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La rueda del poder es infinita y no para de girar. Apenas salimos de un tenso proceso electoral que dejó como saldo la mayoría del PRI-PVEM en la Cámara de Diputados, cuando inmediatamente nos enfrascamos en la disputa por la minigubernatura de 2016, y Los Pinos en 2018. Ambos procesos tienen como vaso comunicante a la figura de Rafael Moreno Valle, aspirante presidencial que requiere apoderarse del albiazul como plataforma preponderante, así como mantener sus vínculos con PRD y Nueva Alianza, para construir una coalición ganadora. Y es que el proceso de 2015, pese a sus muchas interpretaciones, fortaleció al aliancismo como el mecanismo para ganar, o en su caso, consolidar el poder.
No es gracias al PRIque Peña Nieto tendrá la mayoría en la Cámara de Diputados para la segunda mitad de su sexenio: será gracias al Partido Verde, el gran ganador del proceso, que pasará de su bancada actual de 29 diputados, a una de 47, un crecimiento real del…. ¡62 por ciento! En apenas tres años. La necesaria inflación del PVEM fue correctamente calculada al preverse la caída del tricolor en San Lázaro, que irá de 212 actuales a entre 198 y 203, dependiendo de las impugnaciones y de la supervivencia o no del PT.
Entre PRI y PVEM, en alianza legislativa tras la coalición electoral, tendrán la mitad de los votos de San Lázaro, 250 curules. ¿Cómo puede ocurrir esto si entre ambos suman 36.09 por ciento de la votación? Esto es, por qué si reciben 36 por ciento de los votos, tienen a su disposición la mitad de los asientos en San Lázaro. ¿De dónde sale el otro 14 por ciento?
Del factor máximo de sobrerrepresentación del 8 por ciento consignado en la Constitución y las leyes electorales. Así, es la legislación electoral la que le da el máximo poder al PRI-PVEM, aunque no la votación de las urnas.
A los 250 diputados que tendrán la alianza tricolor-verde en San Lázaro, deben sumarse los 10 que ingresará Nueva Alianza, uno de mayoría y nueve plurinominales. Al final, la cifra mágica es de 260, con lo que el oficialismo tendrá el margen necesario y suficiente para aprobar leyes, y sobre todo, el presupuesto de 2016, el más complejo del México moderno porque tendrá la teórica base cero a partir de la caída del dinero petrolero. Desde 1991 que no ocurría, pero los tiempos del mayoriteo han vuelto.
No puede pasarse por alto la brillante ingeniería electoral diseñada desde Los Pinos, y operada por Osorio Chong y César Camacho para traducir en curules lo que habrían de perder en apoyo popular tras nueve meses de tormenta y escándalos de corrupción. Una nueva apuesta por el aliancismo que tanto defiende Moreno Valle como vía de acceder al poder.
El brillante estratega Federico Berrueto del Gabinete de Comunicación Estratégica lo describe a la perfección en su columna de Milenio publicada ayer: “la regla que subyace en el sistema mixto mexicano es que los partidos que obtengan más triunfos distritales son los que más se benefician de la asignación. Para evitar la sobrerrepresentación, se determina que esta no debe exceder los 8 puntos porcentuales, ejemplo el PRI obtiene 32.6 por ciento de los votos, no puede tener más de 40.6 por ciento de los asientos. Otro partido que se benefició de la sobrerrepresentación fue el PVEM.
“La construcción de mayoría absoluta fue objetivo del gobierno del presidente Peña Nieto. Sus colaboradores entendieron bien el sistema de asignación y de esta forma pudieron aprovechar los espacios que la ley otorga. Es evidente que quienes tomaron la decisión partieron de un escenario realista, moderadamente adverso, es decir, una disminución del porcentaje de votos respecto de la elección de 2012 y considerablemente mayor respecto de la de 2009. La previsión les permitió lograr mayoría absoluta con la suma de tres fuerzas políticas: PRI, PVEM y Nueva Alianza.
“La definición fundamental… fue que el PVEM postulara candidatos en 56 distritos, muchos de probabilidad de triunfo con el PRI. La coalición ganó 29 de estos distritos, lo que le valió al PVEM sumar un total de 47 distritos, 20 más que en la elección pasada. El PVEM incrementó 1 por ciento su votación, pero casi duplica su presencia legislativa precisamente como un efecto de haber ganado esos 29 distritos.
“Para el caso concreto de la pasada elección, el tricolor obtuvo su más baja votación histórica en términos de porcentaje y volumen de votos, aun así, precisamente, mediante la coalición con el PVEM y Nueva Alianza alcanza la mayoría parlamentaria en la Cámara”.
Las elecciones federales intermedias de 2015 fueron muchas cosas, como un deseo de la sociedad de castigar a los malos gobiernos locales, pero también fue un ejercicio brillante de la ingeniería electoral, cortesía de Los Pinos, Covián e Insurgentes Norte. Ahora, a prepararnos para el mayoriteo como pan nuestro de cada día.