Aquella mañana, fuimos testigos - todas mujeres- de testimonios desgarradores por parte de las familias que exigían justicia por el asesinato de su hija, hermana, prima, etc; sin duda, uno de eso momento que marcan tu vida.
Y así como Frida, el día de ayer -3 de noviembre- cientos de personas, entre ellos activistas, colectivos y familiares, marcharon contra la incontrolable ola de feminicidios que azotan a este país. Exigieron justicia. Exigieron seguridad. Exigieron paz. Exigieron un país donde no maten mujeres.
Los festejos, desfiles, catrinas, el color del cempasúchil quedaban atrás; la muerte dejaba de festejarse y venerarse, regresaba a la realidad que le corresponde, al sufrimiento, al dolor y la impotencia.
Sin embargo, a diferencia de otras marchas, los colectivos - estimado lector-entre sus consignas, solicitaron a la Organización de las Naciones Unidas, se institucionalice el 3 de noviembre como el "Día de las Muertas". Nada mal para un país en el que asesinan a 9 mujeres diarias.
Quizá en algún futuro, la sociedad mexicana adopte esta fecha y comience a darle su lugar a las víctimas y familiares que lo han perdido todo por culpa de un país que no ha podido cuidar de sus mujeres.
Quizá más adelante las ofrendas sean un método de expresión para aquellas que han sido violentadas, asesinadas y desaparecidas.
Lo más paradójico y triste es que el Día de las muertas, más que una conmemoración, es una realidad.