Viernes, 26 de Abril del 2024
Lunes, 12 Agosto 2019 03:41

Un gobierno sin clasismos ni mamonerías

Un gobierno sin clasismos ni mamonerías Escrito Por :   Arturo Rueda

Barbosa llegó a Tepexco y Cohuecan con cheques para los ayuntamientos de esos municipios, y las auténticas ‘ganonas’ con los linchamientos fueron las alcaldesas Aniceta Peña Aguilar y Filogonia Adorno Aragón, quienes recibieron, cada una, cheques por 10 millones de pesos para “fortalecer” sus gobiernos. La muerte de ocho personas les dio recursos extras. ¿Fue un premio?


 

Fernando Manzanilla pasó su primera prueba como secretario de Gobernación de la era barbosista. Si en parte fue corresponsable de la negligencia gubernamental que se tradujo en la muerte de por lo menos 5 de los 7 linchados, en la segunda oportunidad acertó en la organización de la visita del gobernador a los municipios de Tepexco y Cohuecan, marcados ya históricamente por la masacre. Demostró que tiene la capacidad de conducir la política interior en el nuevo estilo.

 

Sin necesidad de recurrir a la represión o los toletes, Barbosa pudo presentarse ante la población de ambos municipios para censurarlos en tono paternal por la masacre cometida unos días antes. Con ese hecho, marcó una distancia absoluta con el régimen de Moreno Valle que ante los conflictos sociales sólo tuvo como respuesta, precisamente, la represión, los toletes y los cilindros de gas.

 

Como régimen político, el morenovallismo tuvo como uno de sus principios el clasismo, y el otro, la pigmentocracia —tan de moda en estos días, un término que refiere la supremacía de la tez clara—. En otras palabras, Moreno Valle no estaba para atender ni a los jodidos, ni a los morenos.

 

El clasismo de Moreno Valle se expresó desde su toma de protesta, cuando el Centro Expositor fue seccionado para los invitados: VIP, GRAND VIP, DIAMANTE VIP y EXTRAORDINARY VIP. Es decir, los poblanos fuimos segmentados por cercanía al grupo, influencia política o económica, capacidad de mover intereses. Todo lo demás era perrada.

 

Como política pública, el gobierno de Moreno Valle expresó ese clasismo en onerosas remodelaciones de oficinas para transmitir lujo y grandiosidad, uso y abuso de los helicópteros, crecimiento desmedido de catálogo de guaruras, la construcción del CIS con su estilo mamalón, y como corolario, el uso del palco del estadio Cuauhtémoc con acceso limitado para empresarios, periodistas y personajes adictos al régimen.

 

Para Moreno Valle, el pueblo era sólo la justificación de sus acciones, pero no aparecía en la realidad. La única vez que el pueblo quiso expresarse libremente, la comunidad de Chalchihuapan, desató el uso de la fuerza pública con funestos resultados: la muerte del niño José Luis Tehuatle.

 

En esa crisis, Moreno Valle demostró de qué estaba hecho. Y la verdad es que no había demasiado, pues nunca pudo tener una respuesta auténtica. Se negó a renunciar a Facundo Rosas, no procedió contra los policías, jamás aceptó reunirse con la mamá del menor, indemnizar a los heridos. En vez de eso, prefirió el camino largo: inventar la teoría del cohetón, usar a las instituciones y el dinero público para justificar las acciones. Y de todos modos perdió en la CNDH.

 

El cambio de paradigma en la 4T es poner al pueblo en el centro de las decisiones. Y lo primero es que cualquier poblano tenga acceso al gobernador y no sólo los privilegiados con contactos políticos o empresariales. El mismo día de la masacre, Barbosa anunció que acudiría a los municipios de Cohuecan y Tepexco. ¿Moreno Valle habría hecho algo así? Jamás.

 

Pues bien, el gobernador Barbosa llegó ayer a sus municipios y, con el trabajo previo de Manzanilla, tuvo una visita higiénica. Es decir, pudo hablar, escuchar, prometer sin que fuera interpelado o agredido por un pueblo en ebullición.

 

El diagnóstico de Barbosa es certero, confirmado y reconfirmado en su segunda campaña a la gubernatura: el abandono institucional en municipios y regiones en materia de procuración y administración de justicia es lo que alienta los linchamientos. Sin MPs, sin jueces, sin policías capacitados, al pueblo sólo le queda hacer justicia por su propia mano. Y, por supuesto, lo hace de forma brutal.

 

Por ello, Barbosa llegó a Tepexco y Cohuecan con cheques para los ayuntamientos de esos municipios, y las auténticas ‘ganonas’ con los linchamientos fueron las alcaldesas Aniceta Peña Aguilar y Filogonia Adorno Aragón, quienes recibieron, cada una, cheques por 10 millones de pesos para “fortalecer” sus gobiernos. La muerte de ocho personas les dio recursos extras. ¿Fue un premio?

 

El mensaje de Barbosa está enviado a su gabinete y sus funcionarios de forma muy clara: lo primero es atender a la gente, sin mamonerías ni clasismos.

 

 

Los principios de su gobierno están fijados de forma clara. Martes ciudadanos para audiencias públicas. El gobernador no se esconde, mucho menos los secretarios. Y allí donde haya una crisis, el gobierno tiene que ir a responder con política, mucha política. No con represión, toletes, cilindros de gas o mamonerías.

 

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