La guerra de los troles
Son los candidatos más feos de la galaxia y su labor será imponer su crueldad en las urnas
Había una vez, en una galaxia muy lejana, pero muy lejana, una horda de troles creyentes en que el zavalismo era su escape del hambre y de la sabiduría... Ya el marinismo ha aniquilado la República, pero un monstruo querrá erigir su propio imperio
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Selene Ríos Andraca
No es una película de ciencia ficción escrita y dirigida por George Lucas, pero por los personajes que representarán al PRI en la contienda electoral el próximo 5 de julio la película sería La Guerra de los Troles: peludos, gritones, impulsivos, sangrientos y feos, muy, pero muy feos.
Había una vez, en una galaxia muy lejana, pero muy lejana, una horda de troles creyentes en que el zavalismo era su escape del hambre y de la sabiduría... Ya el marinismo ha aniquilado la República, pero un monstruo querrá erigir su propio imperio.
Así comienza la guerra, con los primeros combates ante adversarios sencillos y fáciles de dominar, una simple Comisión de Asuntos Internos que toda su vida han peleado por ser parte del ejército y se han quedado recluidos reparando los daños de los demás.
Serán batallas las próximas a enfrentar, y “la guerra empezado no ha”, porque aún falta que corra sangre priista y que el monstruo que busca recrear su propio imperio obtenga los votos del Senado.
Habrá regreso de los Siths, la pipitilla ya ha contraatacado. Así “la guerra de los Troles comenzado ha”.
Al frente de la horda que ayer desfiló por el bosque del PRI van personajes como Blanca Jiménez Hernández, Isabel Merlo Talavera, Juan Carlos Lastiri, Julieta Marín, Carlos Pereda Grau y con papeles especiales y diseñados especialmente para ellos están: Francisco Ramos Montaño como Jar Jar Binks, Leobardo Soto encarnando al gran felpudo Chewbacca y el corruptazo Óscar Aguilar intentará interpretar al empedernido apostador Watto.
De La Guerra de los Clones a La Guerra de los Troles, en la que ambas los soldados actúan en automático, por previa programación para obedecer y defender los intereses de un emperador Palpatine a punto de ser jubilado y para acomodar la estructura para el Proyecto Zeta del viscoso y malhablado Jabba the Hutt.
Los papeles más importantes son encarnados por Alberto Jiménez Merino como Obi Wan Kenobi, Carmenchú Izaguirre como la Princesa Leia y Janet González hará su mejor esfuerzo por ser una C3PO a la priista.
En la avanzada del ejército de los Troles, Jabba the Hutt mandó a Blanca Jiménez con un centenar de simpatizantes y un mariachi galáctico que hizo más negocios que en una carrera de naves cualquiera, y Blanquita cantó, bailó e impuso su fealdad al ser la única aspirante inscrita por el noveno distrito de la capital.
Tras los Troles, venía un Jar Jar Binks jugueteando con sus enormes orejas y sopesando su torpe naturaleza para encarar al centenar de acarreados que acudieron exclusivamente a gritarle: ¡Paco!, ¡Paco ¡Paco!, aunque Jar Jar Binks apenas y entendía el mensaje pues estaba concentrado en inscribirse sin mayores reparos, aunque con un mariachi que le aturdía sus ideas sobre la extinta República.
Un grito desgarrador rompió el silencio en el Salón Presidentes Intergalácticos, un enorme y peludo hombre engullido en una enorme guayabera acaba de entrar tratándose de hacer entender entre los presentes: “Uaaag… Uaaag… Uaaag” balbuceó Chewbacca, para exigir su registro por el distrito doce de la capital.
Óscar Aguilar, cuyo personaje marinista sirvió para que George Lucas creara al podrido Watto, se defendió a muerte ante las grabadoras: “Yo no soy corrupto, yo soy el principal hombre en este estado que lucha contra la corrupción (…) las denuncias en mi contra son rumores”. Aunque también es capaz de vender a la madre del elegido, por unas doradas moneditas.
Y en punto de las ocho de la noche comenzó la Gran Guerra de los Troles que terminará un 5 de julio con la dominación total de Jabba the Hutt, aunque le arrebate el Imperio a Palpatine hasta dentro de un año.
Había una vez, en una galaxia muy lejana, pero muy lejana, una horda de Troles creyentes en que el zavalismo era su escape del hambre y de la sabiduría.
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