Señalarlo parece una obviedad, pero se trata de la verdad analítica más contundente tras la tragedia: el trono político de Puebla está vacío. La consecuencia metodológica es que se ha iniciado el festín de cuervos para llenarlo otra vez. Las ambiciones sin control se han desatado, y desde los herederos del morenovallismo, pasando por sus grupos rivales, llegando hasta los ‘don nadie’ y los bucaneros de la política, todos se sienten con derecho a sentarse en el trono vacío.
El caos es la anarquía, un pozo sin fondo de violencia, dice Varys La Araña en Juego de Tronos, a lo que replica Meñique, el caos es una escalera, una oportunidad para trepar. Varys tiene razón, pero también Meñique: en los próximos meses, quizá en los próximos años, viviremos entre la anarquía y la oportunidad para trepar teniendo una guerra civil como telón de fondo.
La primera consecuencia del trono vacío, según el análisis histórico, es la guerra civil entre aquellos que se sienten herederos del soberano caído. El discurso de Luis Banck en el funeral, construido en el tono solicitado por los padres de Rafael Moreno Valle, le garantizó la lealtad de la familia, pero también de los intereses que representan el ahora senador Roberto Moya, Max Cortázar y Eukid Castañón. Son los herederos directos.
Pero no son los únicos con capacidad de aglutinar. Antonio Gali Fayad, por mucho, es el hombre más querido de Puebla, que terminó su breve periodo sin escándalos, sin hacerse de enemigos, y mantiene una cordial relación con el gobierno federal de la 4T.
Si en el funeral de Martha Erika Alonso y Moreno Valle, Luis Banck encarnó la indignación del morenovallismo por el maltrato a la gobernadora, Tony Gali fue el hombro en el que todos querían llorar. De camino a Casa Puebla para la misa privada, alrededor del ex gobernador se arremolinaron los dolientes, y fue él quien dijo que el mejor homenaje para la pareja era ganar las próximas elecciones, encendiendo así las esperanzas del panismo.
Gali, sin duda, es el mejor hombre del morenovallismo. El más carismático, el más querido. Pero de momento los caminos del ex gobernador van en una dirección diferente a la del cuarteto Banck-Max-Moya-Eukid, especialmente por las diferencias con este último. Un malentendido el día del funeral, cuando supuestamente Banck y Eukid se reunieron con los gobernadores panistas en Casa Puebla pero el ex gobernador no fue requerido, exacerbaron las diferencias que vienen desde mucho tiempo atrás.
La guerra civil del trono vacío se completa con un bando en resurgimiento, o mejor dicho, en creación, pues las fuerzas residuales de Acción Nacional quieren recuperar el control del partido aprovechando el descontrol. Por su cercana relación con Marko Cortés, en ese bando anote a Rafael Micalco, Humberto Aguilar Coronado, Eduardo Reyes y quizá, el ex alcalde Eduardo Rivera Pérez, el hombre que pudiera desafiar a los herederos del morenovallismo.
El rompecabezas es complejísimo, pues ninguno de los tres grupos tiene la fuerza suficiente para convertirse en hegemónico, y si no fuera por la inminencia de la elección de gobernador, la guerra civil sería larga, cruenta y con un final de pronóstico reservado.
El único incentivo que tienen los tres grupos para unirse es, precisamente, que afuera del fuerte los están esperando sus enemigos para desalojarlos del poder. La victoria es el único incentivo. Y el único punto de unión parece ser Luis Banck quien, pese a pertenecer al morenovallismo, nunca le entró a la generación de odios ni rencores. Parecer ser el único capaz de sentarse con los demás.
Del lado de Morena también hay guerra civil, pues el trágico ‘helicopterazo’ los hace beneficiarios directos del sospechoso accidente. Algunos entienden lo delicado de la situación que afecta directamente a López Obrador, como la titular de Gobernación, Olga Sánchez, quien entiende la necesidad de generar equilibrios al permitir al PAN colocar como interino a un personaje vinculado al gobierno de Martha Erika Alonso.
Pero la facción radical de Yeidckol Polevnsky la sabotea al alimentar las ambiciones insaciables de Luis Miguel Barbosa, a quien nadie desea como candidato cuando Alejandro Armenta claramente es una opción más competitiva. Los radicales de Morena quieren al interino, al constitucional y todo el botín pese a que al ser beneficiarios de la tragedia son los principales sospechosos de la autoría del magnicidio, la explicación política del accidente.
Y en el PRI, claro, también ven la opción de resurgir, y aunque Doger sigue siendo el mejor posicionado, el regreso de Blanca Alcalá de Bogotá le va a ‘mover el tapete’, así como las alianzas de Estefan Chidiac con Luis Miguel Barbosa, así como la extracción silenciosa de cuadros que ejecuta Alejandro Armenta y Mario Marín. Pero la elección extraordinaria de Monterrey que ganó el tricolor les da esperanzas de que no tienen un partido muerto.
La principal consecuencia del trono vacío es que todos los vasallajes, complicidades y alianzas que construyó Moreno Valle en dos décadas, se destruyeron. De una forma u otra, por la vía violenta o pacífica, se construirá un nuevo entramado de liderazgos, vasallajes, complicidades y alianzas que le permitan a alguien, al más fuerte, sentarse en el trono vacío que dejaron Martha Erika y Rafael.
Que nadie se engañe: sólo el más fuerte ocupará el trono que se quedó vacío.