Wednesday, 24 de April de 2024

Lunes, 04 Mayo 2015 01:36

Candidatos mediocres serán diputados que rebuznan en San Lázaro




Written by  Arturo Rueda

Ser electo para diputado federal no es cosa menor, aunque en los últimos años se ha abaratado mucho. Apenas en la legislatura que termina atestiguamos todos los temas trascendentales en los que participaron: privatización energética, reforma político-electoral, reforma educativa y en telecomunicaciones. ¿Qué sabían de esos temas Fili Guevara, Néstor Gordillo, Blanca Jiménez, Lupita Vargas, Mary Carmen García de la Cadena, Lisandro Campos o varios más que sólo llegaron a San Lázaro a rebuznar y a alzar su dedito, porque en realidad no entienden de nada?


La mediocridad de la campaña electoral es directamente proporcional a la mediocridad de los candidatos postulados por los partidos políticos. Ningún bando se salva, y con contadas excepciones, tenemos a los peores perfiles en décadas porque su experiencia en la cosa pública es más que escasa. La kakistocracia de la que habla Michelangelo Bovero —el gobierno de los peores— se hace realidad en Puebla. ¿Qué puede aportar en San Lázaro, por ejemplo, alguien como Xabier Albizuri, cuando su paso por la política se reduce a ser secretario particular en Infraestructura y luego a regidor por menos de un año? ¿O Xitlalic Ceja, a quien no se le conoce cargo alguna en toda su vida, y sus antecedentes en la vida pública se limitan a niñera de los hijos de Javier López Zavala y esposa de un marinista corrupto? ¿Con semejantes perfiles, qué interés pueden tener los electores del Distrito VI de la capital por ir a votar? ¿Cómo podrían participar en los grandes debates sobre el futuro del país?

 

Lo mismo se aplica a casi todos los distritos de la entidad: Don Nadie pelea contra Don Nadie. El caso del Distrito IX de la capital es pavoroso: de un lado tenemos a Juany Maldonado por la alianza PRI-PVEM, que ni de Puebla es, ni se le conocen antecedentes de la vida pública, y del otro a Genoveva Huerta, famosa por ser segundona de todo en Acción Nacional y por algunos cargos menores en el Instituto Poblano de la Mujer. ¿Qué tipo de debate pueden ofrecer dos ignorantes en el sentido literal de la palabra? No extraña que no quieran transparentar su patrimonio, si hasta su currículum vitae es mísero.

 

Ser electo para diputado federal no es cosa menor, aunque en los últimos años se ha abaratado mucho. Apenas en la legislatura que termina atestiguamos todos los temas trascendentales en los que participaron: privatización energética, reforma político-electoral, reforma educativa y en telecomunicaciones. ¿Qué sabían de esos temas Fili Guevara, Néstor Gordillo, Blanca Jiménez, Lupita Vargas, Mary Carmen García de la Cadena, Lisandro Campos o varios más que sólo llegaron a San Lázaro a rebuznar y a alzar su dedito, porque en realidad no entienden de nada?

 

¿Cómo puede ser México mejor si al Congreso de la Unión enviamos nuestros peores hombres y mujeres?

 

El caso del Distrito XI es pavoroso: si bien la abanderada del PRI-PVEM es una chica echada para adelante, apenas acaba de terminar la universidad. O sea, cero experiencia en nada. Y peor es Angélica Ramírez, hija predilecta del Yunque, odontóloga de profesión, ya fue diputada federal entre 2003-2006. ¿Alguien recuerda su paso por San Lázaro? ¿Algo destacado o medianamente reseñable? Y al terminar de cobrar su dieta prefirió irse con su familia a Canadá, y regresó en 2014 cuando el morenovallismo le dio otra vez la posibilidad de cobrar del erario. ¿Vamos a enviar a una oportunista de ese nivel a representarnos?

 

El lector con experiencia podrá señalar que en todos los regímenes existen inventos sexenales. Es cierto: se trata del personaje ignoto, semidesconocido, de escasos talentos, que asciende y desciende de la vorágine del poder al mismo tiempo que su benefactor, pero que en ese breve periodo acumula influencia y riqueza sin merecerlo, sin pasar la prueba del tiempo. Manuel Bartlett tuvo a José Luis Flores. Melquiades Morales a Carlos Arredondo. Y Mario Marín a Valentín Meneses y Javier López Zavala.

 

Pero el caso de estos candidatos mediocres excede por mucho al caso de los inventos sexenales. Nada justifica su pobreza académica, legislativa, de experiencia en la cosa pública. ¿Cómo se les puede considerar clase política que se eleva a clase parlamentaria, en la tipología tradicional de Mosca y Pareto? ¿Sobre la base de qué méritos?

 

Se trata de una de las muchas desafecciones que provoca el fenómeno actual de la política. Hasta hace una década, llegar a la Cámara de Diputados era resultado de una carrera en ascenso. La escalera del poder dictaba que primero se era regidor, luego alcalde o diputado local. El poder como una escalera siempre en ascenso.

 

Ahora ser diputado federal se ha abaratado: no van los mejores hombres, sino los que retratan mejor. No los que tienen los mejores perfiles o carrera, sino los que menos conflictos o resistencias pueden generar al interior de una bancada o partido. Los mejores en obedecer, y no los que comprenden los problemas del Estado. Los dóciles, y no los preparados. ¿Alguien va interesarse en acudir a las urnas por estos tipejos?

 

Hace más de dos milenios que Platón advirtió esta degeneración perpetua del sistema democrático. Y seguimos en lo mismo: por eso personajes tan menores como Albizuri o Genoveva tienen el camino para llegar a San Lázaro. Y júrelo, sólo van a rebuznar.

 

 

 

 

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