De acuerdo a cifras del INEGI, estamos viviendo el año más violento en la historia de nuestro país.

Casi treinta y siete mil homicidios dolosos se encuentran dentro de las estadísticas que arroja el primer año de gobierno de López Obrador.

Pero todo va bien, ¿no?

La estrategia de seguridad (si es que se le puede llamar así) y Alfonso Durazo han fallado.

Nadie más que AMLO quería la Guardia Nacional.

Sin objetivos específicos y ni siquiera reglamentación clara de su composición y competencia, el Presidente decidió crearla y en ella centrar la seguridad nacional.

Bajo este tipo de decisiones mal tomadas, hoy hay consecuencias graves.

Primero, el aumento claro entre el 10 y 30 por ciento de todo tipo de delitos cometidos en el país, como la extorsión, secuestro, feminicidios, robos en carreteras, entre otros.

Y por supuesto tragedias y hechos vergonzosos como la masacre en contra de la familia LeBaron en Chihuahua, la emboscada a policías en Michoacán, el ataque a un bar en Coatzacoalcos y hasta el Culiacanazo.

En este país de miedo, cada 40 minutos muere de forma violenta un joven de entre 15 y 29 años, la mayoría de estos asesinatos están relacionados con el crimen organizado.

La salida fácil de López Obrador y quienes pretenden negar la realidad ha sido decir que los niveles de inseguridad son herencia de gobiernos anteriores.

Las máscaras como los pretextos irán cayendo.

Y hay que decirlo de nuevo hasta que todos podamos entenderlo.

La falta de resultados es la consecuencia clara de quienes ocupan espacios que no entienden y que al parecer no les alcanzará jamás la talla.