En torno al proceso desde el interior de cada partido político, una vez más se asoma la inmadurez, la mezquindad, el egoísmo. Nadie es capaz de ceder, todos se sienten con derecho y el mundo tiene que posarse a sus pies.
Y... ¿dónde queda la decisión de construir una democracia fuerte, real y la vocación de servicio?
Una vez más volvemos a la misma mediocridad y mitomanía que lleva a los actores políticos a creer que son indispensables y necesarios, y así una vez más nos conducen a la división que tan cara nos ha salido y desencadena la desconfianza que en el anterior proceso, el del año pasado, nos llevó a un desgastante juicio del que los poblanos quedamos ante los demás como trinqueteros, irresponsables y revoltosos.
Por lo que hoy surge la voz del poblano que grita ¡ya no más de lo mismo!
Nadie quiere que se repita la historia.
Nadie quiere que los resultados se vuelvan a poner en manos de un tribunal para que decida.
Nadie le apuesta a otra anulación.
Y es que en las condiciones en las que se encuentra Puebla capital, aventarse otro capítulo igual representaría la afrenta para una sociedad y para un sistema de partidos y para el manejo democrático de una sociedad, que desde la intervención de los hermanos Serdán hace más de un siglo, todo apuntaba a que los poblanos habíamos alcanzado la madurez y éramos dueños de nuestro destino.
¿En dónde nos perdimos?
Es el momento de asumir con responsabilidad los retos y entender que para llegarle a las aspiraciones y sueños personales hay que lucharle y admitir que un día se pierde y otro se gana.
Sólo hay que llevar a la batalla la disposición del juego limpio, del que todos saldremos ganando.