Punset murió ayer a los 82 años, pero sus libros nos acompañarán siempre.
Arturo Rueda / Eduardo Punset, con una vida dedicada a la divulgación científica y tecnológica en Europa a través de su programa ‘Redes’, que se transmite por Televisión Española, y autor best seller de títulos como El viaje a la felicidad, El Viaje al Amor y ¿Por qué somos como somos?, platica en exclusiva para CAMBIO tras lograr un éxito arrollador en su presentación en La Ciudad de las Ideas. La conversación actualiza conceptos de nuestra vida diaria como la inteligencia, la felicidad, el amor o el miedo, de acuerdo con los últimos descubrimientos científicos.
AR: Nos gustaría actualizar algunos de estos conceptos que usted ha manejado en sus libros. ¿Han cambiado las definiciones en el sentido de lo que es la inteligencia?
EP: Muy revolucionario y nuevo son dos cosas, la una es la triplicación de la esperanza de vida; por primera vez en la historia de la evolución la gente tiene futuro, tiene lo que yo llamo 40 años de vida redundante en el sentido de que han tenido sus hijos, arriesgando sus familias, han pagado sus hipotecas y les quedan 30, 40 años. Esto ha dado un espacio vital para poder ocuparse de cosas de las que antes no había tiempo para ocuparse como del amor, la felicidad, para el saber lo que nos pasa por dentro. Con la inteligencia lo importante es el segundo factor y es que ahora podemos medir lo que ocurre con la inteligencia y procesos cognitivos que son muy sofisticados, pero que son internos y que no podíamos medirlos. No sabíamos lo que pasaba, ahora lo podemos hacer gracias a las nuevas tecnologías.
AR: ¿Cómo podría definirse hoy en esta época de globalización y de sociedad del conocimiento una persona inteligente?
EP: Una persona inteligente, lo primero, es una persona que no está sola, porque la inteligencia es por encima de todo social o sea hasta ahora habíamos estudiado el cerebro de cada individuo y sobre todo las patologías que sufrían estos cerebros y no se había puesto atención suficiente en la relación de un cerebro con otro. Realmente todo empezó hace 50 mil años cuando hubo una persona que hablando con otra de pronto descubrió lo que la otra persona en su cerebro estaba cavilando y esa era la única manera posible o bien de ayudarle o bien de manipular y a partir de ahí se produce este gran salto adelante de la inteligencia social.
Aquí en Puebla yo he podido vivirlo el año pasado, este año, lo que ha ocurrido con unos músicos y niños de familias pobres, la mayoría de ellos, el año pasado fuimos a verlos, eran nada, mucho menos de una docena que estaban intentando con su maestro, con su músico, con su director, montar una pequeñita orquesta y parecía imposible. El hecho de que se enteraran otros músicos, otros padres que tenían hijos en las mismas condiciones, otros empresarios que estuvieron dispuestos a ayudar esa red, esa inteligencia social nos ha dado la alegría a todos de ver que de aquellos seis o siete músicos de 6, 7 y 8 años ahora hay una orquesta literalmente de más de 300 músicos, esto es fruto de la inteligencia social.
AR: En su libro El viaje a la felicidad usted afirma que la felicidad viene de dos componentes fundamentales: la ausencia de miedo por una parte, pero también por otra algo que choca con las concepciones ordinarias de modestia y humildad ¿no? Esta necesidad de reconocimiento social que tenemos los seres humanos, de fama, reconocimiento.
EP: ¡Claro! Pero eso no soy yo el que lo ha inventado, eso lo dijo William James quien fue fundador de la psicología moderna…
AR: Con quien usted se identifica mucho, por cierto.
EP: Sí, porque fue una gran mente, y una de las cosas que dijo justamente fue eso “todo el mundo busca desde que es pequeño, el reconocimiento y el amor del resto del mundo”. Primero lo busca en su madre, en su padre, en su familia y no siempre, pero normalmente lo tiene; ahora otra historia muy distinta es conseguir este amor y este reconocimiento del resto del mundo, ahí es donde viene la dura pelea. Y como está bien comprobado que el mayor desafío con el que uno puede enfrentarse es su vecino, tienes que convencer al vecino de que realmente te mereces su reconocimiento y amor y eso cuesta muchísimo, básicamente lo que estamos descubriendo. Entre los cuatro años que es cuando un bebé empieza a tener una dimensión del tiempo, el pasado, futuro, el presente y hasta los ocho años es preciso que hayas recibido tanto amor y tanto reconocimiento que se te haya generado una cierta autoestima, una cierta seguridad en ti mismo, necesaria para poder afrontar a un vecino. Y la segunda cosa que necesitas es que has disfrutado tanto con el amor que te han dado, con el reconocimiento que te han dado que estás dispuesto a seguir buscando en el resto del mundo.
