Andrés Manuel López Obrador ofreció no meterse en la designación del candidato de Morena a la gubernatura, y tampoco en la contienda electoral, y todo indica que está cumpliendo su palabra: sólo así puede explicarse la ‘pelea de perros’ en que se convirtió ese proceso por las ambiciones sin límite de Ricardo Monreal y su pupilo Alejandro Armenta Mier.

 

Sólo en el silencio presidencial, el libre juego ofrecido por el tabasqueño puede entenderse que Morena sea el lobo de Morena. A la distancia, sin embargo, no debe gustarle en lo absoluto la voracidad mostrada por Monreal: si esto hace por el gobierno de Puebla, ¿qué hará cuando se dispute la dirigencia nacional de Morena o la candidatura presidencial?

 

Se entiende que López Obrador tenga la intención de respetar su palabra de no intervenir en los comicios, pero ya es hora de que aplaque a Ricardo Monreal y a Alejandro Armenta Mier. Su tolerancia a los excesos de ambos personajes ya raya en la permisividad que pone en peligro a Morena.

 

¿Qué le falta hacer al dúo Monreal-Armenta?

 

Ya desafiaron a la dirigencia de Yeidckol.

 

Ya descalificaron el método de selección de candidato a través de las encuestas.

 

Ya impugnaron jurídicamente la designación de Miguel Barbosa.

 

Ya le desearon la muerte.

 

Ya extorsionaron con la mitad del gabinete presente y del futuro gobierno a cambio de no impugnar.

 

Ya se han excedido en insultos y descalificaciones.

 

Lo último: ya denunciaron penalmente al candidato de Morena por enriquecimiento ilícito, haciéndole la ‘chamba’ a los conservadores del PAN.

 

¿Qué más falta ver en esta ‘pelea de perros’ que es Morena contra Morena?

 

La liga, por supuesto, se rompió ayer con la denuncia que presentó el ‘gatillero’ de Monreal. Fantasiosa, inconsistente, su único objetivo es dañar, darle armas al PAN, al PRI, a quien se atreva.

 

Si Barbosa y Morena no tuvieran una ventaja tan amplia, que algunos calculan hasta en 30 puntos, la beligerancia de los monreales ya pondría en peligro la victoria en Puebla. Todavía no llegan a ese punto, pero qué pasaría si lo logran…

 

Por supuesto, en política la beligerancia tiene límites. Nace en la aspiración legítima de Armenta de ser gobernador, sigue en la contienda interna, pero luego se tuerce en la ambición desnuda del chantaje.

 

Este día, CAMBIO presenta un nuevo ‘audioescándalo’ que confirma la extorsión de Alejandro Armenta a Luis Miguel Barbosa.

 

Su operador, Juan Pablo Salazar, confiesa a Edgar Moranchel que el senador con licencia le exigió al candidato “la mitad de su gabinete” con la intención de que le diera el 30 por ciento para arreglarse. Pero no sólo eso: también lo quería, ya, del gobierno interino, el de Pacheco Pulido.

 

Por supuesto, Barbosa se negó porque no es gobernador, sino candidato. Entonces, Armenta desató la guerra, la impugnación, le deseó la muerte. Por orden de Monreal, lo denunciaron.

 

Lo mejor del nuevo ‘audioescándalo’ es que el operador del senador con licencia, y también de Claudia Rivera, le revela a Edgar Moranchel es que la voracidad ni siquiera sería calmada cumpliendo las exigencias del chantaje, pues Armenta tiene planeada una operación para crearle un agujero electoral al candidato mediante la sustitución de representantes de casilla.

 

Total, la liga se rompió, no hay forma de reparar la relación política, y en el enfrentamiento de Morena contra Morena, sólo Morena va a perder. Y el que es su candidato.

 

Ya llegó la hora de que López Obrador dé un ‘manotazo sobre la mesa’, aplaque a Monreal y dé ‘luz verde’ a la expulsión de Armenta.

 

Eso, o le van a crecer los enanos en el futuro y le van a complicar a grado superlativo la sucesión presidencial.