Al darle una candidatura desesperada, en plena crisis de la orfandad tras la muerte de Moreno Valle, Acción Nacional se echó un ‘alacrán’ encima al postular a Enrique Cárdenas, el académico que pasó de impoluto a poluto en apenas 60 días, pero ahora se siente con derecho a reclamar espacios y candidaturas en 2021 por sus “méritos electorales”.
Tras las horas amargas de la derrota, después de lamerse las heridas, Enrique Cárdenas se siente un ‘candidatazo’. Ya vive en su propio mundo. Se mira al espejo y se ve con el cuerpo de Cristiano Ronaldo. No cabe en él. Soberbio de por sí, se atribuye los votos con los que el PAN derrotó a Morena en la zona metropolitana. “Mi candidatura pegó”, repite a sus fieles.
En esa lógica, en su plan de ‘candidatazo’, guapo y ‘divina garza’, ahora siente que puede conquistar el mundo en 2021 e imponer su criterio de ‘candidatos ciudadanos’ a los partidos políticos que deseen su amplio “capital electoral” de 500 mil votos. El académico, pues, volvió a su postura perdonavidas, pero también, desleal de siempre.
Si en campaña se negó a fortalecer vínculos con la militancia y la marca partidaria, en las horas de la derrota sólo podía esperar que ‘mordiera la mano que le dio de comer’. El académico cumplió el guion: acusó de traición al PAN-PRD-MC bajo el argumento de que no pudieron reunir a todos los representantes de casilla.
La acusación podría ser grave si el académico hubiera aportado algo en la defensa del voto, pero ni siquiera los 200 representantes de casilla que Sumamos ofreció llegaron a ellas. Si a los “ciudadanos” no les interesó defender el voto de Cárdenas, ¿por qué tendría que importarle a los militantes de los que siempre renegó y con quienes se negó a firmar compromisos?
Aunque Cárdenas se las quiere dar de importante, la verdad es que no tiene ningún mérito electoral, ni en la zona metropolitana ni en el estado. Cuestión de revisar números.
De entrada, el “impoluto” no sumó un solo sufragio al voto duro del PAN en la capital. Ni uno. En análisis comparativo de los resultados electorales en los tres últimos comicios se echan por tierra sus supuestos méritos.
En la batalla por la ‘minigubernatura’ en 2016, el PAN-morenovallismo sumó 250 mil votos en la capital.
En la elección de 2018, pese al tsunami lopezobradorista, Martha Erika Alonso obtuvo 248 mil votos en la capital.
Y en 2019, en los comicios extraordinarios, se alcanzó la misma cifra: 243 mil votos.
En otras palabras, el voto duro y consistente del PAN salió a votar por Enrique Cárdenas, de la misma forma en que lo hubiera hecho por Eduardo Rivera, Ana Teresa o un burro —diría el malogrado Toño Sánchez Díaz de Rivera—.
El voto de la sociedad civil, de los ciudadanos, no apareció por ningún lado.
En la Sierra Norte y La Mixteca pudo haber pasado lo mismo, pero los líderes naturales de esas regiones, que en 2016 y 2018 apostaron por el morenovallismo, en 2019 cambiaron de lealtades y se apostaron por Luis Miguel Barbosa. A Cárdenas ni lo conocían, ni les interesó conocerlo. O quizá el académico ni los buscó.
Al voto estable y duro de Acción Nacional, tanto en Puebla capital como en la zona metropolitana, solamente lo derrotó el tsunami de AMLO que se tradujo en victorias en alcaldías para Morena. Pero eso no alteró que los votantes leales al panismo se mantuvieran.
El PAN ahora ganó en la capital y la zona metropolitana porque los simpatizantes de López Obrador no salieron a votar, como en 2018 perdió alcaldías y diputaciones porque sí salieron.
El ‘alacrán’ Cárdenas, por cierto, cerró una más de sus traiciones culpando a los medios de comunicación de su derrota. Esto no es así, pero que lo siga diciendo: significa que todavía somos muy poderosos.