En el war room de Luis Miguel Barbosa los cálculos son optimistas. A diferencia del altísimo 67 por ciento de participación en la elección de 2018, cuando al mismo tiempo corrían seis tipos de cargos en juego, entre ellos la Presidencia de la República y la gubernatura del estado, así como las 217 alcaldías, el pronóstico es que dentro de una semana votará por lo menos el 50 por ciento del padrón electoral, pero podría llegar al 52 por ciento.
Alcanzar un 52 o 50 por ciento es un triunfo en esta elección atípica. Sólo un neófito de la política, o un malqueriente doloso, podría pensar que unos comicios en los que sólo se elige gobernador, sin alcaldes o diputados, provoca el mismo interés en la ciudadanía, ya no se diga si hay elección presidencial.
En 2016, la atípica elección de ‘minigobernador’ que ganó Antonio Gali Fayad, sólo participó el 46 por ciento de los poblanos y eso que la maquinaria electoral morenovallista operaba a todo vapor, con su mezcla de represión o cooptación, pan o palo al estilo porfirista.
Sin embargo, el pronóstico de la calle es diferente, menos optimista. En las condiciones de desinterés provocado por muchos factores, principalmente el cansancio de los ciudadanos por una elección sin fin, así como la falta de sucesores adecuados en el morenovallismo tras la muerte de Martha Erika y Rafael, estima que el 40 por ciento es la cifra de participación más realista.
Si se cumple el escenario optimista, la participación de la mitad del padrón, votarán alrededor de dos millones 200 mil poblanos. Al ganar con el 50 por ciento de la votación, Barbosa obtendrá un millón 100 mil votos, poco más de lo que recibió en 2018. Se llegó a la meta. Incluso con un millón de votos.
Si se cumple el escenario pesimista, la participación del 40 por ciento del padrón, acudirán a las urnas casi un millón 800 mil poblanos. Si el candidato de Morena gana con el 50 por ciento de la votación, obtendrá 900 mil votos, 150 mil menos de los que obtuvo él mismo en 2018, pero más de los sufragios con los que ganó Tony Gali en 2018.
Estos datos revelan que aunque la campaña festiva y masiva que diseñó Luis Miguel Barbosa prácticamente se acabó ayer con el mitin atiborrado en la Plaza de La Victoria, la fuerza electoral de Morena no ha llegado a la meta. Esa meta es llegar al 50 por ciento de la participación, y que la gubernatura se gane con la mitad. La meta es por lo menos un millón de votos.
El candidato ya hizo su parte. Como él mismo la definió ayer en la Plaza de La Victoria, es “la campaña más potente y más fuerte en la historia política del estado”. Cuando todos se quieren subir al presídium, es que la campaña es exitosa. Y ayer todo mundo se quiso subir al templete, especialmente los alcaldes.
Pero subirse al templete no es dar resultados, ni sacarse las fotos, ni desgañitarse en porras. Ni siquiera disfrazarse de indígenas como lo hizo ayer la diputada Tonantzin Fernández.
La hora de dar resultados se dará el domingo con la movilización de los simpatizantes de Morena, con la aportación de votos, y sobre todo, que en cada municipio se alcance la participación del 50 por ciento del electorado.
Al momento de revisar esos datos con lupa es cuando el candidato, después del domingo 2 de junio, sabrá quién sí y quién no dio resultados.
Quién sumó y quién simuló.
Quién tiene capacidad política, y quién tiene sólo palabras y rollos mediáticos.
Que no se engañen los oportunistas y trepadores de templetes. Sólo los votos dan medallas y todo lo demás es palabrería. Con dos senadores, 14 diputados federales, más de 30 diputados locales, 40 alcaldes de Morena y por lo menos otros 80 sumados a la campaña, no será culpa de Barbosa no llegar al millón de votos, sino de los que simularon tener un gran capital político cuando su cuenta estaba en ceros.
Que quede para la historia: el ‘ganso no se cansa’, ni de hacer campaña, ni de revisar quién sí sumó y quién simuló.
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Los empresarios cavernícolas de Texmelucan. Rafael Herrera y Fernando Treviño, presidentes de Canaco y Coparmex deberían darse una vuelta por San Martín Texmelucan y verificar los desmanes que sus agremiados realizan para sacar beneficios del gobierno de Norma Layón.
Resulta que la semana pasada los empresarios y comerciantes establecidos fueron invitados a conocer los detalles de la primera etapa de un plan de ordenamiento comercial en el primer cuadro de esa ciudad y al finalizar la reunión acordaron realizar una visita a la calle Altamirano, lugar donde se realizan trabajos para el establecimiento de un corredor gastronómico y de esa manera reubicar a 47 ambulantes dedicados al negocio de la comida.
Los empresarios muy presurosos convocaron a una manifestación en contra de la obra en lugar de asistir a una inspección de campo. Así como lo lee, alistaron pancartas y convocaron a golpeadores para realizar el show en contra de la obra. Entre los identificados se encuentra a Gregorio Monje, Alejandro Escorza, Jesús Astorga, Heriberto Bernal Pérez y Miguel Meneses Ramírez.
Lo que llama la atención es que todos estos empresarios cavernícolas encabezaron la manifestación de no más de 30 personas para llevar una retroescavadora que sirvió para sellar los hoyos que se realizaron para hacer cimientos y además con ayuda de un camión de volteo robaron material de construcción de una obra pública.
Los hechos ya son parte de una denuncia y los responsables de los actos están plenamente identificados. Protesta sí, pero violencia no. ¡No se pasen, chavos!