Es muy curioso, pero cuando llegas a un medio adulto verás que hay tres actitudes, hay la actitud de que le fueron bien las cosas hasta los 6, 7 u 8 años y por lo tanto sigue con una curiosidad enorme y con unas ganas brutales de seguir profundizando la labor y el reconocimiento de los demás. Por lo contrario, hay quien no le ha ido tan bien y que mira al resto del mundo con una cierta indiferencia, y me voy al caso patológico de los psicópatas que lo que les gustaría es destruirlo porque les fue tan mal que lo que quisieran es destruir este mundo. Eso no impide que haya individualidades que son capaces de superar las condiciones de un entorno negativo o adverso.
AR: ¿En verdad los siete primeros años de nuestra vida condicionan el resto de nuestras vidas? Recuerdo ahora la afirmación famosa de que cuando Hobbes nació, su madre parió al propio Hobbes y al miedo.
EP: El miedo es una de las dimensiones básicas. En el tema de la felicidad no se puede tener miedo, porque el miedo paraliza, corroe, interrumpe el crecimiento de las uñas, interrumpe las menstruación en las mujeres, el crecimiento en la adolescencia. Estoy seguro que si usted y yo estamos ahora hablando es que hubo un antepasado que gracias al miedo se quedó paralizado ante el ataque de una hiena y con eso salvo su vida, pero para el resto no ha servido para nada. Hoy en el mundo moderno lo que sirve es una cierta ansiedad que es un toque de alerta a la mente y al cuerpo para saber que hay un cierto peligro y moverse en viajar, casarse, amar y desamar y entonces la ansiedad sirve pero el miedo no sirve.
AR: En su libro Viaje al amor habla que el amor es esta búsqueda de encontrar con quien compartir las células…
EP: Es el instinto de fusión con otro organismo para salvar, para sobrevivir y eso poca gente lo ha reconocido pero el amor estaba presente hace tres mil 300 millones de años cuando la primera bacteria puesta en un entorno crispado y peligrosísimo a unas temperaturas inaguantables, los meteoritos cayendo por todas partes, sobre todo en los líquidos, esta bacteria preguntando ¿hay alguien más? Porque sola no pudo haber existido y pasaba por allí otra bacteria que iba más aprisa que ella que se llamaba espiroqueta, se sigue llamando, y le pregunta “¿Espiroqueta, por qué no te quedas conmigo?” Y así los dos podremos ir más aprisa y luego pasaba otra que era más resistente al oxígeno y estaba inundando la atmosfera letalmente matando la vida de todos los organismos, y la que no resistía para nada este oxígeno, le dijo “oxígeno, oxígeno ¿por qué no te quedas conmigo? Y así pudo resistir la contaminación que estaba provocando el oxígeno a la atmósfera. O sea, que es muy fascinante constatar que el primer instinto reconocido en la historia de la evolución fue el amor.
AR: El instinto de fusión.
EP: Fue el instinto de fusión con otra persona para poder sobrevivir.
AR: Hay algunos en que el instinto de fusión se presenta muy a menudo (risas).
EP: Pues es que no termina nunca. Uno de los grandes descubrimientos de psiquiatras, en particular un neoyorquino. Wolberg, ha comprobado que con la edad aumenta el amor, el enamoramiento no es una cuestión de jóvenes, el amor cuanto más adulto, más viejo, más amor, y sobre todo más felicidad, porque en el fondo el amor es comprensible porque la necesidad de compensar pérdidas celulares de generación sexual y celular que se produce la pérdida de energía es mayor, y por lo tanto la necesidad de buscar una compensación, una fusión que compense estas pérdidas. Pero en el caso de la felicidad resulta que también la felicidad pasa por la existencia de un archivo en el cerebro de lo ocurrido en la vida de una persona y este archivo es muy grande, es muy largo en la personas de edad. Mientras que es muy corto en los jóvenes ¿y en qué consistente una percepción mental? Pues alguien constata una figura que tiene enfrente, la percibe y lo primero que hace es contrastarla por este archivo. ¿Ha habido alguna vez la misma capacidad de amar, la misma simetría, en las acciones delatando un metabolismo fabuloso para sobrevivir, ha habido la misma sensibilidad? Y si al final resulta que son todo “nos” que nunca ha encontrado nada parecido, aquella primera sensación se tensó en una emoción de amor.
