Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo, reza el folclor mexicano. Parece ser eso, válgase la redundancia, pareciera que a Eric Cotoñeto lo manipuló una demoniaca y poderosa fuerza (misteriosa también) para que se le fuera encima a las patadas, rasguños y mordidas a la inquieta y agitante de Roxana Luna.
No es de extrañar que esas cosan ocurran. Ya vimos El exorcista, a propósito. Pero que ocurran en el momento justo, en el instante preciso y a la hora clave en que se puede venir abajo el negocio de la privatización de 25 sistemas de abastecimiento y control de agua potable (entre ellos el del Soapap), resulta demasiado extraño y preocupante.
Siendo como es el caballero Cotoñeto, tan propio, tan recto, tan honorable, tan ético, indigna y consterna que pudiese ser víctima de una posesión satánica al estilo de Linda Blair. Que se quede el infinito sin estrellas si alguien creyera que el señor Cotoñeto es capaz de obedecer, no sé, una instrucción, una orden, un mandato interno como:
–¡Madreate a La Roxana!
–¡Dale duro y a la cabeza (a la pinche vieja, dijera Marín y Kamel) con el asunto de moda de las extorsiones a presidentes municipales!
–¡Pártele su madre!–en resumidas cuentas.
¡Nooo, por Dios!, el dirigente y diputado del PRD no se prestaría a eso (ni se volvería a prestar), por ser de una sola pieza. Es sospechoso, insisto, porque sus acusaciones las hizo en el peor momento en que pudo hacerlas. Somos seres humanos imperfectos y por ese sólo hecho somos sujetos al error, somos esclavos del demonio pues. Y seguramente eso fue lo que ocurrió, los señalamientos de Cotoñeto coincidieron con la diatriba de la privatización del agua potable por caprichos del averno. Nada más.
Ahora bien, si la pequeña estrella (que es lo que significa “Roxana”) en verdad se anda centaveando a los presidentes municipales con los diezmos, quinciezmos y veinticincoezmos, al igual que otros compinches suyos, pues que se lo documente el célebre Eric Cotoñeto porque seguramente, igual que él, puede que la diputada perredista también esté siendo poseída por alguna extraña fuerza del inframundo empeñada en ubicarla en el sospechosismo.