Y es que la democratización al interior de todos los partidos políticos hoy se ha convertido en un arma de presión y chantaje cuando las decisiones no favorecen o alientan planes y proyectos muy personales.

Los ideales y las convicciones se han guardado para otro tiempo, hoy lo que mueve a todos es la ambición de poder por encima de lo que sea necesario.

Con estos valores en juego cada vez resulta más difícil y complicado desplegar campañas que dignifiquen y enaltezcan a los contrincantes políticos.

En nuestro estado las cosas han resultado muy difíciles, y ni el olor a muerto ha logrado combatir la polarización que está presente en todo lo largo y ancho del estado, que vive su peor momento.

En este contexto, las perspectivas no resultan alentadoras y por el contrario, todo apunta a peores días porque nadie ha logrado la madurez, nadie sabe esperar, y lo peor, casi todos hoy se venden en la antesala de una supuesta espera.

Así volveremos a repetir capítulos de la historia que nos han costado muy caros, y de los que lamentablemente  no aprendemos la lección, que nos pone ante la coyuntura de asimilar que hoy es el momento de Puebla.

Y para este momento se requiere sumar a todas las fuerzas que hoy tratan de moverse desperdigadas profundizando divisiones que ya se vio que a nada conducen.

¿Qué hará falta?

Respetar el quehacer político que hay que asimilar qué es una ciencia, arte, filosofía y técnica.

Encender el fuego es fácil, pero para controlarlo el combatiente comienza por quemarse también.

Ya es hora de hacer las cosas de otra forma.

Hay que entender que al líder ya lo tenemos, no hay que dejarlo solo, ni mucho menos hay que claudicar, es hora de dar rienda suelta a las convicciones y sumar en favor del que consideramos el mejor proyecto.