Friday, 26 de April de 2024


Un beso para los Bellos Durmientes




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En elecciones pasadas se veía algo que hoy no se ha visto. Antes veíamos a los candidatos a puestos de elección con sus presidentes de partido disfrazados de chaperón o de guardaespaldas. Bien a bien no se sabía cuál de esos dos roles desempeñaban porque cuando les tocaban un pelo a sus muchachos saltaban como fieras en defensa de sus cachorros.

Presenciábamos dos campañas; una, la de los candidatos y su glamour; y otra, la de los dirigentes de partido con las espadas por encima de sus hombros. Los desempeños de unos y otros estaban perfectamente delimitados; los primeros aventaban propuestas, abrazos y besos a manos llenas vestidos de luces y lentejuela; mientras que los segundos, intercambiaban golpes y alzaban la guardia para responder a los ataques.

 

 

Pero eso era antes. Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, diría Bécquer. Hoy, por lo visto, las cosas han cambiado notablemente porque ni Rafael Micalco ni Pablo Fernández del Campo se han involucrado en las campañas de sus candidatos a presidentes y diputados locales.

 

 

¿Cómo se sentirán Enrique Agüera y Tony Gali sin la presencia activa y viva de sus liderazgos partidistas? Huérfanos. Solos. Abandonados. Y no porque no los necesiten, tienen poca disposición, brillan por su ausencia, están distantes, como si no quisieran participar en la contienda, como si pretendieran hacerse invisibles.

 

 

El desempeño cojonudo y bravo de Micalco y Fernández del Campo no es cuestión de moda y de tiempos pasados. Tampoco de invisibilidad. Hace falta, es un aditamento. Los necesitan sus candidatos y las campañas. El viejo esquema de que los chingadazos los echa el dirigente y las cosas bonitas las dice el candidato es la conjugación del verbo “riesgo”, pues mientras más abran la boca en pos de su defensa, Gali y Agüera, más propensos estarán a cometer errores.

 

 

Gali ya necesitó de Micalco después de su tontera en la Udlap y Agüera también necesitará de Fernández del Campo si le sacan cualquier prenda sucia de su pasado (que a decir de sus conocidos son muchas). Ninguno de los dos está vacunado contra la guerra sucia, los golpes bajos y sus efectos. Por eso creo que la presencia activa de sus respectivos liderazgos partidistas es un asunto de urgencia.

 

 

Una cubeta con agua fría en la cara puede ser el consejo adecuado para despertarlos. O con un beso como a la Bella Durmiente. Recordemos que apenas en las presidenciales del año pasado incluso hubo, además de defensas airadas de los dirigentes de partido en pos del buen nombre de sus candidatos, debates públicos que le dieron sabor a las elecciones. Ya se verá a quién despiertan primero. Se corren apuestas.

 

 

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