Nadie niega que dicho proceso se caracterizara por la violencia, el despojo y la imposición cultural. Se cumplen 500 años de la llegada de Hernán Cortés a tierras mexicanas y, a pesar de la distancia, resulta aún indispensable profundizar el debate histórico sobre este periodo fundacional, llevando a cabo una revaloración de las múltiples raíces que dieron origen a nuestra sociedad mexicana.

Sin embargo, la solicitud del gobierno federal resultó, además de polémica,  incongruente por distintas razones. En primer término, existe la incorrecta percepción de que los pueblos indígenas mesoamericanos fueron vencidos, mientras que la realidad documenta que la mayoría de los pueblos, en tanto aliados de los españoles, fueron vencedores del proceso militar. De hecho, el ejército que conquistó Tenochtitlán estuvo compuesto en más de un 90 por ciento por indígenas tlaxcaltecas, chalcas y totonacas, entre otros grupos. Para sorpresa de muchos poblanos, también formaron parte de dichos contingentes indígenas de Huejotzingo y Huaquechula, quienes se aliaron a los españoles impulsados por los agravios previos que padecieron de los mexicas.

Poco se ha ahondado sobre la incongruencia de la propuesta presidencial. Muchos pueblos originarios indígenas participaron de la Conquista como aliados de los españoles, tanto en territorios mexicanos como en lo que hoy constituyen diversas naciones centroamericanas y fueron partícipes de los excesos que caracterizaban las guerras de la época.

Particularmente, la historia de la alianza militar entre quauhquecholtecas (léase Huaquechula) y españoles ha sido poco difundida. Apenas el año pasado, la UNESCO reconoció el Lienzo de Quauhquechollan, un impresionante códice del siglo XVI que se expone en el Museo Regional de Cholula, con la denominación de Memoria del Mundo. En dicho documento pictográfico se narra la alianza entre el señorío indígena y Hernán Cortés (1520), así como la migración de los ejércitos al sur de México y la posterior conquista conjunta de Guatemala.

Resalta el hecho de que la alianza entre Huaquechula y la Corona Española no se diese sobre el avasallamiento. Los aliados indígenas disfrutaron de un estatus único de indios conquistadores. En el códice, incluso, se les puede observar portando armas europeas (prerrogativa prohibida para los pueblos originarios) y, curiosamente, se auto representaron con tés blanca (diferenciándose así de los pueblos conquistados). Sin la participación de los aliados indígenas “mexicanos” y esclavos africanos, la conquista de los territorios guatemaltecos se hubiera demorado muchos años. En 1527, según las amplias investigaciones de Florine Asselbergs, acompañaron al conquistador Jorge de Alvarado alrededor de seis mil indígenas mexicanos. De acuerdo con los cálculos, por cada español habrían participado 15 indígenas en dicha campaña militar (no sólo de Huaquechula).

Dicho códice captura también, por ejemplo, los inmisericordes métodos de castigo españoles a los que sometieron a los conquistados. El ejercito conquistador, del que formaban parte los contingentes indígenas poblanos, fueron testigos y partícipes de los crueles aperreamientos (ataque de perros sobre los prisioneros).

Tomando en cuenta este testimonio, tengo para mí que hubiese tenido mayor autoridad moral la solicitud de disculpa a la Corona Española si, con anterioridad y autocrítica, nuestro país hubiese revisado este tipo de acontecimientos. La palabra convence, pero el ejemplo arrastra.