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Miércoles, 05 Junio 2019 01:20

El desdén de los electores

El desdén de los electores Escrito Por :   Silvino Vergara

“El papel del gobierno estatal se está reduciendo a una mera versión ampliada y agrandada de las comisarías de policía locales de toda la vida” Zygmunt Bauman


 

En las pasadas elecciones extraordinarias para gobernador en Puebla, lo que sucedió fue que el sistema democrático representativo, por la poca participación de los electores, recibió un desdén de sus ciudadanos, es decir, un desprecio hacia el sistema electoral dominical. Pareciera que la fórmula de los partidos políticos, de las elecciones, de que el único valor del ciudadano es el de acudir en una ocasión esporádica a votar se ha agotado. Y este fenómeno no es local ni, mucho menos, nacional; parece mundial. Basta con observar los movimientos que se han presentado en el mundo en los últimos años, las reacciones de la propia población contra sus gobiernos, como ha sido el caso de los denominados indignados de la Plaza del Sol en Madrid, que se convirtió en un reguero de pólvora por todo el mediterráneo y provocó, por lo menos, la movilización ciudadana en muchos países europeos reclamando esa democracia representativa estéril. La primavera árabe egipcia es otro síntoma de que las cosas para la democracia representativa no andan bien. Y, actualmente, los chalecos amarillos en París, con sus subes y bajas en el número de participantes, han desestabilizado el gobierno francés. Muestras de que ha caducado el sistema democrático que nos gobierna.

 

Los factores, desde luego, son muchos, y uno de ellos es el poco valor que se le da a la ciudadanía, pues acudir una sola ocasión a votar algún domingo del año y regar en el ambiente que es la mejor forma de participar, que hay que presumir que se acudió a votar, que quien acude es un buen ciudadano, que es un acto cívico votar e invitar a votar; todo ello es una forma de darle valor a esa representación tan indirecta, respecto a la cual basta citar a Noam Chomsky, el profesor norteamericano, que describe el sistema norteamericano (que es para muchos de los estudiosos del tema un modelo de democracia): “James Madison, el principal artífice de la Constitución y a la sazón uno de los principales defensores de la democracia pugnaba porque el poder recayera en manos de los ricos […], porque los ricos son el grupo mas responsable. Del sistema constitucional oficial, confió la mayor parte del poder al Senado. Madison se preocupaba por los terratenientes y sus derechos […]. El Senado acapara la mayor parte del poder, pero también era la cámara más alejada de la población. La Cámara de los representantes, mucho más cercana, tenía una función infinitamente más reducida” (Chomsky, Noam, Réquiem por el sueño americano: los diez principios de la concentración de la riqueza y el poder, Ciudad de México: Sexto Piso, 2017).

 

De esa misma democracia representativa, cita Enrique Dussel: “Algunos de los padres fundadores del sistema democrático estadounidense tenían la democracia real y, por ello, inventaron una democracia representativa muy especial (donde las élites escogen a los candidatos de los partidos y el ciudadano los confirma)” (Dussel, Enrique. Carta a los indignados, Ciudad de México: La Jornada Ediciones, 2011).

 

Quizás esa democracia representativa ha caducado, el desinterés de la población es signo distintivo de ello; porcentajes de la mitad de los electores o poco más son muestra del rechazo y resentimiento de un sistema que olvidó a los ciudadanos. A decir de Boaventura de Sousa Santos: “El voto por el Brexit y el voto por Donald Trump fueron, en gran medida, votos de resentimiento, un ajuste de cuentas con los políticos profesionales, el precio que tienen que pagar por haber olvidado a ‘sus’ electores” (De Sousa Santos, Boaventura, Democracia y transformación social, Ciudad de México: Siglo XXI, 2017). Ese resentimiento también se muestra con la poca participación en las elecciones de los votantes. Incluso, en casillas donde los porcentajes son menores a la mitad, pareciera, lastimosamente, que se trata de un simple simulacro democrático.

 

Un aditamento más al desdén de los electores para acudir un domingo ocasional a votar es que los poderes de los Estados, es decir, de las naciones, cada día tienen menos influencia y están más debilitados en muchas de las medidas políticas, económicas y jurídicas que se presentan en las naciones; pues la dependencia actual es al poder económico global, a los organismos internacionales que dictan las medidas-recomendaciones que deben aplicarse en cada país. Por ello, el poder político se encuentra disminuido, como lo sostiene el profesor polaco Zygmunt Bauman; se reducen las naciones a simples comandancias de policía; entre más débil sea el Estado, es más maleable por el poder económico mundial, al que no le interesa la población de aquel. Cita, al respecto, Eric Hobsbawm: “el mundo ideal sería uno sin Estados o, cuando menos, uno formado por Estados pequeños en vez de grandes […], cuanto más pequeño es un Estado más débil es” (En Zygmunt Bauman; Donskis, Leonidas, Maldad liquida, Buenos Aires: Paidós, 2019). Así, si el accionar del poder político está tan disminuido, el resultado es que las propuestas y promesas de campaña no son del agrado de muchos o, bien, que no haya distinciones abismales entre unos y otros candidatos, salvo sus colores de sus partidos políticos, religión y equipo favorito de futbol.

 

Quizá, la tarea ciudadana es conformar una democracia más participativa y menos representativa, que los ciudadanos no sean simples consumidores de votos dominicales. Pero esa democracia participativa no la impulsarán los partidos políticos que están más preocupados en mantener el registro y el presupuesto. Así, pues, en tanto contemos con una sociedad adormilada o, bien, preocupada por el día a día, intranquilos por servicios de salud y de educación que el Estado otorga como dádivas; mientras estemos alarmados por la inseguridad pública incontrolable, asustados por el desempleo en incremento, aterrados por la situación económica de las empresas, oficinas, fábricas y talleres; desde luego, no existirá interés en una democracia participativa. Por eso, la reacción dominical inmediata es el desdén de los electores.

 

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