. Su fracaso no se limita a los resultados electorales, sino en términos de unidad e imagen del partido.

 

 

¿Alguien pudo imaginarse un desfonde de ese tamaño justo cuando el PRI recuperó la Presidencia de la República? En sus primeras entrevistas, luego de llegar a la entidad como delegado general del CEN, el colimense Fernando Moreno Peña descartaba cualquier tipo de ruptura porque “quién querría romper cuando tenemos el botiquín del gobierno federal”. Pues ahora los priistas poblanos no sólo rompen por candidaturas en tiempos de elecciones: rompen para sobrevivir los próximos tres años porque no ven futuro en el gobierno federal y nadie les tiro un cable.   

 

 

¿Qué hace César Camacho sosteniendo a Pablito Fernández del Campo, el payaso de las cachetadas? ¿Por qué no hace algo para que los priistas paren de sufrir?

 

 

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