Tuesday, 23 de April de 2024


La semana de encuestas en el PRI y el PAN




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El alcalde de Puebla tiene una disyuntiva simple: ¿a quién prefiere entregarle el gobierno municipal? ¿A Tony Gali Fayad o a Enrique Agüera, Doger o Pepe Chedraui? A menos que Lalo sea suicida, por supuesto que al secretario de Infraestructura.  

 

Los Oráculos de Delfos modernos serán llamados a comparecer en la semana de encuestas definitivas para elegir a los candidatos a la alcaldía. Ayer, en la comida de la unidad, el cónclave de dirigentes panistas encabezado por Moreno Valle y Lalo Rivera se acordó que el sondeo albiazul se llevará a cabo del 21 al 23 de febrero, y que únicamente serán medidos Antonio Gali Fayad, Pablo Rodríguez Regordosa, Jorge Aguilar Chedraui y Franco Rodríguez, con el objetivo de establecer el ranking de aspirantes del que saldrá el abanderado a la alcaldía y las diputaciones locales. La unidad que lleva construyéndose desde septiembre pasado, finalmente, llega a buen puerto.

 

 

Del lado tricolor, según César Camacho Quiroz en su primera visita a Puebla, la mega encuesta sería levantada del 18 al 21 de febrero para que, finalmente, el partido tome una decisión al finalizar la XXI Asamblea Nacional. A diferencia del bando contrario, el sondeo será un indicador poderoso pero no definitivo porque habrá que esperar la decisión del Gran Elector, Peña Nieto, que no permite fisuras ni tránsfugas como le ocurrió a Ernesto Zedillo. Y para ejemplo, basta el botón de Baja California: Hank Rhon amenazó con desafiar la candidatura de unidad de Castro Trenti, pero a la mera hora y tras recibir la llamada esperada, se quedó sentado en su casa.

 

 

En la proximidad de los comicios, los partidos políticos revelan su verdadera esencia de maquinaria militar en la disputa por el poder. Su trabajo es movilizar a sus simpatizantes, hostigar a sus enemigos y convencer a los indefinidos. Como milicia, su primer objetivo es garantizar la unidad de sus propios partidarios frente a la de los enemigos. Un ejército quebrantado, divido, sin causas ni intereses común, es presa fácil de sus rivales. Los candidatos están para tomarse fotografías, abrazar niños y ancianas, ofrecer a sus electores el oro y el moro, mientras sus estructuras movilizan, atraen, operan.

 

 

La compleja unidad tricolor tiene como antecedentes la ruptura del 2010 cuando Mario Marín impuso a Javier López Zavala como la piedra angular de su proyecto transexenal, haciendo a un lado perfiles más atractivos como Blanca Alcalá o Enrique Doger. Desde entonces, Moreno Valle se convirtió en el líder tricolor desde Casa Puebla, cooptando y comprando voluntades en el Congreso y la dirigencia estatal. A lo largo de sus primeros dos años, el tricolor fue cómplice del morenovallismo en sus políticas legislativas y gubernamentales.

 

 

¿Quién manda en el PRI?La orfandad tricolor provocó mandatos sucesivos: de Javier López Zavala a Jorge Estefan Chidiac, culminando ahora en Juan Carlos Lastiri y el regreso del señor tenebroso Mario Marín, impresentable en lo público pero dominante en la oscuridad. Sin embargo, el tricolor es un partido balcanizado, sin capitán ni puerto. Vaya, un partido donde hay muchos jefes para tan pocos indios.

 

 

El retorno al gobierno federal le permite al PRI recuperar el cemento del poder como factor de unidad: ofreció César Camacho en su visita a Puebla que para los perdedores habrá espacios. Diputaciones, regidurías, suplencias, a costa de no quebrantar la disciplina del Gran Elector. Porque eso de que Enrique Peña Nieto no se va a inmiscuir en la selección de los candidatos es una falsedad que nadie se quiere creer. Es el Presidente quien lo quiere ganar todo, y nadie debe equivocarse en ese punto.

 

 

Por el contrario, la unidad del PAN es mucho más compleja porque el matrimonio entre el Yunque y el morenovallismo fue forjado en el infierno. Rafael Moreno Valle y Eduardo Rivera están destinados a entenderse, como ya ocurre efectivamente. Lejos de las apariencias, el entendimiento de ambos ejércitos parte de la naturaleza pragmática de la política. El alcalde de Puebla tiene una disyuntiva simple: ¿a quién prefiere entregarle el gobierno municipal? ¿A Tony Gali Fayad o a Enrique Agüera, Doger o Pepe Chedraui? A menos que Lalo que sea suicida, por supuesto que al secretario de Infraestructura.

 

 

Moreno Valle tampoco tiene un escenario mejor: perder el Congreso implica perder la autonomía que da la mayoría legislativa, así como cancelar su proyecto presidencial del 2018 o trascendencia en la política nacional. Tampoco será mejor su gobierno si en las principales ciudades del interior gobierna el PRI. Su segundo trienio, literalmente, se convertiría en una batalla diaria, en un pago por evento eterno. Negociación tras negociación, piedra tras piedra.

 

 

Los desvelos de Moreno Valle comienzan a remitir. El PRD ya dio el sí definitivo para la nueva megacoalición, y salvo uno que otro distraído, todos asumen que Gali Fayad será el candidato a la alcalde. La incertidumbre, sin embargo, priva todavía en el PRI porque César Camacho no dio señales ni pistas. Y en esa tensión todo puede ocurrir, incluso que los que ya daban por segura su participación, empiecen a bajarse del barco.

 

 

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