El día de ayer, la Suprema Corte de Justicia de la Nación desechó el proyecto de sentencia de amparo en revisión sobre la despenalización del aborto en el estado de Veracruz que presentó el ministro de la Corte, Juan Luis González Alcántara Carrancá. La razón por la que subo esto a la mesa es porque me di cuenta que no todas y todos entienden por qué la Suprema Corte discutió este tema, y por qué su resolución impacta tanto en materia de género y de derechos humanos. Como abogada, trataré de explicarlo de la mejor manera:

Nos han robado 151 millones de pesos en gastos operativos para atender la violencia machista y la igualdad entre hombres y mujeres. ¿Y por qué digo que nos robaron? Porque ese presupuesto, que sale de los bolsillos del pueblo, lo recortaron y no nos dijeron a dónde demonios se lo llevaron o qué hicieron con él.

"¿Por qué si existe la violencia política de género contra las mujeres, no existe contra los hombres?" "¿Por qué si las mujeres piden igualdad, no pueden pedir lo mismo para los hombres?" "Las mujeres están buscando tener más beneficios que los hombres con su reforma de violencia política..."

Desde hace tiempo, el fuero ha sido motivo de una profunda discusión en México.  Durante años dio inmunidad parlamentaria a servidores públicos no sólo para el ejercicio de sus funciones, sino como protección ante distintos actos de corrupción.

La señora Beatriz Gutiérrez Müller tiene mucho que aprender. ¿Qué no es ella la que siempre ha criticado a aquellos que se suben al ladrillo y se marean? Pues bueno, el día de ayer nos confirmó que ella no sólo está mareada, sino que ya padece un vértigo digno de consulta con el médico.

John Ackerman sacó las garras, y no precisamente para rascarle la espalda a su esposa Irma Eréndira Sandoval, sino para pedir abiertamente que destituyan a Ricardo Monreal de la bancada de Morena, después de su entrevista con Carlos Loret de Mola.

Hoy estoy de luto.

En una habitación oscura, alumbrada con la luz tenue de un par de velas, al más puro estilo de Lord Voldemort y sus mortífagos, se encontraban sentados alrededor de una mesa Brozo, Denisse Dresser, Jorge Castañeda, Gustavo de Hoyos, Armando Garza Sada, Claudio X González, entre otros personajes mexicanos de gran importancia. En la cabecera se encontraba dirigiendo la reunión el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, vestido con una larga bata de seda negra, fumando una pipa con su mano derecha y sosteniendo un vaso de whisky en la izquierda: 

Cuando iba en tercer semestre de la universidad, una maestra me invitó a formar parte de un proyecto de alianza con una Asociación Civil que se dedica a prestar servicios jurídicos a bajo costo. Cuando me explicó que formaríamos parte de una coordinación llamada "víctimas del proceso penal", entendí por primera vez lo podridos que estaban los sistemas judicial y penitenciario.

La secretaria de Gobernación estaba sentada en su cama con la mirada perdida mientras se cepillaba el cabello, justo antes de emprender camino a la mañanera. Le habían informado unas horas antes desde la oficina de presidencia que debía estar ahí para dar la cara por el tema de los feminicidios. Sabía que tenía que mentir, otra vez. Sabía que una vez tomado el micrófono, debía fingir demencia. Y es que la señora está más cuerda que todos nosotros, y sabe perfectamente que la línea que le dan por parte de su jefe ultraconservador no va de acuerdo a lo que ella ha pregonado los últimos 20 años desde su silla en la Suprema Corte y a lo largo de su inmaculada carrera como Ministra.