Viernes, 26 de Abril del 2024
Martes, 10 Julio 2018 02:34

¿Ganó el pobrerío?

¿Ganó el pobrerío? Escrito Por :   Silvino Vergara

“Los nadies: los hijos de nadie,Los dueños de nada…Que no tienen cara, sino brazos Que no tienen nombre, sino número”. Eduardo Galeano


 

“‘pobrerío’”, así le denominaba Eduardo Galeano a la población de a pie (Galeano Eduardo. El Libro de los abrazos. Ciudad de México: Siglo XXI, 2013), a los que nunca han tenido oportunidad de ir más allá de sus problemas diarios de mera subsistencia, de los problemas que se viven día a día por el desempleo, la inseguridad y las carencias propias del sistema actual. Sistema del cual cita el profesor uruguayo: “Un sistema de desvinculación: para que los callados no se hagan preguntones, para que los opinados no se vuelvan opinadores. Para que no se junten los solos, ni junte el alma sus pedazos”. Pareciera que en las históricas elecciones del domingo primero de julio de 2018 fue el “‘pobrerío’” el que se volcó a votar, desde luego por el hartazgo de un sistema que ha dejado de funcionar desde hace 20 años; un hartazgo que, más allá de él, ha permitido masas y masas de desplazados de sus tierras para que se acomodaran las mineras, la industria del turismo, los clubes de golf, los centros comerciales y grandes fraccionamientos, así como la delincuencia organizada.

 

Este sistema provocó —contra el cual la mayoría votó— la migración, causada, de inicio, por las pocas oportunidades de crecimiento y desarrollo en cualquier región del territorio nacional y, después, por la inseguridad pública, justificada por la existencia del crimen organizado, pero originada por las propias autoridades policiales y gubernamentales (cual herencia desde la Conquista), al grado de que en la década de los 80 en México surgió el autonombrado “superbarrio”, héroe de las causas nobles y de los desprotegidos que, a decir de Eduardo Galeano en su descripción: “tiene barriga y piernas chuecas…  En una punta de la ciudad enfrenta a la policía y salva del desalojo a unos muertos de hambre; en la otra punta, al mismo tiempo, encabeza una manifestación por los derechos de la mujer o contra el envenenamiento del aire; y en el centro de la ciudad, invade el Congreso Nacional y lanza una arenga denunciando las cochinadas del gobierno” (Galeano, Eduardo. El Libro de los abrazos. Ciudad de México: Siglo XXI, 2013). Es propiamente el símbolo del héroe nacional que debe estar en contra del sistema. Por eso es que acudió a votar la población, una población a la que pareciera que el sistema estimula a no votar; pero que, precisamente por eso, por nuestra cultura de la adversidad, la reacción fue exactamente la contraria: acudir a votar.

 

Y también, dentro del ‘pobrerío’ que acudió a votar se incluye a la clase media conformada por los profesionistas, a los pequeños comerciantes que el propio sistema ha golpeado sujetándolos a leyes administrativas de prevención, a un control permanente por medio de los impuestos, las licencias, cédulas y autorizaciones gubernamentales, o, en su caso, esclavizando por medio de los créditos bancarios, becas educativas para sus hijos y las deudas contraídas en tiendas departamentales, supermercados o tiendas de conveniencia.

 

Además, dentro de ese ‘pobrerío’ están incluidos los servidores y funcionarios públicos, aquellos que llevan años y años en el mismo cargo y que solamente observan cómo llegan a los cargos más altos, en su calidad de jefes de las instituciones del Estado, sujetos que no tienen experiencia, menos carrera civil, pero que, con horarios benevolentes y salarios excesivos, se encargan de dirigir una institución que desconocen, tomando decisiones contradictorias y en beneficio de empresas de dudosa procedencia, como los estudios con que aparentemente cuentan y de los que presumen haber realizado en universidades del extranjero para llegar a esos altos cargos públicos.

 

También acudió a votar, dentro de ese ‘pobrerío’, el empresariado mexicano, pero aquél que no está en el sistema, el que no acude a las licitaciones gubernamentales porque sabe que son corruptas, aquel empresariado que no se inmiscuye en los negocios turbios de los contratos de prestación de servicios con el Estado que nunca se prestan, del suministro de bienes al Estado que no se suministran o, en su caso, de las obras faraónicas estériles o que se inutilizan después de la magna inauguración. Ese empresariado que no tiene esperanza alguna, más que depender de su actividad y suministrar bienes o servicios a una sola empresa extranjera (como su único cliente) que posteriormente, por una gran fusión, venta o escisión, desaparecerá y lo dejará embarcado con las deudas de sus materias primas o sus trabajadores. Ese empresariado también es parte de ese ‘pobrerío’ que, al acudir a solicitar un crédito bancario, le exigen que cuente con garantías, con bienes al triple de ese crédito, lo cual resulta absurdo, y, por ello, le niegan el crédito que lo anula de cualquier competencia económica con las empresas trasnacionales de ese sistema por el que votó en contra.

 

Todo ese ‘‘pobrerío’’ nacional es el que acudió a votar por un cambio de sistema, que ha hundido a la nación y que solamente no ven los que no quieren ver.

 

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