En el día siete del gobierno de Luis Miguel Barbosa, el nuevo secretario de Seguridad Pública tuvo un pésimo debut al frente de su primer operativo de gran envergadura. Quizá es un gran vicealmirante, pero en la crisis de linchados de Tepexco y Cohuecan dejó en evidencia su inexperiencia en tareas de seguridad pública.
En un lapso de poco más de diez horas, un estallido de furia de la población de Tepexco tras un supuesto secuestro derivó en 8 muertes: 7 supuestos secuestradores linchados hasta la muerte y un poblador como víctima colateral.
No es la cantidad de muertos, sino la cronología de los hechos lo que condena la actuación del vicealmirante Amezaga, que ensombrece con una masacre el arranque de gobierno de Barbosa. No era su primera opción para secretario, y quizá este mal arranque lo lleve a pensar si la segunda era la opción correcta.
La jornada de furia en Tepexco comenzó con un secuestro alrededor de las 10:30 AM, desatándose una persecución por parte de los policías municipales que lograron detener a dos de los secuestradores, aunque en esa balacera murió un poblador por “daño colateral” en el fuego cruzado.
Enardecidos, los pobladores arrebataron de la Policía municipal a los dos detenidos, procediendo a colgarlos a las 11:30 horas en la carretera Los Reyes Teolco-Cohuecan.
En teoría, en algún momento la autoridad municipal activó el protocolo de linchamientos, con lo que fuerzas municipales de los ayuntamientos vecinos, así como policías estatales y hasta 18 elementos de la Guardia Nacional. En total, 148 elementos de seguridad pública no pudieron hacer nada para frenar la furia de 300 pobladores.
Después, tras fracasar la negociación del delegado de Segob, mataron a otros dos que supuestamente tenían conexión con los secuestradores. Los pobladores los sacaron de la comandancia, los golpearon hasta matarlos y después los calcinaron alrededor de la 1:30 PM.
Pero no conformes, los segundos secuestradores habrían confesado el nombre del líder de la banda. Los pobladores fueron a su casa, lo sacaron y también lo mataron a golpes, alrededor de 2:30 pm.
Es decir, en un lapso de tres horas, los 148 elementos de seguridad pública reunidos en el lugar no pudieron evitar que una turba de 300 personas matara a 5 supuestos secuestradores. Hasta un helicóptero enviaron, pero no sirvió de nada.
Falló Segob en la negociación, pero más falló Seguridad Pública en aplicar el protocolo para disuadir a los rijosos. ¿No saben cómo hacerlo?
Pero viene lo peor.
Alrededor de 7 pm dieron rueda de prensa Fernando Manzanilla, el vicealmirante Amezaga y el fiscal Higuera Bernal. Al dar su versión de los hechos, el titular de SSP dejó en claro que dejaron actuar al pueblo enardecido para no provocar daños mayores, es decir, que no hubiera más muertos porque había personas armadas entre la turba.
¿Nos debemos felicitar porque sólo murieron 6 hasta ese momento y no 14? ¿Alguien se puede tragar eso?
En esa rueda de prensa de los secretarios y el Fiscal, se dijo que habían desplegado en la zona otros 100 elementos para apaciguar a la turba y que la población ya estaba tranquila.
Pero aproximadamente a las 8:30 PM aparecieron otros dos colgados, ahora en la comunidad vecina de Cohuecan. Con todo y el supuesto operativo desplegado, los pobladores se fueron de cacería, encontraron a otros dos supuestos secuestradores y los mataron, colgando sus cuerpos.
Una jornada dantesca, una masacre en el día 7 de Luis Miguel Barbosa como gobernador.
Muchas explicaciones tiene que dar el vicealmirante que nunca pudo controlar la situación. Terrible debut que nos resta confianza en lo que viene pese a la decisión del gobernador de restablecer la seguridad en el estado.
La novatez, impericia del secretario Amezaga, provocó la muerte de por lo menos 5 poblanos a manos de la justicia de Juan Pueblo. ¿De verdad nos vamos a quedar con la idea de que ocurrió lo mejor, porque si interviene SSP con más energía habría más muertos?
En verdad tiene que dar muchas explicaciones. Y el gobernador preguntarse si de verdad, pese a sus condecoraciones como Marino, tiene capacidad para ser funcionario a cargo de la seguridad pública en un estado que desconoce geográficamente.