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Martes, 18 Septiembre 2018 02:12

La independencia faltante

La independencia faltante Escrito Por :   Silvino Vergara

“La historia de México es la del hombre que busca su filiación, su origen. Sucesivamente afrancesado, hispanista, indigenista, "pocho", cruza la historia como un cometa de jade, que de vez en cuando relampaguea”. Octavio Paz


 

Los países de América latina, en el siglo XIX, lograron su independencia política del control central de Europa; lo cual se conmemora en diversas fechas: 15 de septiembre de 1821, para los países de Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, El Salvador; por su parte, Colombia, el 20 de julio de 1810; Argentina, el 25 de mayo de 1810; Brasil, el 7 de septiembre de 1822; Haití, que fue el primero de América latina, el 1 de enero de 1804; y, desde luego, la emblemática fecha de conmemoración en México del 16 de septiembre de 1810. En todas esas fechas, más que la propia independencia, se logró el inicio de lo que posteriormente fue la anhelada independencia política, con lo cual se fueron conformando sus propios gobiernos, leyes y políticas públicas.

 

Desde luego, la historia “monumental” de cada uno de los países dicta lo que sucedió en las batallas heroicas para lograr esa independencia, narrada con el fin de forjar el sentimiento de unidad en el pueblo, de la conformación de una nación y de una propia identidad. Por ello, el propio Estado, en un tiempo, fue resaltando esas proezas provenientes de mujeres y hombres del propio pueblo; sin embargo, en los últimos 25 años en México está sucediendo lo contrario: han sido desdibujadas, olvidadas, desprestigiadas todas esas batallas de los de “abajo”. Recordemos los tiempos de la presidencia de Carlos Salinas, cuando se sostenía que los niños héroes de Chapultepec no existieron —desde luego que debía decirse eso, si estábamos por firmar un tratado de libre comercio con el Estado que los exterminó— o, bien, que nunca sucedió el acto épico del Pípila en Guanajuato. Y en los tiempos del presidente Calderón, supuestamente, se comprobó que la orden de fusilamiento a Maximiliano de Hamburgo no fue ejecutada por una contraorden expresa del presidente Benito Juárez o, lo que está sucediendo actualmente, que se ha menospreciado la revolución del sur de Zapata y engrandeciendo penosamente el Porfiriato, olvidándose del genocidio yaqui que causó.

 

Esto se debe a la denominada historia “monumental”, que es la dictada desde arriba por las políticas públicas del Estado, y la cual actualmente no requiere enaltecer a los héroes provenientes del pueblo, sino que pretende hacerlo con los de “arriba”. Por ello, aparecen escritores-historiadores que en un esquema novelesco pretenden dictar la historia verdadera de nuestra nación, dándole prioridad a los sistemas represores, como es el caso del Porfiriato o, bien, del imperio de Maximiliano, dejando a un lado lo que puede hacerse desde el propio pueblo. Todo ello como una forma de comunicar que la evolución y los cambios de una nación no pueden venir desde abajo. Es por ello que, normalmente, cada presidencia tiene a su historiador de cabecera, que es el que dicta la forma en que se debe contar esa historia.

 

Hoy, lo que nos hace falta en América latina (y México, desde luego, no es la excepción) es la independencia del pensamiento central que está sustentado en las ideas que provienen de Europa y de Estados Unidos de Norteamérica, aun cuando parezca que no se puede formar pensamiento propio, ni hacer una cultura, economía y desarrollo desde la periferia de nuestros países. Algo por lo que, en parte, se dicta de esa forma la historia “monumental” para sujetarnos a esa única forma de pensar y actuar.

 

Desde luego, existe una lucha constante de oposición que sostiene que sí es posible ello, esto es, lograr esa segunda independencia que ya no es la del siglo XIX, que fue la política, sino aquella que nos sujeta a la economía y al pensamiento de la centralidad, como lo sostiene el juez de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos Eugenio R. Zaffaroni (El derecho latinoamericano en la fase superior del colonialismo. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2015). Así mismo, se requiere una reconducción de las políticas públicas para que se pueda combatir ese sistema capitalista financiero, que ha provocado más pobreza en nuestra región, a decir de José Pablo Feinmann (Crítica del neoliberalismo. Buenos Aires: Planeta, 2016); o de una filosofía propia de Latinoamérica, una filosofía “de la liberación”, como lo sostiene Enrique Dussel (En búsqueda del sentido. Ciudad de México: Colofón, 2017), para la cual se necesita un derecho menos represor, uno diferente al que solamente impone leyes para criminalizar a la población; uno que, por el contrario, conforme instituciones jurídicas que permitan lograr un derecho emancipador, como lo dicta el profesor Boaventura de Sousa Santos, (Democracia y transformación social. Ciudad de México: Siglo XXI, 2017). Ahora bien, para todo ello es necesario conocernos a nosotros mismos, a nuestra idiosincrasia, como lo sostuvo magistralmente Octavio Paz en El laberinto de la soledad. Por ello, estamos aún frente a esa independencia faltante.

 

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