Y es de que entre las elecciones del año pasado en las que fueron elegidos presidente de la República, senadores, diputados federales, gobernador, diputados locales y presidentes municipales y este año nuevamente gobernador; los poblanos se declaran saturados de la promoción política, sobre todo porque encuentran incongruencias entre los partidos políticos, los candidatos y quienes fueron elegidos y ya toman decisiones en este país.
Y es que los que fueron electos el año pasado en su mayoría al rendir protesta se transformaron y “se percibe” que lo primero que hicieron fue olvidarse de lo que prometieron cuando fueron piadosos a pedir el voto.
Por ese desprestigio el grueso de quienes tienen derecho a ejercer su voto se declaran hartos, decepcionados, desconfiados y se resisten a participar en un proceso que está definido.
Con este planteamiento es un hecho que México no puede avanzar. Por el contrario, retrocede, y en vano la fuerte inversión que se asigna a un proceso que ya no levanta expectativas y desprestigia el quehacer político.
Pero en este contexto nadie debe darse por vencido, por el contrario, hay que comprometerse para que se produzca el verdadero cambio para avanzar y seguir el mejor camino que aún está pendiente.
Si las estructuras “ciudadanas” conformadas para manejar los procesos electorales no han funcionado, es el momento de que con la participación ciudadana funcionen, después de un largo y azaroso camino que generaciones anteriores tuvieron que hacer paso a paso para ganar en una primera meta la ‘ciudadanización’ de los órganos electorales.
Así es como se escribe y se hace la historia de las grandes hazañas que logran cambiar el rumbo de la sociedad.
En esta coyuntura ahora corresponde al ciudadano desconfiado sumar su esfuerzo para no dejar solas a las autoridades, víctimas de un contexto sesgado sobre lo que realmente pasa.