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Lunes, 29 Julio 2019 02:08

A 50 años de la tragedia de Canoa

A 50 años de la tragedia de Canoa Escrito Por :   Gabriel Sánchez Andraca

Hace cincuenta años, medio siglo, ocurrió una tragedia en San Miguel Canoa, población náhuatl ubicada en las faldas de La Malinche, a media hora del centro de la capital del estado.


 

            Un grupo de trabajadores de intendencia de la Universidad Autónoma de Puebla, aprovechando el periodo vacacional del que gozaban, organizó una excursión a La Malinche, llegaron en la noche para hospedarse en la casa de un amigo e iniciar el ascenso a la montaña al día siguiente.

 

            Era el 14 de julio de 1969, el mundo y la nación mexicana estaban viviendo los efectos de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Aquí en el Estado de Puebla estaba la lucha por la llamada ‘Reforma Universitaria’. La derecha y la izquierda poblanas sostenían una guerra interna sumamente agresiva toda vez que los grupos ultras de uno y otro lado encabezaban esa lucha que parecía no tener fin, pues se había iniciado en 1961 y ocho años después todavía continuaba.

 

            Eran los tiempos del “cristianismo sí, comunismo no”. El párroco de Canoa pertenecía al grupo radical de la Iglesia Católica que hablaba de que el comunismo pretendía quitarles los hijos a sus padres y volver ateos a todos los mexicanos. Eran los tiempos del arzobispo Octaviano Márquez, quien había convocado meses atrás a una concentración anticomunista en el atrio y Zócalo de la capital para impedir que ‘los comunistas’ se apoderaran de la universidad estatal que estaba en manos de la derecha, del famoso Concejo de Honor que se guiaba por los concejos y las directrices que les dictaba el señor arzobispo.

 

           La sociedad poblana, pues, estaba dividida, confrontada. Por eso no era nada raro que en un pueblo donde reinaba la ignorancia, la opinión del señor cura fuera tenida como la palabra divina.

 

           Bastaron unos comentarios del párroco sobre ‘los comunistas’ que habían llegado al pueblo seguramente para adoctrinar a los lugareños para unirse a su movimiento, para que se armara de inmediato un grupo dispuesto a “defender” a la Iglesia contra viento y marea.

 

           La noche de ese 14 de julio, los defensores de la fe fueron a rodear la casa del vecino que había hospedado a sus amigos que trabajaban en la UAP, pero no tenían ni idea de las razones que los maestros y estudiantes de uno y otro bando aducían para pelearse. Ellos cumplían con su trabajo y ya.

 

          Los solventados habitantes de Canoa lincharon no sólo a los excursionistas, sino a la familia y amigos de la familia que les dieron hospedaje y el resultado fue aterrador: varios muertos y heridos.

 

           Tuvo que ir la Policía de Puebla lo más rápido posible para salvar a los muchachos y lograr la calma.

 

           El pueblo de Canoa, una junta auxiliar del municipio de Puebla, saltó a la fama, mala fama, nacional e internacional. Varios años después, aparecieron amplios reportajes en revistas nacionales y de otros países sobre los hechos, se escribieron libros y se hizo una película filmada en otro pueblo poblano cerca de San Martín Texmelucan, sobre la carretera federal a México.

 

           Cincuenta años han pasado desde aquél aciago día, aquella aterradora noche, pero por fortuna en Canoa las cosas han ido mejorando al grado de que sus autoridades municipales, integradas por jóvenes con estudios universitarios, el pasado 14 de julio lograron reunir en la plaza pública del pueblo, embellecida por cierto, a varios cientos de personas, al párroco también joven y de amplio criterio, el padre Miguel Sánchez de Ciudad Serdán, para pedir perdón por lo ocurrido a Julián González Báez, el único sobreviviente de la trágica aventura de medio siglo atrás.

 

          El trabajador universitario, ya setentón y jubilado, concurrió al acto acompañado de su esposa, sus hijos y sus nietos.

 

          Platicamos de esto con el presidente municipal Rodolfo Luis González Comisario, con estudios de arquitectura en la BUAP; con Mariana Magdalena Sánchez Roja, regidora y estudiante de Derecho y Ciencias Políticas en Puebla; y con Luis Pérez Arce, secretario particular del presidente auxiliar, todos ellos originarios de Canoa, todos ellos bilingües, pues hablan español y náhuatl. Su idea es borrar la mala imagen que desde hace medio siglo se tiene de su pueblo y esforzarse para que por medio de la educación, de la mayor convivencia con los pueblos vecinos y con la capital del estado, se logre la superación cultural de los habitantes, no sólo de Canoa, sino de los pueblos de los alrededores, todos de cultura náhuatl, y que se sientan orgullosos de sus raíces, como ellos, y hablen su lengua original y el español también, sin pena, sin complejos.

 

          El presidente nos dijo: “Hemos dado un primer paso, pero seguiremos trabajando sobre todo en el ramo de la educación para salir del atraso y que las nuevas generaciones tengan un porvenir mejor.

 

          Muchos pueblos campesinos de la entidad requieren un fuerte trabajo de culturización. Todavía ahora, en pleno siglo XXI, se siguen dando casos de linchamientos de gente inocente.

 

            Con esto del incremento de la delincuencia y el clima de inseguridad que vive el país, en Puebla se han cometido tantos linchamientos que en evaluaciones oficiales se coloca a la entidad en el primer lugar en ese tipo de hechos.

 

            Como nos dijo el presidente auxiliar de Canoa, se requiere educación, culturización para acabar con esa violencia insensata que, en la mayoría de los casos, afecta a personas respetables, ajenas por completo al o los delitos que se les achacan en el momento de la agresión.

 

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