AR: ¿En verdad las mujeres son de Marte y los hombres son de Venus o al revés?
EP: La mayoría de la diferencias son evolutivas, o sea, fruto de lo que hemos estado haciendo unos y otros. Se dice que la mujer tiene una mayor empatía que el hombre. ¡Exacto, correcto! Pero ¿por qué? No tiene por qué ser siempre así, ha sido así porque tradicionalmente la mujer se ocupaba de los niños y los hombres no, es la ocasión en la que alguien se puede ocupar de un niño, de un bebé, si no sabe ponerse en el lugar del bebé, entonces esta es una diferencia típica de sexo dictada por la evolución, en la medida en que los hombres se ocupen de los bebés en la misma medida milenariamente dentro de 200 o 500 años esta diferencia habrá perecido. En cambio otras, la libido de la mujer y del hombre son distintas, está comprobada una mayor ansiedad, una angustia, un problema mental, una duda enconada, puede suprimir las ganas de amar el amor físico de una mujer en un determinado momento. Los hombres se enfadan mucho cuando ella dice “pues no me apetece” pues es verdad que no le apetece porque en promedio la mente de la mujer no tiene que estar angustiada por ningún factor para poder realmente darse al amor. En el sexo masculino, la verdad es que la excitación sexual lleva a sus conclusiones lógicas, haya o no haya angustias o quebraderos de cabezas, entonces como no va a haber una diferencia tanto genética como evolutiva, aunque sea mayor las diferencias evolutivas, como no va a haberla cuando uno contempla la belleza de un óvulo con la promiscuidad de miles de millones de espermatozoides corriendo en una misma dirección.
AR: Por último profesor Punset, usted en su libro Cómo somos precisamente descubre las particularidades de las individualidades ¿ha detectado usted algo común, inusual, rareza en la identidad nacional de los mexicanos?
EP: Todos nacemos con las mismas emociones básicas y universales, no hay diferencia, es un debate que existió durante 10 años, pero en lo que concierne a estas emociones básicas y universales no hay diferencia ni en su presencia, ni en su cosa sorprendente. Por eso la gran reforma educativa hoy día consiste en dos cosas, a raíz de la globalización es preciso saber aprender a gestionar esta diversidad, que uno se encuentra en la clase étnica, cultural, familiar pero, por otro lado hay que aprender a gestionar, lo que es común a todos, que son estas emociones básicas y universales, o sea que esto es la situación de partida.
Luego es verdad que hay otras condiciones de carácter que tienen que ver con el pesimismo, o con el optimismo frente a la vida que son distintas según los pueblos y según las etnias, pero lo que es evidente y lo que hoy sabemos es que si no hubiera habido un predominio del optimismo las condiciones de vida han sido tan dolorosas en todo el mundo que no se habría podido sobrevivir, y sin embargo, como dice una amiga mía científica especializada en estos temas de optimismo inglesa dice, “es muy difícil encontrar a una persona pesimista”. En cuanto a México yo creo que es obvio por ejemplo que este optimismo, a pesar de las dificultades, no se ha mermado, y es posiblemente gracias a él que de una manera u otra se van a encontrar las soluciones a los gravísimos problemas que atraviesan.
AR: En la conferencia usted decía que no le importaba tanto qué había después de la muerte, sino qué había antes de la muerte.
EP: ¡Claro! Esa es la gran pregunta, yo tengo 40 años de vida redundante delante de mí, lo que me interesa no es lo que hay después de la muerte, sino si hay vida antes de la muerte, y esta es una pregunta que nos vamos a hacer por primera vez en la historia de la evolución, vamos a tener el lujo de podernos hacer a partir de ahora con mucha más frecuencia preguntas de universalidad y vigencia de lo que hemos hecho hasta ahora.
La ciencia, lo que nos está enseñando, es que la muerte es muy discutible, o sea, que no entendemos muy bien científicamente lo que es la muerte, porque estamos hechos de átomos en nuestra gran mayoría, átomos que en la práctica son eternos, estamos hechos de dos tipos de células unas somáticas que mueren, pero que no son importantes, otras que son importantísimas las células criminales, las reproductivas, y estas células son inmortales, y la prueba la gente con sus hijos, con su descendencia transmite estas células, o sea que yo tengo razón cuando les pregunto a mis amigos físicos ¿qué se muere cuando uno se muere? Y me dicen simplemente se descohesionan sus átomos.