Saturday, 20 de April de 2024


Los empresarios de Puebla “valen madres”




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El breve destello de fulgor que trajo la presencia de Franco Rodríguez no debe malinterpretarse: los empresarios poblanos, salvo contadas excepciones, son negociantes con el poder. Ejemplos sobran: la riqueza no proviene del emprendimiento sino de los vínculos con el gobernante en turno  

 

Lo escuché recientemente en un cónclave del poder: los empresarios poblanos valen madres. Traducción, ni son ricos ni son emprendedores. ¿Quiénes son los capitanes de la industria local, sus empresarios distinguidos? Dos o tres nombres siempre salen a reducir. Luis Regordosa Valenciana, millonario que ha vendido todos sus negocios y ya no produce riqueza. Gilberto Marín Quintero, dueño de Mabesa, apartado de los círculos de influencia. ¿Quiénes más? Enrique Montoto Arámburo falleció en 2007. Carlos Peralta Quintero hace tiempo que sacó sus inversiones del estado. Antonio “El Diablo” Fernández Carvajal, cabeza del Grupo Femsa, hizo fortuna en el norte del país al emparentar con los Garza Sada pero aquí no hizo nada. Francisco Bernat pasó de multimillonario a rico en su aventura futbolística. ¿Hay algo que podría denominarse los Amos de Puebla, utilizando la frase del periodista Jorge Zepeda Patterson? Lo dudo mucho.

 

 

Las reflexiones sobre el sector empresarial surgen con motivo del relevo de Francisco Rodríguez Álvarez en el Consejo Coordinador Empresarial. Ayer, por unanimidad, eligieron como nueva cabeza de la cúpula patronal a un empresario que no es empresario. Me explico: Fernando Treviño Núñez es un abogado egresado de la Libre de Derecho, especialista en corporativo y que trababa en el despacho Rivadeneyra, Treviño & de Campo. Pero no es dueño de ninguna gran empresa poblana, no genera riqueza y su experiencia se reduce a presidir una cámara de comercio México-Estados Unidos. ¿Ése es el nuevo representante de los hombres del capital?

 

 

A excepción de Domingo Minutti (Italian Coffee), Félix Ayala Ávila (La Morena), los millonarios de Puebla en el mejor de los casos son herederos de fortunas familiares forjadas en el pasado, y en el peor, representantes de una casta de colusión que transita de sexenio en sexenio en busca de privilegios, cochupos y prebendas. Así como Bartlett tuvo a Jorge Espina y José Abed, Melquiades Morales tuvo a Manuel Alonso Espinosa y Carlos Peralta. Mario Marín fue el más pródigo hacedor de millonarios con Edgar Nava, Ricardo Henaine, Julián Ventosa y tantos prestanombres más.

 

 

La colusión de empresarios con el poder llegó precisamente en el sexenio marinista cuando, a cambio de perdonarle el escándalo Cacho, los dirigentes empresarios Juan José Rodríguez Posada y Rogelio Sierra Michelena aceptaron el reparto de los ingresos provenientes del Impuesto sobre la Nómina a través de un consejo controlado por Gerardo Pérez Salazar, secretario de Finanzas y vínculo con los hombres de negocios. A lo largo del sexenio manejaron alrededor de 6 mil millones de pesos con el pretexto de invertir en “proyectos productivos”, pero ninguno rindió frutos. ¿Qué hicieron con todo ese dinero?

 

 

En medio de la oscuridad del acuerdo entre la cúpula empresarial y el marinismo surgió una figura emergente que pintaba para convertirse en un líder histórico de los hombres de negocios en Puebla. Franco Rodríguez llegó a la Coparmex y de ahí saltó al Consejo Coordinador Empresarial gracias a su vinculación con universidades y ONG que cristalizaron en Actívate por Puebla, el colectivo más dinámico de los últimos años y que tuvo una gran influencia en los comicios de 2010, así como en la crítica al marinismo. Ya en el actual sexenio, Franco rechazó la sumisión clásica de sus predecesores, cerró los ojos a los negocios y se convirtió en una voz crítica del morenovaliismo en sus excesos propagandísticos.

 

 

Franco Rodríguez tuvo una disyuntiva: convertirse en un líder al estilo de Juan Sánchez Navarro, con credibilidad, influencia y respeto, o saltar a la incierta arena política. Al final, escuchó el canto de las sirenas yunquistas, se lanzó a la disputa de la candidatura panista a la alcaldía y al final terminará como un aspirante a la diputación. Solamente los días por venir determinarán si tomó una decisión correcta o incorrecta.

 

 

El breve destello de fulgor que trajo la presencia de Franco Rodríguez no debe malinterpretarse: los empresarios poblanos, salvo contadas excepciones, son negociantes con el poder. Ejemplos sobran: la riqueza no proviene del emprendimiento sino de los vínculos con el gobernante en turno. Por eso su influencia es oscilante y no hay un capitán permanente: lo mismo aplica a los vinculados con la ultraderecha, como José Antonio Quintana, Jorge Espina o Juan José Rodríguez Posada, que los vinculados al PRI como Julián Ventosa, Falín Posada, Enrique Torres, Edgar Nava y Ricardo Urzúa. Y también a los que les da lo mismo cobrar de un lado que del otro, como José Abed, que lo mismo hizo el periférico con Bartlett que el CIS con Moreno Valle. Empresarios chupasangre, dicen los españoles.

 

 

La nueva presidencia del CCE no hace más que profundizar la crisis de la clase empresarial de Puebla que, resignada a su carencia de capital, ideas, competitividad o profesionalismo, espera con ansia cada proceso electoral para invertir en candidatos a alcaldía o gubernaturas. ¿O alguien cree que los espectaculares y promocionales se pagan solos?

 

 

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