Friday, 26 de April de 2024


Mario Marín vale más libre y haciendo desfiguros, que preso




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Con la boda de su primogénito, Marín Torres pudo salir unas horas de la cloaca en la que se esconde y reunirse con los cófrades que saquearon a Puebla. Su alegría duró unas horas acaso, desde la comunión inmoral que le otorgó el arzobispo Víctor Sánchez en la catedral, hasta la lujosísima boda de 600 invitados en la ex hacienda de San Agustín. Una francachela de época.

Una y otra vez, el marinismo trata de regresar a la vida pública de Puebla. Una y otra vez fracasa porque el daño que le produjeron a la entidad es más fuerte que el olvido en una sociedad acostumbrada al “no pasa nada”. Antes fue una conspiración para demoler al gobierno actual en las elecciones de julio. Ahora fue el enlace matrimonial del primogénito, en plena catedral y a la luz del día. Juntos, otra vez, la pandilla que saqueó la entidad. Muy píos todos, incluso comulgando de la mano del arzobispo. Hierve la sangre de ver tanto cinismo.

 

 

Faltaron Alfredo Arango —preso— y Javier García Ramírez —prófugo—, así como Javier López Zavala y Mario Montero, quienes pintaron su raya con el grupo desde hace tiempo. Pero tan pronto comenzaron a correr las fotografías y notas informativas de la boda, las redes sociales reaccionaron con ira ante el cinismo de la caterva marinista. A falta de cárcel y procedimientos administrativos, los poblanos mantenemos la sanción social. No hay forma de que regresen y dejen de ser una pandilla de impresentables.

 

 

He escuchado muchas veces que si Marín y sus cómplices andan libres es por culpa de Moreno Valle, quien pactó no encarcelarlos y pese a su ostensible enriquecimiento inexplicable, solamente procesó a unos cuantos. Quienes profieren tales argumentos ignoran que Marín sirve más libre a Moreno Valle, que preso. Es sencillo: el régimen juega con la administración del desprestigio del anterior grupo en el poder, así como con sus intentonas de rehabilitar su nombre. Cada reaparición del “Góber precioso” revive el rencor en su contra. Sus excesos en su estilo de vida, el “éxito empresarial” de sus hijos y sus socios desata la ira, excepto en aquellos que fueron beneficiarios.

 

 

La mejor prueba de que al régimen morenovallista le conviene más un Marín libre y tratando de recuperar el prestigio perdido, que preso, son las elecciones intermedias de este año. El tracking CAMBIO/Mas Data reveló que hasta antes del spot “Ni un paso atrás”, entre Enrique Agüera y Antonio Gali Fayad todavía había competencia. Pero después de que masivamente se difundiera el promocional que incluía la foto del “Góber precioso”, así como el célebre audio de Kamel Nacif, el candidato del PRI-PVEM empezó a desplomarse hasta que tocó fondo. El legado de Mario Marín fue la bala de plata para un candidato como Enrique Agüera que lucía indestructible.

 

 

Si la campaña 2013 fue sucia se debió a que el eje de la estrategia morenovallista fue explotar ese pasado turbio y su cercanía con Mario Marín. En una encuesta de Mas Data, a principios de año, reveló que en cuanto la figura de Agüera era asociada en compadrazgo al “Góber precioso”, se caía entre 12-14 puntos de intención de voto. Lo mismo les ocurría a otros candidatos en el interior. Al final, Enrique Agüera nunca quiso ni pudo deslindarse de Mario Marín, y quizá si lo hubiera hecho no sería creíble, ya que las evidencias fotográficas del compadrazgo y amistad sobraban.

 

 

Mario Marín es el malo favorito de Puebla. Encarna al mismo tiempo corrupción, mal gobierno y desprestigio. En un país de desmemoriados, continúa siendo símbolo de oprobio y razón de voto en contra del PRI. ¿Para qué encarcelarlo? Para el régimen morenovallista era más simple perseguirlo. Pero había un riesgo de fracaso jurídico. Ha sido más rentable la estrategia de explotar su imagen negativa y los intentos de redención que siempre terminan en fracaso.

 

 

Los poblanos no olvidamos, ni perdonamos. Del 2005 al 2010 el marinismo instauró un estilo de vida venal en Puebla basado en la exhibición inmoral de la riqueza producto de la corrupción. La acumulación de bienes, relojes, coches, lujos, fiestas, viajes y viejas de los miembros de la burbuja. ¿Quién no recuerda el Ferrari del hijo de Javier García? ¿La acumulación de los viajes y empresas de la hija de Arango, la nube viajera? ¿Las dotes empresariales de Mario Marín junior en desarrollo inmobiliarios y servicios aeronáuticos? ¿La notaría adquirida por Valentín Meneses en condiciones sospechosas? ¿El Luna Canela de Chávez Carretero? ¿Las inversiones en la casa de bolsa Vector por parte de Pérez Salazar? ¿El súbito florecimiento empresarial de Edgar Nava, Óscar García y tantos beneficiarios más?

 

 

Con la boda de su primogénito, Marín Torres pudo salir unas horas de la cloaca en la que se esconde y reunirse con los cófrades que saquearon a Puebla. Su alegría duró unas horas acaso, desde la comunión inmoral que le otorgó el arzobispo Víctor Sánchez en la catedral, hasta la lujosísima boda de 600 invitados en la ex hacienda de San Agustín. Una francachela de época.

 

 

Pasada la borrachera del festejo, regresará al nicho del desprestigio en el que vive, carcomiendo sus horas, buscando la forma de vengarse de la derrota de 2010. Depende de la memoria de los poblanos que ese momento no llegue.

 

 

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