Friday, 26 de April de 2024


El morenovallismo exhibe la fuerza de su estructura




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Las sensaciones están del lado morenovallista. Tienen hambre de triunfo, pero además ahora cuentan con el aparato de su lado: ayer, mientras el PRI-PVEM sudó la gota gorda para medio llenar el zócalo, “Puebla Unida” ni se despeinó para meter 30 mil almas en Los Fuertes. ¿Qué no pueden hacer para el 7 de julio? ¿Cuántas consciencias pueden comprar y movilizar?

En la política, siendo la actividad humana por definición, cuentan las sensaciones antes que las razones. Hace tres años, en 2010, el imparable aparato del marinismo empezó a darse cuenta que Rafael Moreno Valle les podía ganar cuando llenó hasta las lámparas el estadio Cuauhtémoc. Fue el presagio del desastre inminente: sin los mismos recursos económicos, sin el control del transporte público ni de los aparatos de coacción, la ola del voto de castigo se dejó sentir y la convocatoria incluso sobrepasó las estimaciones de los más optimistas integrantes de Compromiso por Puebla. Al otro día, Javier López Zavala también lleno el mismo recinto, o casi, pero las sensaciones fueron diferentes: hombres libres contra acarreados a los que les urgía irse. Electores con convicción frente a oportunistas.

 

 

La política es una sensación que se siente en la boca del estómago, o eso dicen los políticos. En el aparato digestivo se vive lo que habrá de ser y no ser. Y viendo los rostros de uno y otro de los candidatos a la alcaldía, todas las sensaciones están del lado de Antonio Gali y los morenovallistas. A diferencia de hace tres años, ahora viajan en hombros del aparato de poder. Y eso se nota.

 

 

Sin sufrir ni acongojarse, llenaron la plaza de La Victoria en Los Fuertes con más de 30 mil poblanos. Claro, en 2010 remaban contra la corriente y ahora son ellos la corriente. Por eso tienen autobuses, dinero, operadores, sombrillas, apoyos. Todo a manos llenas. Pero el mérito, por encima de todo eso es la capacidad de Antonio Gali para representar la sensación de que ése es el bando correcto: el bando del cambio, pese a que ellos ya son el gobierno. En 60 días, el ex secretario de Infraestructura ha culminado un performance que incluye canciones, abrazos, besos y que en el acto final incluye la adjudicación de la frase “para Puebla, lo mejor está por venir”.

 

 

Por el contrario, las sensaciones en el PRI-PVEM es la de la falta de consistencia: Enrique Agüera no supo o no pudo ser el candidato que integrara en una sola fuerza a todos los agraviados del morenovallismo. En su ir y venir, en el paso atrás y delante de la campaña de contrastación, no quiso poner el dedo en la llaga de los errores cometidos por la administración. Lo hizo, sí, de forma genérica: esos, aquellos. Pero nunca puso forma y apellido. Se negó a sí mismo el papel de líder de la oposición que Puebla necesitaba.

 

 

Sensaciones parecidas tienen sus simpatizantes. Ayer la marca que dominó el zócalo fue el desgano. Porras de trámite, vivas sin ánimo, aplausos sin pasión. Incluso la presencia de César Camacho e Ivonne Ortega fue mera burocracia partidaria: cinco minutos, un mensaje absurdo que incluyó alabanzas a la Puebla “preciosa”, como si el presidente del CEN no supiera precisamente que Gali impuso como eje de su campaña la prohibición al regreso de la Puebla…preciosa. Absurdo.

 

 

¿Qué le ocurrió a Enrique Agüera, gran aspirante a la alcaldía mientras fue rector de la BUAP pero que luego empezó a desinflarse? Hasta el mes de marzo lo tenía todo, era el mejor candidato a la alcaldía, superior por supuesto al propio Gali, a Enrique Doger y a Pepe Chedraui. Pero su paso de la academia a la política partidista no terminó de cuajar: le faltó tiempo, operadores inteligentes, consultores honestos. Se entregó a los brazos de Antorcha Campesina, la organización más chantajista de la que se tenga memoria, y sus candidatos a diputados resultaron un lastre para él.

 

 

Si la política es una suma de esfuerzos, a Agüera los priistas lo rodearon para acabarlo antes que para ayudarlo. En el fondo, todos los aspirantes a gobernador conspiraron en silencio eliminarlo de la carrera por anticipado. Blanca Alcalá, Jorge Estefan Chidiac, Javier López Zavala, Juan Carlos Lastiri y Enrique Doger lo vieron como un rival, y siempre aparecieron cuando, casualmente, llegaban los liderazgos nacionales, e inmediatamente después desaparecían.

 

 

Las sensaciones están del lado morenovallista. Tienen hambre de triunfo, pero además ahora cuentan con el aparato de su lado: ayer, mientras el PRI-PVEM sudó la gota gorda para medio llenar el zócalo, “Puebla Unida” ni se despeinó para meter 30 mil almas en Los Fuertes. ¿Qué no pueden hacer para el 7 de julio? ¿Cuántas consciencias pueden comprar y movilizar?

 

 

La campaña llegó a su fin. Enrique Agüera dio un giro de 360 grados, dio vuelta sobre su mismo eje y terminó en el mismo sitio en que arrancó: como un candidato de oposición sin discurso de oposición. Gali, a su vez, desempeñó el guión que diseñaron para él, y lo hizo de forma más que eficiente. Con eso bastó y sobró.

 

 

 

 

 

 

 

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