Friday, 26 de April de 2024


Político vs periodista




Escrito por  Jesús Ramos
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El político y el periodista en algo se parecen, sin embargo juegan distinto. El político engaña con su sonrisa falsa con tal de ganar adeptos, afectos y votos, aunque por dentro esté podrido y su ética hecha añicos. El periodista, en cambio, también juega, pero su juego es distinto, digamos que como el de la bolita, a través de ella oculta su filiación, o trata, o intenta que no lo descubran, esconde sus sentimientos y, por qué no decirlo, hasta disfraza sus intereses.

Pero el que se parezcan no quiere decir que sean lo mismo, no. O que sean iguales, tampoco. El daño que el político ocasiona a la sociedad es terrible y hay ejemplos que se pueden discutir ampliamente, su actuar obedece a intereses individuales y grupales, pero en ningún caso a intereses colectivos y de beneficio común; el político huele el puesto o el cargo y al olerlo huele el dinero, el poder y la influencia. “De aquí soy”, se jacta.

 

 

El periodista, por razones de trabajo, se relaciona con el político y con el funcionario (muchas veces también político) hasta llegado el momento en que a ciencia cierta ninguno de los dos sabe quién saca provecho de quién, si el periodista del político o funcionario que le da la nota, las filtraciones de moda o la exclusiva, o el político del periodista que le sirve de canal de divulgación para que le publiquen o le difundan lo que a sus intereses conviene.

 

 

La malicia del político es descomunal. Durante las campañas electorales los vemos jugar de operadores, coordinadores, alquimistas y delincuentes que tuercen el voto libre de las personas hacia el lado que mejor les acomoda, por eso no resulta raro ver que un priista perfectamente identificado pida votos a favor del PAN o que un panista lo haga a favor del PRI o que un perredista se incline hacia el PRI o PAN, y cuando las campañas terminaron esos mismo operadores, alquimistas y delincuentes se transforman en secretarios, directores o miembros de gabinete. Y ya con corbata y sentados detrás de un escritorio, cambian, se ven distintos aunque sigan siendo lo mismo.

 

 

Periodistas hay de muchos cortes, desde el que poco le importa que lo identifiquen con un partido político, con el gobierno o con los opositores al gobierno, hasta aquel que se esmera en borrar las huellas que revelen lo qué es, su personalidad, su rostro detrás del antifaz, de qué lado picha y de qué lado batea, quién le cae gordo y quién de maravilla, a quién odia y a quién ama, a cuál impulsa y cuál perjudica, a quién obedece y a quien golpea, dónde cobra y dónde no devenga.

 

 

Decíamos al inicio que el político y el periodista en algo se parecen, sí, incluso me atrevo a afirmar que somos complementarios, aunque en muchos casos nos mastiquemos pero no nos traguemos; sin embargo, en lo que nunca nos podremos comparar es que el verdadero periodista lo será toda su vida, batee del lado qué batee, mientras que el político seguirá mutando de político a funcionario y de funcionario a político por la eternidad, ¿por qué?, porque no tienen manera de evitarlo, porque no existe otro mecanismo con el cual sigan perjudicando y sustrayendo el dinero de la sociedad y conservando su modus vivendi. Miren al político y al funcionario y notarán que son la misma gallete, la de siempre, pero en diferente empaque.

 

 

 

 

 

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