Friday, 19 de April de 2024


Elba Esther, sin ahijados y sin amigos




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No estoy del todo seguro que sea lo correcto, pero Gerardo Islas Maldonado hace lo que puede por deslindarse de la maestra Elba Esther Gordillo. Difícil la cosa. Una proeza mítica. El intento es sobrehumano y se valora. Aquí el meollo del asunto estriba en si le creen o no cuando niega ser gente suya; y a decir verdad, suena descabellada la defensa pero no faltará quien le crea.

Dicen quienes lo conocen que Gerardo es un tipo inteligente y talentoso. Se ve; tiene la percha. Si no lo fuera no estaría al frente del Partido Nueva Alianza en el estado de Puebla ni tendría una linda novia. Él como muchos otros debieron ver en el Panal si no a un gran partido, arrasador y apabullante, cuando menos sí a uno que le pudiera abrir las puertas de acceso a espacios de elección popular locales y federales.

 

 

La apuesta no fue mala mientras “La Maestra” fue lo que fue, poderosa, influyente, factor dominante y domadora de presidentes de la República. Si pudo acuñar gobernadores, diputados, senadores y liderazgos políticos nacionales, por supuesto que pudo haber hecho de Gerardo Islas una creación sobrenatural de amplios poderes. Y para allá iba. Ahí la llevaba pues, si no hubiera sido porque la guardaron por tiempo indefinido.

 

 

Pero Gerardo no fue ni el único ni el último en apostar por “La Maestra”. Hubo otros. Y hubo desde quien soñó con ser alcalde de su pintoresco pueblo hasta quien se cobijó en su manto para ser Ejecutivo de la nación. Manejó el verbo soñar en pasado porque al caer en desgracia la lideresa del SNTE con toda seguridad desmoronó castillos en muchas partes del país incluyendo Puebla.

 

 

Tal vez no le crean cuando asegura no haber sido del primer círculo de Elba Esther. Yo sí le creo a Gerardo. Pocos, poquísimo, fueron los que pudieron ganarse la confianza y el corazón de la Gordillo. De hecho, en las crónicas de Ricardo Raphael y en las investigaciones periodísticas de Alberto Aguirre y Arturo Cano, resaltan su enorme desconfianza hacia quienes querían acercársele. Era un animal instintivo y desconfiado, como los lobos.

 

 

Al inicio de la columna dije que no estaba tan seguro de ser lo correcto que Gerardo Islas negara a la maestra Elba Esther como lo ha hecho en los micrófonos; y lo escribí así porque en entrevistas recientes Roberto Campa, Luisa María Calderón y Manlio Fabio Beltrones admitieron su amistad con ella e incluso se preciaron de seguir siendo sus amigos. Valientes los muchachos, ¿no? Si su negación es cierta, lástima por él, porque difícilmente le creerán, y si en verdad fue su madrina y aspiró a que lo convirtiera en un monstruo de la política, póngale usted, amigo lector, el calificativo que se merezca.

 

 

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