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Martes, 11 Junio 2019 01:55

Hijos del presupuesto

Hijos del presupuesto Escrito Por :   Silvino Vergara

Los padres de familia que tienen muchos hijos son los más fieles servidores del gobierno, por su miedo a la miseria”. Porfirio Díaz


 

Según el politólogo Francisco Bulnes, estas fueron palabras de Porfirio Díaz en alguna de sus charlas con sus más allegados colaboradores: “Los mexicanos están contentos con comer desordenadamente antojitos, levantarse tarde, ser empleados públicos con padrinos de influencia, asistir a su trabajo sin puntualidad […]”. Al parecer nada equivocado estuvo el general con la realidad actual, menos aún con el ambiente de aquellos tiempos. Prueba de ello es que se mantuvo en el poder durante 30 años. Pudiera decirse que, a pesar del paso del tiempo, estamos en las mismas condiciones que hace más de cien años: las cosas siguen igual, es decir, que somos hijos del presupuesto.

 

El mismo historiador, el profesor Bulnes, sostiene que el sistema “toma de las tripas” a la burocracia para garantizar la lealtad de sus integrantes. Algo que se puede comprobar con lo manifestado por el general Porfirio Díaz, quien, al respecto, sostenía: “Lo que tienen miedo los mexicanos de las clases directivas: a la miseria, no a la opresión, no al servilismo, no a la tiranía, [sino] a la falta de pan, casa y de vestido, y a la dura necesidad de no comer o sacrificar su pereza” (En Rosas, Alejandro, Para conocer la historia de México, Ciudad de México: Mr ediciones, 2016).

 

Resulta lamentable, pero, así como es de triste, es cierto; como prueba: nuestros tiempos. Con el cambio de administración pública federal y, ahora, estatal, estamos en un ambiente generalizado, claro, con sus excepciones, pero comprobando esa sentencia porfirista, esto es, el miedo de caer en la miseria, no al cambio de ideales ni al servilismo ante quien algún día hasta se odiaba a los cuatro vientos.

 

Resulta que los que se quedaron en la administración pública, e incluso en otros órdenes e instituciones del propio gobierno (como dentro del poder legislativo, judicial o en los denominados organismos autónomos), ya dejaron sus ideales, sus principios y su propio pensamiento a un lado, y, sorprendentemente, los modificaron de una quincena a la otra. Ahora resulta que apelan por los derechos de igualdad, más que por los de libertad; que están completamente de acuerdo con la denominada “austeridad republicana” y que son “primero los pobres”. Toda una serie de actos de calistenia mental y de gimnasia burocrática para mantener el cargo público, el puesto, la dirección etc. Todo un modo de pensar que hace recordar lo que se decía en los tiempos de la administración pública de Miguel Alemán: “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”, máxima que se acuña al denominado ‘Tlacuache’ Cesar Garizurieta, compañero de la infancia del propio presidente Alemán. Esto comprueba que somos hijos del presupuesto.

 

Y a los que no les sucedió esto, es decir, a los que las circunstancias, las condiciones los obligaron a salir del sistema, del presupuesto, de la oportunidad del negocio, entonces, se les abre un abanico de posibilidades, desde poner despachos de asesoría para las licitaciones, para las compras del gobierno, para los trámites, para la defensa de los ciudadanos frente a las acciones gubernamentales o, incluso, para asesorar a los que se quedaron; hasta incorporarse en los órganos el Estado. Personas que, por ende, se convirtieron, de la noche a la mañana, en profesores, catedráticos, conferencistas, periodistas, escritores, columnistas, asesores, empresarios, promotores; en aquellos que entendieron y comprendieron, gracias al paso por la administración pública, que ella servirá para vivir en “el error momentáneo”, es decir, para estar fuera del sistema desconociendo lo que es pagar una quincena, arrendar un local o una oficina, contar con gastos, pagar su gasolina y viáticos, contratar personas capacitadas y no a amigos y recomendados e, incluso, tener que pagar impuestos.

 

Desde luego, la mejor carta de recomendación, por el momento, es haber habitado en el sistema, es decir, ser hijo del presupuesto; y, con esa carta de recomendación, proponer soluciones, estrategias, opciones al público necesitado de esos servicios. Sin embargo, es muy importante hacer una distinción esencial. Por ejemplo, en el campo de lo jurídico, tener como carta de presentación el haber formado parte del sistema, generalmente, sólo sirve para ofrecer al público, como servicio, el “conocimiento” de las malas mañas que, normalmente, son pasajeras y se aprenden en las oficinas gubernamentales; pero no se ofrece el propio derecho. Y es evidente que éstas son dos cosas muy diferentes: las mañas son ocasionales, el conocimiento jurídico es permanente; o, bien, como se dice en el mundo vulgar, “una cosa es ser borracho y otra, cantinero”. Por ello, los que comprenden esa diferencia aún anhelan ser “hijos del presupuesto”.

 

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