Algo sabrá Guillermo Deloya de lo que se piensa en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) tricolor sobre el “pacto de unidad” rubricado el fin de semana por los aspirantes a la minigubertura peor posicionados en las encuestas. Sin un nivel de conocimiento o intención de voto que los haga competitivos, Juan Carlos Lastiri y el ex gobernador Mario Marín decidieron dar un golpe en la mesa ante la inminente candidatura de Blanca Alcalá o Enrique Doger. La edad feliz del tricolor poblano se terminó y el canibalismo ha resurgido cuando, en teoría, Beltrones ya hace las consultas para comenzar la etapa definitoria tras el puente de muertos.

Por supuesto, se equivocan Lastiri, Jiménez Merino, Vega Rayet y compañía. El único criterio que por el momento preocupa a Manlio Fabio Beltrones es la competitividad del candidato priista, así como su capacidad de conducir una campaña de contraste contra el régimen morenovallista. De sobra está, según explica Deloya, cualquier pacto de unidad, ya que ésta se encuentra sobreentendida. ¿O alguno de estos seis ilustres piensa traicionar al PRI o a Enrique Peña Nieto? Se ve difícil.

Ninguno de estos ilustres promotores de la unidad tricolor se distingue en alguno de los campos que evalúa el CEN. Conocido es el caso de subsecretario Lastiri, quien pese a disponer del aparato del gobierno federal, no ha podido pasar del 15 por ciento de conocimiento y 2 puntos de intención de voto. Es el caso más triste de quien ha desperdiciado tiempo y recursos de forma incomprensible.

Y si el hombre de confianza de Rosario Robles no pinta en las encuestas, menos lo hacen Juan Manuel Vega Rayet y Alberto Jiménez Merino, caracterizado por un perfil rural que no hace empatía con el electorado urbano. Impulsado por Marín como ficha de negociación, su perfil lo hace un excelente candidato a diputado o edil de la Mixteca, pero difícilmente es atractivo para el electorado independiente que domina la zona metropolitana.

Esta triada —Lastiri, Vega Rayet y Jiménez Merino— comparten además un defecto terrible: su escasa capacidad comunicativa para ganar titulares: escudándose en su cargo federal, han encontrado el pretexto ideal para no realizar críticas al morenovallismo, demostrando miedo en lo que será un punto crucial en la próxima campaña. Sus reproches siempre los hacen en voz baja, cuidando de no irritar al poder en turno. Más que políticos, son negociadores. ¿Alguien recuerda alguna declaración medianamente interesante de algunos de estos cuidadosos del deber y desentendidos de la obligación?

Mientras Blanca critica los candados antiBronco, Doger reparte candela a todas horas, y Deloya inicia una estrategia de criticar a las acciones de gobierno morenovallista, la triada Lastiri, Vega y Jiménez no tocan ni con el pétalo de una rosa a Moreno Valle, o a su candidato Gali. Sin discurso de contraste, quieren posicionarse con pactos de unidad absurdos que, como dice el titular del Icadep, son ociosos para un PRI comandado por Manlio Fabio Beltrones.

Otra cosa es Alejandro Armenta o Víctor Giorgana, quienes ya ganaron elecciones al morenovallismo enarbolando un discurso crítico de contraste que los hizo superar el 7 de junio pasado a teóricos favoritos del régimen. En su caso, la falta de tiempo es lo que los hace no competitivos para el 2016, pero opciones viables para 2018. Enrolarse en un bloque de esa naturaleza no es la mejor vitrina.

Así, Lastiri y Marín han decidido reventar el proceso antes de que comience. Han enviado a crear la conformación de un bloque cuyo objetivo es, irónicamente, vetar a los mejor posicionados en las encuestas. No es improbable que hayan sido respaldados por algún personaje del gobierno federal, y que quien más ría sea Moreno Valle ante el pacto de unidad cuyo objetivo es desunir. Pronto conoceremos la opinión de Manlio Fabio Beltrones.