Tuesday, 16 de April de 2024

Martes, 12 Mayo 2015 01:22

Ricardo Cadena: sangre en las manos de José Juan




Written by  Javier Arellano Ramírez

Lo que sucedió en Cholula rebasa, desborda por mucho lo ocurrido en Chalchihuapan.


Lo que sucedió en aquella junta auxiliar fue un enfrentamiento entre pobladores y policías estatales, cuyo resultado derivó en un lamentable accidente.

 

El policía que disparó el cilindro de gas no tenía la intención de matar a un niño. Y el menor estaba a una distancia lo suficientemente prudente como para evitar la escena del choque ciudadano.

 

Pero aquel cilindro fue más allá de lo calculado y golpeó la cabeza del menor José Luis Tehuatlie Tamayo, de tan solo 13 años de edad, causándole una lesión que días después desembocaría en la muerte.

 

Luego vendrían los intentos desesperados, desbocados por tratar de justificar una negligencia policiaca: primero la cabeza de marrano, después la tesis del cohetón, finalmente la explicación de la onda expansiva.

 

Todo se derrumbó con los resultados de la investigación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH): el niño murió por el impacto de un cilindro. Fue un accidente, nunca existió el dolo, la intención, la premeditación de causar el deceso del pequeño.

 

El gobierno de Moreno Valle pudo explicarlo de esta manera, pero en lugar de eso, se gastó cientos de millones de pesos para publicitar descabelladas hipótesis.

 

Lo sucedido en Cholula, es radicalmente distinto y mucho más grave.

 

Hasta el momento no existen evidencias de que el joven Ricardo Cadena Becerra fuera un “grafitero”, nunca se le encontraron botes de pintura o rastros en las manos o dedos. No hay argumento material que sostenga esa versión oficial.

 

En contrario sensu existen todos los elementos para asegurar que Ricardo Cadena fue víctima de una ejecución: un disparo en la nuca, con rastros conocidos como “tatuaje”, esto sucede cuando el disparo es tan cercano que la pólvora quema la piel de la víctima; el disparo se hizo en una línea horizontal, por lo que queda desechada la versión de que el arma de cargo se cayó y disparó accidentalmente.

 

Las pruebas demuestran que no fue un accidente, sino una ejecución en una calle de Cholula.

 

Jaid Mothe Hernández, subdirector de la policía municipal actuó con todas las agravantes y disparó sobre la nuca de un joven sin delito, ni pena alguna.

 

Ese es el perfil de los mandos policiacos de José Juan Espinosa Torres.

 

La culpabilidad del alcalde estriba en la premeditada, calculada demora con la que actuó después de los hechos. Todo indica que José Juan supo de la gravedad del crimen a los pocos minutos de ocurrida la ejecución, pero que desde el primer momento tuvo toda la intención de encubrir, de desvirtuar los hechos, pero ante todo de criminalizar a un joven inocente: Ricardo Cadena.

 

Su hermano Jonathan Cadena permaneció retenido por varias horas, sin motivo, ni justificación legal alguna.

 

Esta ejecución fue un crimen que José Juan Espinosa pretendió encubrir. Los tiempos, los lapsos así lo revelan y muestran.

 

No importa todo el despliegue que Espinosa quiera realizar, con cargo al erario cholulteca, la verdad es que la sangre de Ricardo nunca se secará.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., sin mx.

 

 

 

 

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