Martes, 23 de Abril del 2024
Lunes, 06 Mayo 2019 03:28

El espejo de Enrique Cárdenas se llama José Vasconcelos

El espejo de Enrique Cárdenas se llama José Vasconcelos Escrito Por :   Arturo Rueda

Cárdenas es un académico que le habla al pueblo, y el pueblo no entiende nada para desesperación del académico que no entiende por qué el populus no lo adora ni lo ve como el salvador que viene a liberarlos de las cadenas. El viejo paradigma elitista de Platón de los filósofos-reyes, en el que los hombres más preparados son los más capacitados para gobernar, en oposición a aquellos hombres de poder que se preparan académicamente


 

Transcurrido el ecuador de la campaña, Enrique Cárdenas Sánchez y Alberto Jiménez Merino nos siguen dando la batalla electoral más insípida de la historia. Sin ataques, sin propuestas impactantes, sin herramientas de contraste. Tanto el académico como el priista no han podido darle ni un rasguño al favorito en las encuestas. Y ni un rasguño es ni un rasguño: Barbosa no ha cedido ni una porción de la amplia ventaja con la que inició el último día de abril.

 

Las recientes encuestas que se publicarán esta semana en varios medios ofrecen datos contundentes. La ventaja de Barbosa alcanza un techo de hasta 30 puntos. Pero el dato escalofriante es que sus rivales, especialmente Enrique Cárdenas, no crecen.

 

Si la campaña electoral es sosa, aburrida, y no cumple los objetivos de incentivar al electorado a salir a votar, no es culpa de Luis Miguel Barbosa, quien todos los días hace lo que se espera de un candidato: tiene reuniones multitudinarias, lanza propuestas de acuerdo con las regiones del estado que visita, se reúne con los líderes naturales de esa zona y les habla de lo que quieren escuchar.

 

Es la retórica de un candidato que recorre y conoce el estado. No se le puede culpar. A las encuestas le siguen los poderes fácticos, empresariales y de todo tipo buscan una reunión con él, armarle un evento, subirse al carro ganador.

 

De esta campaña insípida el primer culpable es Enrique Cárdenas, desprovisto de instrumentos cuantitativos que reflejen un mínimo avance, una encuesta que insufle esperanza a sus seguidores, o a los disciplinados panistas que no les gusta como abanderado, pero respaldan a su partido en las colonias, los cruceros, las reuniones familiares.

 

En vez de eso, por ejemplo, Cárdenas reconoció que Barbosa le lleva 22 puntos de ventaja ante estudiantes de la Universidad del Valle de Puebla (UVP). Su único intento por reflejar un equilibrio, presumir un empate técnico en la zona metropolitana escudándose en una supuesta encuesta de Massive Caller, terminó en un ‘ridiculazo’ cuando el director de la empresa lo desmintió en entrevistas con casi todos los medios de comunicación.

 

Cárdenas adujo que la encuesta se había publicado en medios de comunicación, pero al día de hoy no ha presentado un sondeo propio. ¿El CEN del PAN no tiene encuestas? ¿Los amigos del académico Cárdenas no le han podido financiar alguna? ¿De verdad no hay números en el búnker que domina el insufrible Gabriel Hinojosa?

 

Por supuesto que los hay, pero la terrible verdad es que el discurso del ciudadano empoderado, del ciudadano en el centro de las decisiones, de las chances para todos, no ha agradado a nadie, ni ha mejorado la opinión del candidato del PAN-PRD-MC, y por tanto, su intención de voto no ha crecido ni tantito.

 

Cárdenas es un académico que le habla al pueblo, y el pueblo no entiende nada para desesperación del académico que no entiende por qué el populus no lo adora ni lo ve como el salvador que viene a liberarlos de las cadenas. El viejo paradigma elitista de Platón de los filósofos-reyes, en el que los hombres más preparados son los más capacitados para gobernar, en oposición a aquellos hombres de poder que se preparan académicamente.

 

Por supuesto, todo es teoría, pues el elitismo platónico nunca ha podido ser comprobado plenamente. Y porque en las elecciones de 2018, 30 millones de votos eligieron al hombre que más se parecía al pueblo, no los que se habían preparado en universidades del extranjero o tenían rimbombantes títulos académicos.

 

La batalla por el poder, aunque tiene una parte teórica que se llama ciencia política, no deja de ser batalla: choque de ideas, de proyectos, de personalidades.

 

Cárdenas puede ser un hombre preparado en los libros, pero Barbosa es un hombre hecho en los choques de la batalla por el poder. Y qué más choque que la guerra a machetazos del 2018, o la desgarradora guerra por la candidatura de 2019 que apenas concluyó cuando Monreal convenció a Armenta de desistir de la impugnación en el TEPJF.

 

El académico, entonces, se estrella contra la realidad del ciudadano que desea un candidato popular, mítines concurridos, promesas adecuadas, que se siente atraído porque los líderes de sus regiones, comunidades, les dicen que Barbosa es el bueno, que va a ganar.

 

Al final, todo indica que a Cárdenas le va a pasar lo mismo que a todos los que han intentado seguir la senda platónica de los filósofos-reyes: derrotados, regresan a su biblioteca amargados contra el pueblo que no supo valorar su sabiduría y prefirieron dejarse gobernar por zafios de retórica vacía llenos de promesas incumplibles, según ellos.

 

El pueblo que elige al peor, cuando ante sus ojos había un prístino salvador lleno de sabiduría y libros. Un pueblo, según ellos, que desprecia al mejor.

 

Que Enrique Cárdenas se vea en el espejo de José Vasconcelos, derrotado en 1929 en la elección presidencial por un hombre que consideraba menor, Pascual Ortiz Rubio, pero que obtuvo el 93 por ciento de los votos según el conteo oficial.

 

Un académico brillante que fracasó estrepitosamente en las batallas electorales, esto es, la guerra por el poder.

 

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